Ficha Cara Robada


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Críticas de Cara Robada (1)




mahotsukai

  • 26 Feb 2018

7



Aceptable thriller dirigido por el legendario Terence Fisher, previo a su participación del ciclo de terror gótico de Hammer Pictures.

El cirujano plástico Philip Ritter cae perdidamente enamorado de Alice Brendt, una hermosa pianista que conoce durante sus vacaciones. Sin embargo, ante el rechazo de ésta, que está comprometida en matrimonio, Ritter reconstruirá el rostro de una convicta desfigurada haciéndolo idéntico al de Alice.

Tras el éxito de sus dos primeras películas con la mítica Hammer Pictures, los films noir “The Last Page” (1951) y “Wings of Danger” (1951), el futuro director de culto de terror gótico Terence Fisher (“La Maldición de Frankenstein”, 1957; “Dracula”, 1958) rodaría su tercer film a medio cruce entre el noir y el pulp, explorando una forma de thriller dramático basado en el desengaño amoroso y la obsesión como detonantes de una corrupción psicológica de su protagonista. El Dr. Ritter es un prestigioso y trabajólico cirujano plástico, profesional provisto de destacables valores éticos, que reparte su tiempo entre sus cirugías y su apoyo al sistema judicial británico, siendo vehemente partidario de la reinserción social de criminales y convictos.

A partir de una historia de Alexander Paal y Steven Vaas, y con guión de Martin Berkeley (“Tarantula”, 1955) y Richard H. Landau, Fisher presenta una historia de obsesión a partir de un personaje de ética prácticamente incuestionable y de correctitud esencialmente incorruptible que, sin llegar a experimentar un verdadero calvario, vivirá una experiencia definitivamente nefasta, al traspasar inesperadamente los límites de la ética médica y personal por un mero capricho personal. De esta forma, el futuro director de “The Mummy” (1959) expone la premisa de que todo hombre es propenso de corromperse como individuo, por mucho que haya demostrado la mayor de las éticas profesionales.

Así es, porque a pesar de rechazar operar a una adinerada mujer adulta que desea tener un rostro más joven para casarse, por cuestiones de inviabilidad clínica a pesar del dinero, y satisfacer su espíritu filantrópico ayudando a pacientes de escasos recursos y convictos a sanar literalmente sus cicatrices, otorgándoles así una nueva oportunidad, el Dr. Ritter no tendrá el menor de los empachos en satisfacer sus propios antojos al reconstruir el rostro de una mujer desfigurada en la II Guerra Mundial, convicta por varios atracos, y darle el rostro de la mujer que no puede tener, casandose con ella, con la excusa de estar dándole una nueva oportunidad para ser feliz.

Puede ser que en la actualidad parezca un poco tibia la crítica que Fisher realiza al personaje de Ritter, y de hecho lo es, sobre todo porque el guión no tiene un final kármico para el cirujano y se decanta por justificar el clímax del personaje de Lily Conover en la escena del tren que viaja a Plymouth, en el inevitable (y predecible, dicho sea de paso) enfrentamiento entre los tres, Philip, Alicia y Lily. Sin embargo, bien vale la pena contextualizar la época de estreno del film, inicios de los 50s, para comprender la visión tendenciosa del guión de ser demasiado duro con el personaje femenino y bastante más suave con el protagonista masculino, amén de la crítica al sistema penitencial británico, el que era cuestionado por su supuesta mano blanda con los criminales y asesinos.

Aún así, “Stolen Face” (1952) se aventura en presentar al personaje femenino de Lily Connover como una mujer de carácter fuerte que, aunque no podrá con su esencia delicuencial en esta nueva oportunidad que le ofrece Ritter, no tendrá problemas en enrostrarle su egoísmo y hacerle la vida, sino complicada, bastante difícil. Así es cómo Lily volverá con un ex amante, Pete, y se dará maña de robar una y otra vez, desde joyas hasta costosas pieles, hasta el punto de realizar fiestas sin consentimiento de Philip y desafiar su figura de autoridad. Fisher, entonces, justificará la actitud seudo pasiva y hasta condescendiente de Ritter con su complicada esposa, con una conducta de autorecriminación del cirujano, que se da cuenta de su grave error y decide dar un paso al costado.

Como sea, hasta este punto, se puede advertir algunas muestras de lo que será la visión narrativa de Fisher, más adelante, a fines de los 50s y en la década siguiente. Su atracción por lo monstruoso, en términos explícitos y metafóricos, con el médico que desea reparar la vida de una desdichada mujer, pero asimilándolo desde la perspectiva de lo que será posteriormente una de sus principales obsesiones, el rol de la ciencia y los científicos (o médicos) tratando de adoptar características divinas. Lo podremos ver en concreto y de forma más contundente en “The Curse of Frankenstein” (1958) y las secuelas que le siguieron, con el médico que abiertamente desafía a Dios y a la vida, y debe pagar caro por su osadía.

Ahora bien, cabe señalar que el guión tiene algunos problemas de coherencia y de ingenuidad narrativa, quizás propias de su época, como el móvil que termina uniendo a Philip y Alice (un resfriado) y una precipitada propuesta de matrimonio; que una concertista de prestigio se hospede en un pequeño hostal en la campiña británica cuando se supone que está de gira por las grandes urbes de Europa (Berlín, Bruselas, Amsterdam, etc.); o que Ritter pueda ubicar sin mayores problemas a Alice después de que ésta desapareciera al no recibir la propuesta de matrimonio del cirujano. Por lo demás, tenemos su abrupto final y la ausencia de un cuestionamiento policial en el lugar de la tragedia, dejando un epílogo que pudo haber sido mejor rematado en términos narrativos, no así en términos técnicos en donde se aprecia mejor el trabajo del fotógrafo Walter J. Harvey, con la secuencia del tren en movimiento.

De cualquier forma, “Stolen Face” (1952) cuenta con actuaciones correctas, comenzando por la icónica y bella Lizabeth Scott (Callejón sin salida”, 1947), en un doble papel, como la encantadora pianista Alice Brendt y la amargada convicta Lily Connover, que destaca por sobre el protagónico masculino de Paul Henreid (“Casablanca”, 1942; “Voyager”, 1942), quien ya había interpretado un papel muy parecido en “La Cicatriz” (1948). El reconocido André Morell (“The hound of the Baskerville”, 1959; “Ben-hur”, 1959) interpreta a David, el manager y prometido de Alice, que decide dejarla partir cuando se da cuenta que está enamorada de otro hombre. Completan el reparto Mary Mackenzie (“The story of Mr. Polly”, 1959), quien encarna a Lily Connover antes de la cirugía; John Wood como el Dr. Wilson, amigo de Ritter; y Arnold Ridley (“Dad’s Army”, 1968-1977) como el Dr. Russell, jefe de programa médico de reinserción social.

En resumen, una película menor dentro de la filmografía del gran Terence Fisher, pero en donde esboza lo que será gran parte del cine con el que sorprenderá al mundo a fines de los 50s e inicios de los 60s, en esta ocasión más cercano al thriller, que exploraría en sus primeros años tras la silla de director.



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