Ficha Dracula 0.9


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Críticas de Dracula 0.9 (1)




Diego Canós

  • 19 Jun 2012

10


DRÁCULA 0.9: LA BRISA

24 horas antes del noveno eclipse…

La obra de Bram Stoker es de sobra conocida por
todos. Es, más que un cuento de horror, casi un cuento
de hadas, por lo familiar que nos resulta. El mundo
entero se acostumbra, en la actualidad, a sus líneas
de acción inamovibles, o mejor dicho, a sus más
corrientes argumentos, edulcorados por sagas como
Crepúsculo, Entrevista con el vampiro o Underworld,
entre muchísimas otras. Sin embargo, y a pesar de que
estas películas indudablemente puedan poseer sus
propios aciertos, según opiniones diversas, la verdad es
que no aportan absolutamente nada nuevo, salvo por
un planteamiento muy distinto de la historia original.
Como buenos freaks del género, nos las tragamos con
patatas, como suele decirse. Pero, dentro de los fanáticos
de los bebedores de sangre, los más exquisitos, los más
exigentes, no sólo esperamos colmillos o teutonas diosas
neumáticas a las que se lapida con estacas de enormes
proporciones fálicas. Al final, el romanticismo puede con
todos nosotros, y queremos ver un Drácula auténtico y
nuevo, un Drácula que haga que nuestro mortal corazón
bombee histéricamente más sangre de lo corriente, con
una Lucy única como desencadenante del espectáculo.

Para mí, esto no lo consiguen la mayoría de las obras,
tanto literarias como cinematográficas, desde hace al
menos veinte años. He de decir que Drácula 0.9 sí lo
consigue, y me voy a atrever, aun a riesgo de pareceros

demasiado subjetivo, a mostraros el porqué. Y lo haré
partiendo de lo que más me ha sorprendido a nivel
interpretativo: Nathalie Legosles, nuestra Lucy. De
entrada ya no hablamos de la clásica Mina, la heroína
pura intermitente, sino de su lujuriosa amiga victoriana.
Ella es simplemente eléctrica, pura energía, y no creo que
os imaginéis siquiera a lo que me refiero, yo tampoco fui
capaz de sospecharlo. Es para verla, sin más paliativos…

Dracula 0.9 es tanto una historia de misterio donde todo
es posible como una canción de cuna maravillosa por su
gran belleza. Un opar dentro del cine español, como un
Albatros B. II aterrizando en pleno Medievo. Todas las
adaptaciones del relato, hibridado con el mundo mágico,
la sensación fantasmal y pestilencias del gran señor de
Baltimore, vividas por el vampiro más famoso de todos los
tiempos, se vinculan en una sola y única representación,
como si de una galería de exorcismos inevitables se
tratase. Un psicomanteum donde nos vemos curados
y salvados de nuestra propia aflicción, la falta de un
verdadero cuento gótico con sus tenebrosos y hermosos
seres, sintetizado no sólo en su narrativa tradicional y
legendaria, sino genuinamente cinematográfica. Dracula
0.9 es una retrospectiva mejorada, ampliada y renovada,
con una esencia que rescata lo sublime de ambos mundos
fundadores del horror moderno, el del misterioso Bram
Stoker y el del mágico pensador Edgar Allan Poe, todo, a
través de los ojos de su creador: Emilio Schargorodsky.

Su estética es vaporosa, como una aparición, una galería
de ectoplasmas de otro tiempo que pasean románticos,
pulcros, más claros que nunca, más intrínsecos y
verdaderos de lo que han sido en las últimas décadas,

ante nuestros inocentes ojos. Siempre recordaré uno
de los primeros trabajos en solitario que vi de Emilio, se
llamaba La leyenda de los baños del Carmen. Aquí, estos
humildes baños del Carmen se han optimizado en un film
de hora y media. Pero, cómo sabes elegirlas, dice Paul
Lapidus. Un Van Helsing retratado para la posteridad con
unos planos al atardecer dignos del mejor Sergio Leone,
que además lucha como un condenado y hasta se atreve
a hacer alguna llave en sus combates. La colaboración
de unos artistas marciales como los Dasz es innegable en
toda producción de Schargorodsky que se precie.

Por otro lado, el hecho de transformar al personaje de
Renfield en el simbólico de un violinista callejero resulta
casi totalmente cardinal, arriesgado y radicalísimo,
ateniéndonos a los hieráticos academicismos de las
adaptaciones de Stoker. Nos indica, por descontado, que
algo está cambiando con este 0.9. Al igual que el doctor
Seward, que siempre habla mucho, y aquí es mudo. ¿Será
la música que amansa a las fieras más espantosas el
sustitutivo alimento de un ser de la noche? Puesto que
la música del film es realmente exquisita, compuesta por
todo un maestro y ejecutada por una verdadera orquesta.

Las moscas ya no son suficiente, Renfield. La esencia del
maldito progresa, ampliándose, revelando como en toda
la obra muy diversas capas todavía por desplegar. Pero,
Legosles hace que nos transmutemos irremisiblemente
en vampiros sedientos de todo cuanto sea suyo al verla.
Todo cuanto pertenezca o esté ligado a ella. ¿Es que el
cine de entidades chupasangre había quedado en verdad
tan cómodamente aletargado que estamos delirando?
Pues…No. Esto es Drácula 0.9, dirigida por Schargorodsky,

y protagonizada por la vibrante Nathalie Legosles.

Creo que me va a resultar muy difícil olvidar a esta gran
y joven actriz. Ese Demeter moderno por el que pasea en
cubierta con su inmaculada ropa blanca al viento hasta
llegar a la proa, con el trotar de las olas azules, quita
el hipo. No provoca una erección visual súbita, sino un
infarto interno. Es un cuadro digno del Louvre. Del mismo
modo que supone el verla con tan sólo una tela escarlata
cubriéndola a medias el cuerpo en las oscuras mazmorras
de un castillo, o vestida al más puro estilo de la Minelli,
acompañada por música propia de la tierra de los sueños.

Es ese justo efecto el que debe inducir una verdadera
Lucy, una impresión atemporal a la que queden bien
todos los lujos, incluso los trajes de época de Madame de
Pompadour. Quedando regados por sus lágrimas sobre el
papel todos los malsanos y cachondos fetichistas que la
contemplamos con el afán de unos serviciales corderitos,
completamente alienados. Nos convertimos, también,
en unos verdaderos cabríos hechizados por este pobre
ángel oscuro, una criatura de la noche tan humana como
críptida. Un ángel oscuro que nos conmina a la adoración
de su sangre y de su sexo, haciéndonos aguardar las
emociones más fuertes sobre la faz de la tierra, y que
nos permite ser testigos clave de su evolución de cándida
inocente a auténtica Bathory. Obviando así, su natural
paso de niña a mujer, yendo, con ello, más allá de las
fronteras de la cordura que nos convierten en lo que
somos: Seres diáfanos, tan lejanos de los ángeles como
del infierno. Unos mediocres en la pirámide evolutiva…

Cómo olvidar tal compenetración con su director de no

ser porque ella misma lleve dentro de sí algo de todo esto,
y él algo de Drácula. Cómo olvidar ese manto rojo sangre
dejando entrever sus dulces pechos aromatizando ese
atrio desierto, atávico y polvoriento, cuya escena ya ha
hecho historia en las mentes de quienes lo hemos visto.

No es obsesión, es la sacudida de haber sido testigos de
un espectáculo de enamorados absolutos del verdadero
cine que, debido a su infinita pasión, han sabido crear una
obra de tal calibre. En la naturaleza está la verdad…

Drácula 0.9 es un trabajo monumental que sorprende
por su faraónico lujo de detalles, su riqueza técnica y su
límpido conocimiento de la exposición a lo sombrío y
oculto. Es una obra que hace posible lo imposible, como
digo. Sangre, tiempo, eternidad…

Tus ojos rojos, sin rayo…Los prefiero mil veces a los verdes
de mirada serena de tantas películas genéricas…Como
prefiero un detalle de altura tal que los maravillosos
cuadros vivos, recordando a los Usher, en los que
aparecen Jess Franco y Lina Romay, la eterna Comtesse
Noire. Es todo un homenaje, y la forma más clara de
escenificar que unos dioses de la experimentación y la
originalidad puedan cobrar vida con una simple y atractiva
pintura sin siquiera hacer acto de presencia. Todo, entre
unas tenebrosidades expresionistas dignas del mismísimo
Caligari. No es de extrañar que el propio Jesús Franco
alabe el trabajo de Schargorodsky. Ha sabido asimilar al
maestro, creando su propio estilo, su propia razón de ser.

No entres aunque te lo pida a gritos, advierte Paul
Lapidus, el ya hombre de negro español…Lapidus/Van
Helsing se enfrenta a una galería de espectros proyectada

por una infectada Legosles, y sobrevive. Sin duda, es
evidente que su personaje es más que humano. Es lógico
que la historia de Stoker a través de las épocas resulte
cíclica, siempre se repite, y en consecuencia, surge como
una tradición poco temeraria. Drácula 0.9 rompe con este
moderno estereotipo, cerrando su paso por la Hammer
o la Universal, por John Badham, Francis Ford Coppola o
Naschy, configurándose como su innovador capítulo final.

El bucle queda destrozado, se rompe ante los ojos de ese
pobre ángel negro, incorporado, aunque yo, más bien
diría, vivido, por Legosles y Emilio. En la culminación del
que ya se ha reafirmado como todo un autor patrio, y
pronto, internacional. Su poder poético promete hacernos
disfrutar al límite del delirio…Le aguarda una gran carrera
que sólo podría desvelar su particular idioma draculiano.

Y qué decir de su personaje estándar, el protagonista
eclipsado por su Lucy. El Drácula rasurado de Kike Sarasola
se renueva de manera exponencial, más que en la misma
experimentación o vena cínica de aquel, en su ascetismo
hacia la oscuridad. Bravo por Caffarena, maestro, mano
derecha del proyecto, y verdadero no-muerto. Un
Nosferatu flamante, por antonomasia, más comiquero
que bizarro, como debía ser, como era necesario.

Dracula 0.9 toma lo excelso del mito, y expulsa el corsé
costumbrista y canónico de sus adaptaciones que lo hacía
frío y vetusto. Opta por su verdadera esencia, hermanada
con Poe, emplazándola en la magnífica geografía sureña
de Andalucía que lo hace inconexo con cualquier cosa que
se haya visto antes, alumbrando un espectáculo novísimo,
serio, rico y muy sustancial dentro de su mismo universo.

Recordad las sombras finales de Legosles sobre Caffarena,
por dios bendito. Irradian el deseado y realista coito entre
el vampiro y su reina. Nada venéreo, con la muerte del ser
original todo regresa a la triste normalidad. Lucy vuelve a
sentirse humana, y sólo visita una tumba solitaria…

La brisa, la respiración de Dios, está quieta…Todo esto es
Drácula 0.9. Un logro definitivo del terror sentimental…

Diego Canós



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