Mara (Sofía Gala Castiglione) y sus dos amigas, luego de una noche de baile y drogas, se dirigen a pasar unos días al campo. La madre de Tini, una de las chicas, le advierte que si va al campo, nunca volverá.
En la ruta ya comienzan a suceder hechos extraños, pero finalmente llegan a la casa de campo, propiedad de Don Roble (Daniel Fanego), pero quién recibe a las chicas es su hijo, amable al principio y esperable impostor al final.
El nudo va por carriles densos y oníricos, con las jóvenes accediendo a una reunión donde las creencias indígenas y las sustancias alucinógenas, dan paso a cortar la línea de la historia para convertirla en un survival paranormal con algo de viaje temporal dónde Buenos Aires aún lidiaba con los indios (las zanjas dan una idea cronológica) y la misoginia de los criollos es fuertísima.

Sofía Gala Castiglione es de lo mejor en una película que tiene que ser vista con paciencia y donde las escenas memorables se cuentan con los dedos de una mano.

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