un filme de vampiros pero con otro enfoque respecto a sus planes, mas como control social que otra cosa, en si la pelicula tiene una idea original tratada desde dracula de stoker pero llevada a otro lado, en vez de dracula es un tal nosferatu, pero no se esperen ese tipo de imagen como la pelicula de los años 20, respecto al personaje,,,es mas empresario.
me parecio con muchos altibajos respecto a su ritmo, que le resta puntos, esperaba mas de este filme quizas.
Un joyón de agarrate que vienen curvas!!el Drácula de Stoker versión:grandes poderes fácticos que todo lo controlan...en fín...visionaria y vigente hoy día...los vampiros-explotadores l controlan todo:desde la policía hasta los periódicos...todo ello con grandes actores como Adolfo Celi...y una gran fotografía y banda sonora.Grande Corrado Farina.
Críticas: 3
Miguel Arkangel
6
Hanno cambiato faccia fue coescrita por Giulio Berruta y el propio Corrado Farina. Muestra una interesante combinación entre el Drácula de Bram Stoker y las ideas del filósofo Herbert Marcuse en su libro El Hombre Unidimensional. Es decir, una sugestiva metáfora sobre el capitalismo pasada por el tamiz del vampirismo.
Alberto es un empleado medio en una empresa de automóviles y se sorprende cuando el dueño de la empresa quiere hablar con él, y lo invita a su remota mansión en medio de las montañas. Las cosas comienzan a ponerse un poco raras cuando los campesinos huyen espantados cuando Alberto pide indicaciones o cuando topa, en medio de la nada, con una chica hippy con los senos al aire. Las cosas se pondrán más raras cuando Alberto llegué a la mansión y descubra que Nosferatu (un estupendo Adolfo Celi, encarnando a un vampiro antológico) es el amo y señor, que controla a la Iglesia, al empresariado, a los políticos, a los medios de comunicación, en fin.
Hay una escena estupenda, que por si sola ya hace que valga la pena ver esta película, cuando Nosferatu tiene una reunión de la junta para discutir la publicidad para aumentar las ventas de LSD y se muestran tres anuncios diferentes. Uno se burla del lenguaje ultraideologizado del marxismo, otro se burla del estilo recargado de Jean Luc-Godard, y lo mejor de todo es el último, donde un viejo y melancólico payaso toca un trombón en medio de un campo mientras su madre y su padre miran.
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