Una película de culto apocalíptica, con una mortal invasión de robots que deambulan por las calles llenas de gente muerta, aterrorizando a los pocos personajes. Siendo asediados y resistiendo como una de zombies, aquí tenemos hasta muertos vivientes que son mas espeluznantes que los robots plateados, quienes practican el survival con el casting. Para ser de un modesto presupuesto y ser en parte mas Británica de lo que parece, se las apañan para dar buenas escenas de tensión que se ayuda por una bso que ayuda en lo no muy novedoso que un guión así pueda ofrecer. Y aunque tenga un diálogo que rebaja la acción, pareciendo en parte que no se preocupan mucho de la situación, no deja de ser triste, siniestra y atmosférica.

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Colaboración del prolijo Robert Lippert y Terence Fisher, en la época en que el primero buscó talento (y presupuestos más bajos) por Europa que fue bastante popular en su época.

El reparto es muy corto, ya que la película es una historia survival que, en la tradición del género, se centra en las relaciones del grupo de protagonistas más allá del simple thriller/aventura: el estadounidense Willard Parker, especialista en westerns de serie B que ya por entonces trabajaba de higos a brevas y al que un infarto obligó a retirarse en 1974 es el prota, un piloto de pruebas americano destinado en Inglaterra. Su esposa en la vida real, la muchísimo más destacada Virginia Field, es una paciente fugada de un hospital que se hace pasar por la mujer de un tipo sospechoso (Dennis Price, secundario habitual en pelis inglesas). Los dos tienen una muy buena química. El prolífico secundario de lujo Thorley Walters, especialmente recordado por sus actuaciones como Dr. Watson, cierra el círculo de los cuatro personajes más imprescindibles de la peli.

La película, escrita por el canadiense Harry Spalding, colaborador habitual de Lippert, no pasa de ser una especie de popurrí de influencias: desde “La invasión de los ladrones de cuerpos” hasta “Yo anduve con un zombi” pasando por todos los estratos la serie B americana de la que Lippert fue un gran exponente. Por desgracia, hay bastantes y graves agujeros de guion, especialmente en lo que respecta a la caracterización y motivos de los personajes. El resultado es una película corta, seria, a ratos inquietante, entretenida e interesante como Terence Fisher sabía hacerlas pero que tiene clarísimas lagunas argumentales y además no resulta especialmente memorable salvo por el genial título.

En el aspecto técnico cabe destacar una muy buena banda sonora de Elisabeth Lutyens, una especialista en crear ambientes opresivos. Y los alienígenas. Ay, los alienígenas… Tipos con una perola en la cabeza paseándose con trajes espaciales de chichinabo y zapatos de plataforma que ni en el Studio 54. La película es seria pero los aliens son de risa: ni “La garra gigante”, oiga usted. Eso sí: a lo largo de la acción sí que se ve algún elemento que pese a su sencillez resulta inquietante y efectivo (hay zombis, y estos sí que molan).

Pequeño producto que, con sus defectillos os mantendrá una hora entretenidos, que es lo que importa.

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Sorpresa grata que me llevé cuando empecé a ver este recuerdo olvidado de la ciencia ficción de los 60. Esperaba encontrarme con actores cliché, con tramas insignificantes que utilizaran cualquier pequeño detalle para mostrar una criatura echa de papel maché y, una dura ultima hora luchando, de forma continua, con un aburrimiento que seguramente acabaría abatiéndome. Todo lo contrario.

“The earth dies screaming” es una película de ciencia ficción al uso, pero con suficientes contrastes que hace que marque la diferencia con sus congéneres. Tras un comienzo arrebatador, original y muy bien llevado nos encontramos con un desarrollo que se desvía hacia terrenos más convencionales. Esto hubiera sido un problema, ya que estas películas consiguen un efecto un tanto tópico y predictivo cuando aún falta una hora para el final. No es el caso del trabajo que nos atañe, ya que su escasa duración, una hora, permite que la acción transcurra de forma dinámica, obliga a cada uno de los tópicos antes mencionados a sucederse con tal celeridad que no te da tiempo a plantearte absolutamente nada, haciendo que el buen sabor del comienzo sea perpetuo durante todo el metraje.

¿Por qué me ha parecido tan bueno ese comienzo? Básicamente porque soy uno de los pocos, creo yo, que la película “El incidente” del enigmático Shyamalan le pareció interesante, con un argumento muy original y al que se le puede sacar un jugo muy sabroso. El caso es que nuestro Shyamalan cometió un par de errores después, haciendo que todo el conjunto de la película se quedara en el olvido para una gran e inmensa mayoría. Cuál ha sido mi deleite al ver un comienzo muy parecido en este trabajo sesentero, en blanco y negro, con una estética impecable y una narración casi sin diálogos espectacular.

El resto de la película podría ser tachado de normal, actores bien puestos, que están donde tienen que estar, el bueno buenísimo, el malo al que se le ve el plumero desde el primer fotograma, la chica en apuros, el rebelde, el borracho e incluso la embarazada. Todo un elenco de personajes típicos pero que nos harán disfrutar de sus peripecias en ese mundo asolado que nos presentan vagamente.

Una mención especial es requerida para hablar de los malos de la película. En este caso se trata de unos robots con trajes reflectantes espaciales, escafandras alargadas y ojos rasgados que intentan conquistar la Tierra convirtiendo a sus habitantes en zombies desalmados. Pero no os preocupéis, son anticuados y funcionan a partir de ondas de radio, nuestros protagonistas lo tienen fácil.

Resumen:

Extraterrestres, zombies, virus mortales y apocalipsis en blanco y negro es todo lo que nos presenta “The earth dies screaming”. Por favor disfrutadla con una hermosa sonrisa de oreja a oreja.

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