Peter Weir es quizá a día de hoy uno de los directores más prestigiosos del mundo, que acumula como 50 nominaciones a los premios más importantes del mundo del cine (es uno de los grandes malditos de los Oscar: 6 nominaciones, 0 estatuillas) pero tardó un poco en encontrar su sitio. Esta fue su última película antes de que “Gallipolli” le diera fama internacional y lo catapultara de su Australia natal a una memorable en carrera en Hollywood.
Se trata de un telefilme que cosechó un considerable éxito en tierras Aussie por su premisa hitchcockiana: ¿Puede un completo desconocido entrar de pronto en nuestras vidas y transformarlas en un infierno? No, el de la sociopatía no es en absoluto un tema original, pero Weir logra que funcione pese a no tener los recursos con que cuentan otras películas similares.
El reparto protagonista está formado por tres intérpretes bastante famosos en la isla-continente: Judy Morris, estrella televisiva y futura protagonista de la peli de culto “Razorback” y el actor de origen británico Joseph Coleby como la pareja-víctima e Ivar Kants, actor de dilatada carrera que abandonó el mundillo al cumplir los 50 (desde 1999 no ha trabajado ni en cine ni en televisión. Aquí se lo recuerda por su papel en la serie “Neighbours”, que cosechó un notable éxito en televisiones autonómicas – al menos en Televisió de Catalunya fue bastante popular, vaya, no sé el resto del Estado -, serie que el próximo enero cumplirá 29 temporadas en antena).
Es una película sencilla y bien hecha (solo me chirría un tanto el montaje, que parece un poco torpe, con cortes de escena muy repentinos, aunque a lo mejor era para facilitar la inclusión de bloques de publicidad), que mantiene el pulso durante todo el metraje y contiene un par de buenos sustos. Weir es brillante creando escenas de tensión dramática (“Único testigo” y “El club de los poetas muertos” son dos grandes ejemplos en su carrera) y aquí lo aprovecha para emular esa mezcla de suspense y terror que vemos en pelis como “Psicosis”, pero a una escala mucho más reducida. Los intérpretes hacen un buen trabajo.
Es un título menor en la filmografía de Weir, y no es nada original ni especialmente memorable, pero entretiene y se disfruta lo suficiente como para aprobar con nota.
La verdad es que aunque no llegue a ser una obra maestra, es un filme bastante entretenido y lleno de suspense. Además es un tema que fácilmente alguna vez en la vida lleguemos a estar un poco en el pellejo de la protagonista. En fín una película de aprobado alto, bien rodada y que cumple con el espectador común.
Críticas: 3
Necromaster:
7
Se trata de una de las películas menos conocidas del director australiano Peter Weir, y la verdad es que no está nada mal. Pero debe quedar bien claro que pertenece al género de suspense, y no de terror (como aparece en la ficha).
Sinopsis: Un fontanero que durante varios días hace una serie de arreglos en el piso de un matrimonio (aunque el marido está casi todo el día fuera de casa), empieza a comportarse de forma extraña y anormal, intimidando a la asustadiza esposa, por lo que ésta comienza a tener toda clase de paranoias... hasta el punto de sentir verdadero terror hacia el inquietante fontanero. Todo este clima enrarecido poco a poco va empeorando más (aumenta la tensión), hasta que... bueno, ya no digo más.
La película en general es muy simple, casi todo se basa en diálogos, ya que la puesta en escena es muy limitada; y hay que decir que esos diálogos son bastante interesantes y dignos de oírse, y eso es importante en una película en que casi todo se basa en este aspecto. Las interpretaciones en general son acertadas, e incluso inspiradas en algunos momentos.
También se ven algunas rarezas y extravagancias que no vienen muy a cuento, si bien esto es algo habitual en el cine australiano de por aquella época.
En resumen, que es un buen film de suspense -bien dirigido y resuelto- y por lo tanto lo recomiendo completamente. Puntuación: 7.
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