Producción británica de cierto calado (el hecho que fuera distribuida por la Warner en la misma Inglaterra da fe de ello), con un reparto rico en premios y nominaciones que tiene como cara más conocida a la canadiense Lois Maxwell, la entrañable Srta. Moneypenny en la serie Bond desde 1962 hasta 1985. El resto de nombres principales son relativamente poco conocidos aquí, pero auténticas estrellas en el Reino Unido: el cachas irlandés Keiron Moore, galán reconvertido a actor de cine aventuras al que veremos protagonizar “El día de los Trífidos”; el shakesperiano Donald Wolfitt, experto secundario e importante actor de teatro y el brillante guionista y ocasional actor Bryan Forbes. Todos ellos están muy bien en sus respectivos papeles.

Rodada en Cinemascope y Warnercolor (una variante autorizada del Eastmancolor, que destacaba por sus tonos amarillentos), fue uno de los raros intentos de la época hacer ci-fi de calidad y con un presupuesto medio-alto, y no salió del todo mal.

El diseño de producción es espacialmente atractivo: destaca la base espacial, que es una especie de mezcla entre presente y futuro (estilo en que los británicos sobresalieron, y que llegaría a su sublimación con las pelis de James Bond o “La naranja mecánica”, con nombres como Ken Adam y John Barry, no confundir con el compositor), con bellas pinturas matte que “agrandan” los decorados, al estilo de “Planeta prohibido”. Todo complementado con bonitas maquetas, vistas de auténticos prototipos de aviones (se contó con el apoyo de empresas que trabajaban para la RAF) que de tan relucientes parecen prototipos actuales. En Cinemascope debieron impresionar lo suyo. En algunos momentos, los FX resultan algo cutres cuando los comparamos con el buen diseño de producción, pero cumplen, sobretodo las estupendas explosiones.

El guion es serio y está correctamente construido (si bien algo lento en su desarrollo), nos muestra como es de duro compaginar la vida familiar y sentimental y la de astronauta (de manera bastante simplona y dándole demasiada cancha al tema, todo hay que decirlo, pero qué le vamos a hacer) o de donde sale a veces el dinero para las “expediciones científicas” y las consecuencias, a veces funestas, que ello trae. El gran defecto del guion es secundario, ya que estamos en plena Guerra Fría, pero a pesar de que los personajes muestran de manera vehemente sus reticencias (¿veo entre líneas cierta autocrítica por la ciega colaboración entre UK y EE.UU.?), van a cometer un auténtico acto de guerra: una prueba nuclear toda regla; y pretenden que simpaticemos con ellos. Muy de su época; es un detalle poco importante pero que he querido señalar más como curiosidad que otra cosa.

En resumidas cuentas, no es una gran película (debido sobretodo a lo lento de su desarrollo inicial), pero sí un muy buen trabajo que merecería un mayor reconocimiento. A mí me ha sorprendido muy gratamente.

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