Ficha Verano con un Extraño


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Críticas de Verano con un Extraño (1)




Mad Warrior

  • 22 Mar 2024

7



El sabor del sukiyaki que prepara mamá...la fuerza con que papá lanza la bola de baseball...el césped del patio de atrás recién cortado...la sandía refrescándose en la cocina...la partida de cartas en el salón...
Son bellos recuerdos, de una época mejor, más pura, más cálida. Recuerdos que no pueden revivirse...¿o tal vez sí?

Gracias a su narración breve y fluida, el prestigioso guionista y autor Taichi Yamada nos lleva a través de los recovecos insospechados del recuerdo en el que fue uno de sus trabajos más famosos, “Ijin-tachi to no Natsu“, publicado en 1.987, donde sigue al poco sociable Harada, más preocupado de su vida profesional que de su familia, y recientemente divorciado, hacia un misterio relacionado estrechamente con el mundo de los espíritus. ¿La versión nipona de “The Turn of the Screw“? Aquí, con devenires a la fantasía sobrenatural, también se trata la influencia de estos espíritus, tan placentera como perjudicial...
¿Qué pasó por la cabeza de los ejecutivos de Shochiku cuando pidieron a Nobuhiko Obayashi realizar una exitosa película de terror para el verano...utilizando esta novela de base? Pues nada relacionado con el sentido común. De hecho lo que recibió fue una breve sinopsis de la historia y un sorprendente final muy propio del “j-horror“ con una cara implicación de efectos especiales; por fortuna éste y Shinichi Ichikawa decidieron ser fieles al texto original, empezando por destacar la actualidad del protagonista, un tipo igualmente ensimismado con su trabajo, con la ficción televisiva que cada día escribe y observa, desapegado del mundo real.

Morio Kazama, en una actuación flemática similar a la de Koji Yakusho, interpreta este solitario papel de maravilla, también guionista de televisión, aunque no un álter-ego de Yamada. Tras poner de relieve su divorcio y el amor que su compañero de trabajo (Mamiya) siente por su ex-mujer, el director no profundiza en los aspectos trágicos de su vida (la muerte de sus padres cuando era un niño, la de su abuelo, que le cuidó más tarde, su empeño por aprobar sus estudios, gracias a un tío suyo), donde nunca existió la presencia de un núcleo familiar; en lugar de eso le sitúa en el epicentro de un misterio narrado con sobriedad casi poética.
También aparece la extraña vecina, Kei, rechazada en un principio, que mantendrá con él un romance casi furtivo. El viaje a Asakusa cambia las tornas del argumento; como si la magia del espectáculo de variedades al que asiste impregnara la realidad, Harada se encuentra de repente con un hombre de apariencia similar a su padre, incluso le invita a su casa de forma natural, donde espera una mujer igual a su madre. La clave del misterio es que ellos están muertos, pero Obayashi desliza esta fantasía espectral delicadamente por los cauces del melodrama.

El acercamiento es conmovedor gracias a su puesta en escena. Cuando Harada entra en la casa de esta pareja, que no son sino los espíritus de sus progenitores, sólo cunde el desconcierto y la confusión, pero cuando él, aceptando su presencia, regresa una y otra vez a visitarlos, ese hogar se transforma en un cálido refugio lejos del cinismo, la frivolidad, la envidia y el individualismo de la sociedad exterior. Este sentimiento llena las páginas del libro de Yamada, quien a través de él hace un viaje a la Asakusa en la que nació y se crió (su padre también era dueño de un restaurante).
Obayashi lo plasma como en aquellas obras que filmó en su ciudad natal, Onomichi: con especial atención en la nostalgia. El ritmo lento y el inadecuado escenario (¿no sería mejor reubicar esta historia en una estilizada era Taisho, igual que la trilogía de Suzuki?) impide mantener al principio un gran interés, pero así como Harada se ve arrastrado a ese imaginario situado al margen del mundo de los vivos es inevitable ser arrastrado por la atmósfera de la película, en particular durante los instantes compartidos como familia entre los protagonistas, que rezuman una pureza, una inocencia difícil de describir. Y la cual deja un poso de amargura ya que esa felicidad no es algo que pueda ni deba durar mucho más.

Y es que pende la amenaza de la muerte. Un espejo actúa de reflejo de una realidad aterradora, pero no se trata desde el horror, sino más bien desde la tristeza. Recuperando el anterior unas emociones nunca sentidas con tanta intensidad, ¿cómo abandonarlas ahora? El adiós, como siempre, es trágico. En un izakaya de Asakusa, Obayashi nos atraviesa el corazón con una secuencia de despedida que está entre las mejores cosas que haya filmado en toda su carrera (sin olvidar las brillantes actuaciones de Tsurutaro Kataoka y Kumiko Akiyoshi). El fallo más grande del guión, además de no preocuparse por el compañero de Harada, es el rol de Kei.
Hay algo misterioso flotando alrededor de ella, la única conexión que por ahora mantiene con la realidad...desgraciadamente el director, o Ichikawa, o quien quiera que fuese, derrumba toda la credibilidad del personaje en un clímax fuera de lugar y fuera de la trama cumpliendo así con las expectativas de los productores...pero que sólo produce la incómoda sensación de que su presencia debería haberse eliminado por completo (o haber tomado otro camino). En un pésimo remate, se tergiversa el sentido de la historia (la mujer, aun oculta en la incógnita, debería ser lo que aparta a Harada del mundo de los fantasmas...¡y no lo contrario!).

De todos modos el gran poder visual y la conmovedora narrativa hicieron del film todo un éxito de taquilla y crítica. Curiosamente el libro ha vuelto a ser adaptado en versión anglosajona (rebautizada “All of us Strangers“), con varios cambios sustanciales, sobre todo uno importante de género...
Y habrá captado el interés de muchos por su ocurrente temática oportunista...pero no el mío, ni lo más mínimo. Nadie reemplaza a Obayashi ni a la bellísima Yuko Natori.



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