Un auténtico bodriaco de película.

La primera parte, protagonizada por Steve Austin, tenía su cosa. Diez asesinos en una isla paradisíaca teniendo que matarse los unos a los otros mientras eran grabados para un sádico realitie show. Tenías a luchadores de la talla de Steve Austin, actores como Manu Bennett y Vinnie Jones en papeles de los otros jugadores, grandes dosis de acción, giros inesperados, y en general resultaba una película muy entretenida, un survival que para mi gusto superaba en mucho a Battle Royale.

En esta segunda parte, en cambio, tenemos a una historia cuyo guión es muy ridículo y flojo, en la que básicamente a un cazarrecompensas le están persiguiendo sus antiguos compañeros de grupo tras haber sido amenazados de muerte por un mafioso rico que los graba y muestra su enfrentamiento para ganar dinero mientras otros ricachones contemplan la cacería y apuestan por un ganador. El concepto es prácticamente el mismo a priori, salvo cambiando la isla por un desierto estadounidense.

Entonces, ¿cuál es el problema? Pues que The Condemned 2 no es un survival como la primera parte, sino una película de acción más en la línea de película de venganzas, en la que el protagonista tiene que hacer un viaje hasta llegar al malo y cargárselo. Da igual que incluyan la subtrama de los amigos que quieren matar al protagonista, ya que tienen escaso peso en la trama.

Por otra parte, en la primera película teníamos hasta a 10 personajes dándose de ostias en una isla. Aquí tenemos a un protagonista que huye, ayudado por dos de sus amigos y su propio padre, mientras es atacado por los otros tres amigos restantes. Tan simple como eso. El único mérito que tiene la película es que los actores que hacen de sus dos amigos leales le dan cierto carisma y el guión es respetuoso con ellos.

Sin embargo, la dirección es lamentable, le falta energía, y eso que el director hizo un gran trabajo en Death Race 3. Por desgracia, las actuaciones tampoco ayudan. Randy Orton no es actor y eso se nota, pero es que además de actuar fatal, no tiene expresividad alguna y carece de carisma, cosa de la que Steve Austin andaba muy sobrado. Si ya el protagonista falla, cuesta mucho creerse la película.

El resto de los actores son algo mejores pero están muy mal dirigidos. Eric Roberts se nota que solo está ahí para cobrar el cheque e interpreta al padre de Randy Orton, Wes Studi (un actor inmenso que me encantó en el Último Mohicano) dura apenas un suspiro y se lo cargan a los diez minutos de película.

En cuanto a Steven Michael Quezada, al que conozco de Breaking Bad, donde hizo un buen papel, aquí está simplemente aceptable, en cierto modo porque su personaje es muy flojito y él no tiene la presencia física para asumir el cargo de villano antagonista en una película donde tenga que enfrentarse a un armario empotrado como Randy Orton. La pelea entre Quezada y Orton es patética y anticlimática, y lo cierto es que el papel del antagonista lo debería haber realizado algún luchador de la WWE, como por ejemplo el Enterrador o Triple H, sobre todo porque a ambos les sienta muy bien vestir de traje. Ese sí que habría sido un clímax memorable, con dos bestias de la lucha libre dándose de ostias, no ver a Randy Orton destrozando a un pobre mexicano de metro sesenta.

En fin, un desperdicio de película. Nada que ver con la primera.

Me gusta (1) Reportar