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Ficha Midnight Eye: Gokû

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Críticas de Midnight Eye: Gokû (1)




Mad Warrior

  • 24 Jan 2021

6



De la mano de Yoshiaki Kawajiri, como no podía ser de otra forma, viajamos a un Japón situado en un futuro cercano, de gran avance tecnológico y en cuyo submundo se ocultan los más aberrantes secretos y peligrosas amenazas.
¿Y qué mejor guía que el detective Goku Furinji, el hombre del ojo cibernético?

El director ya había alcanzado un buen estatus dentro del universo de la animación en aquellos finales de los 80 gracias a ¨Wicked City¨, un trabajo excitante y visualmente satisfactorio, adaptación de las obras de Hideyuki Kikuchi, además de regalar a los fans un pequeño divertimento igual de oscuro y fascinante como ¨Demon City¨. Tras esto, finiquitaría la década sin desligarse todavía de las aventuras ¨cyberpunk¨ a las cuales ya se había habituado con un encargo de Toei Video y MadHouse: plasmar el célebre cómic ¨Goku¨ del artista Buichi Terasawa (también creador de ¨Cobra¨ y ¨Ninja Kabuto¨), publicado poco antes.
Con guión del propio autor original, esta adaptación se realizó en dos OVAs lanzados directamente al mercado del vídeo, que cubren dos arcos concretos del cómic. Este primer ¨episodio¨ empieza presentándonos al personaje y el escenario donde trabaja, y lo hace además con una secuencia inicial que vuelve a dejar patente las habilidades de Kawajiri como animador y narrador y su gusto por la estética y la puesta en escena, pues eso es lo que siempre ha caracterizado a todas sus obras (incluso por encima de cualquier lógica argumental).

El protagonista aparece persiguiendo a un contable bien vestido cuando de repente se enzarza en una pelea con él descubriendo un brazo mecánico. Escenarios oscuros, trazos grotescos, violencia extrema y planos rápidos; trepidante secuencia para abrir boca en una trama que no deja de seguir los cánones más vistos y oídos de la novela ¨hard-boiled¨, con ese detective duro, cínico, huraño y socarrón que parece sacado de las páginas de Carr o Hammett, entrometido en una serie de misteriosos asesinatos de investigadores y policías camuflados como suicidios.
Historia casi siempre desarrollada en las tinieblas de la noche y entre los sucios recovecos de oficinas, parques solitarios, pubs o clubs de ¨striptease¨ que podría llevarse al Chicago de los años 40 pero que está situada en la Tokyo de un 2.014 atestado de aberrante imaginería ¨cyberpunk¨, donde no pueden faltar los cyborgs, las pandillas callejeras, los poderes psíquicos, la ciudad bañada en el brillo de los neones, los vehículos y armas futuristas y demás tópicos del género maravillosamente bien explotados por el bueno de Kawajiri. Y en el epicentro de la intriga un maestro de ceremonias llamado Genji.

Este responsable de muchas operaciones ilegales es una perfecta crítica a los poderosos hombre de negocios que logran ganarse el respeto ante la sociedad ocultando sus horribles artimañas (la historia de soltar un virus letal en un país enemigo usando a cisnes como portadores logra poner los pelos de punta por su extraña credibilidad...y más aún hoy en día). El contrapunto dramático y romántico viene dado por una mujer muy unida al protagonista, como es lógico: Yoko, atractiva y fuerte agente de policía también relacionada con los casos de los suicidios.
Personaje que sólo servirá para alentar al protagonista a descubrir y acabar con los villanos (otro tópico de estos argumentos). El cariz más puramente futurista viene dado cuando nuestro detective pierde el ojo izquierdo y es reemplazado por uno cibernético capaz de acceder a todas las computadoras y sistemas electrónicos del Planeta; no se nos dice en ningún momento quién le ayuda ni parece que haga falta, simplemente disfrutamos viendo a este intrépido detective volverse aún más implacable gracias a sus nuevos dones.

Aventura inundada de colores rojos, negros y azules (los preferidos del director), concisa, salvaje e intensa tanto como ilógica y disparatada que apuesta por la velocidad, lo bizarro, el sexo y la violencia como principales ganchos para atrapar al fan de la animación.
Junto a su segunda parte, realizada poco después del éxito de la que nos ocupa, se convierte en un divertimento de primera y un buen trabajo de Kawajiri dentro de su filmografía clásica. No se le puede pedir más.



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