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Soporífera película de John Lyde, director que había realizado las entretenidas Osombie, Shadow of Cabal y Survivor. En esta ocasión, viene a contarnos la historia de un soldado estadounidense que se encuentra enfrentándose a una raza extraterrestre (cuya única característica diferenciativa son los ojos azules con lentillas imposibles) y pierde a todo su pelotón, viéndose solo en un territorio hostil. Sí, señores, exactamente el mismo argumento que en Survivor.

El ritmo del film es soporífero y por desgracia apenas tiene diálogos, ya que alrededor de media película es ver a este soldado mirando por la mirilla de su rifle a los supuestos extraterrestres. De vez en cuando es interumpido por escenas con Kevin Sorbo (aka Hércules) soltando cuatro frases desde una estación espacial.

Para colmo, a mitad de película, el protagonista rescata a una extraterrestre que, por supuesto, parece una auténtica modelo terrícola (No existen las extraterrestres feas, supongo), y se inicia una especie de historia de amor. A todo esto hay que añadir que los soldados extraterrestres visten con armaduras negras muy molonas, pero la chica y el ¨morito¨ que quiere matarla, quienes se supone que son de clase alta, visten con telas que parecen disfraces de una tienda de chinos, al estilo Las Mil y Una Noches.

Hacia la recta final de la película, aparece uno de los compañeros de escuadrón del prota, que no estaba muerto y que sirve como deus ex machina para el clímax final, ya que este tío es malo y fue el que se cargó a la mujer y a la hija del extraterrestre malo que lleva persiguiendo al protagonista toda la película, un tipo duro que odia a la especie humana. Total, que el prota se carga a su compañero en un ridículo forcejeo y en agradecimiento el villano decide dejar de perseguirle por haber vengado a su familia. Que fácil se acaban los conflictos en las pelis de serie Z.

Poco recomendable.

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