Ficha La Puerta de la Carne


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Críticas de La Puerta de la Carne (2)




Mad Warrior

  • 3 Jun 2020

8



El olor de la decadencia, el sonido de la degradación, el sabor de la pobreza, ruindad y desesperación que ha dejado la guerra en la civilización es abrumador y resulta imposible escapar de él.
Entre los esqueletos de lo que un día fueron ciudades sólo existe un mundo: el de la avaricia, el asesinato, la delincuencia, la suciedad, los sueños rotos y el comercio de la carne.

Hay por ahí un buen puñado de directores nipones que no figuran en la lista de los más brillantes pero que sin duda merecen descubrirse; artesanos especializados en producciones independientes, de serie ¨B¨ o bajo presupuesto que sorprenden por su inventiva, por su innovadora y audaz técnica que les hace representantes de un nuevo tipo de cine, más arriesgado, más provocativo. Son los que pertenecen a una especie de ¨nueva ola¨, y ahí podemos hallar a Kaneto Shindo, Masahiro Shinoda, Hideo Gosha, Nagisa Oshima, Hiroshi Teshigahara, Yasuzo Masumura o Seijun Suzuki.
Este director, maestro sobre todo en las películas de yakuzas y criminales, siempre se ha caracterizado por sus imaginativas propuestas, plasmando sus historias con un humor muy irreverente, una dura crítica a la sociedad llena de realismo pero combinando eso con unas atmósferas surrealistas, extrañas. A pesar de que la Nikkatsu era bastante inflexible y de que el presupuesto del cual disponía el cineasta no era precisamente holgado, conseguía dotar de un personalísimo sello a sus films, y eso era porque no tenía dificultades para ser original.

De él y su cine bebieron cineastas como Takashi Miike, Quentin Tarantino, Takashi Ishii, Sion Sono o Takeshi Kitano. ¨La Puerta de la Carne¨ es quizá una de sus más conocidas películas junto con ¨Marcado para Matar¨, donde lleva a la pantalla la famosa novela de Taijiro Tamura, la cual fue adaptada muchas veces al cine. En ella no se nos cuenta otra cosa que la reconstrucción del mundo destruido por el conflicto bélico, en concreto de ciudades japonesas como Tokyo, que vivieron el caos de la 2.ª Guerra Mundial, donde las gentes, refugiadas entre los esqueletos de lo que otrora eran edificios, no tienen otro método para subsistir salvo el pillaje, el asesinato, la prostitución o el comercio ilegal.
En todo este pequeño mundo donde la anarquía campa a sus anchas la historia se centra en un grupo de viles prostitutas que simpatizan con un criminal superviviente de la guerra. Este es el universo que se nos presenta en el film, retratando Suzuki de una manera brusca y amarga la situación de esas personas empujadas a vivir de lo que la calle les daba. Pero si algo hace interesante a esta ¨Puerta de la Carne¨ es por el poco corriente y llamativo estilo del que hace uso su director; puede que sea una película muy fiel a la realidad pero a la vez se destapa lleno de momentos donde cobra importancia lo surrealista, lo ilusorio.

Vemos secuencias que se asemejan enteramente sueños, impregnadas de colores vivos y sugerentes heredados del cine de Teinosuke Kinugasa (las cuatro chicas hablando del hombre y detrás esos fondos rojos, verdes, del mismo tono que sus vestidos) y otras donde se mezclan la visión real de los personajes con sus propios pensamientos, deseos o elucubraciones, como cuando Maya observa a ese borracho de Shintaro bailando y aparece superpuesta la imagen de su hermano con el uniforme de soldado. Destaca también el uso de un humor negro a veces demasiado incisivo e irreverente, de una alta carga erótica que servía para recalcar las libertades de las que gozaba el cine nipón por entonces, y como no Suzuki adereza de cinismo, hipocresía y abyección los diálogos o las acciones de sus protagonistas.
Hablando de los personajes que van y vienen por la pantalla, y los cuales la trama no termina por centrarse en ninguno de ellos en concreto (a pesar de estar narrada la historia por la joven Maya), no son simpáticos ni mucho menos, ni leales tampoco, sino despiadados, guiados por su codicia, envidia, desconfianza y tan desagradables y sucios como las ruinas donde procuran sobrevivir en su día a día. El cuarteto de prostitutas formado por Sen, Maya, Mino y Roku no tiene nada que ver con el que aparecía por ejemplo en ¨La Calle de la Vergüenza¨ de Kenji Mizoguchi (que lograban nuestra simpatía).

Son difíciles, vengativas, brutas, muy odiosas, sujetas a unas estrictas reglas que mejor no romper, y en el fondo sin respetar nada salvo su individualidad. Satoko Kasai, Yumiko Nogawa, Kayo Matsuo y Tomiko Ishii las interpretan de manera directa, violenta y realista. Si hay que destacar algunas de las escenas que juntas protagonizan es ese castigo brutal (que recuerda inevitablemente a aquel desgarrador clímax donde se pega una paliza ante la iglesia en ruinas a la protagonista de ¨Mujeres de la Noche¨) impuesto a la pobre Machiko, la más compleja de las féminas del film, encarnada por la hermosa Misako Tominaga.
Joe Shishido, un habitual en el cine de yakuzas (y asiduo colaborador de Fukasaku y Suzuki), queda genial como el duro Shintaro, con un personaje en la misma línea de los que también interpretaban sus contemporáneos Bunta Sugawara o Tetsuya Watari. El de ese sacerdote, al que da vida Chico Rolando, es para enmarcarlo (reflejo de la crítica a la falsedad de la religión que también se disponía en las miras de Suzuki), y que queda más que evidenciado en aquella cruda escena donde al final es arrastrado a tener relaciones sexuales con Maya.

Tal vez no estemos ante una joya del cine japonés, pero igualmente es importante de descubrir tanto como otros títulos nipones de más repercusión o trascendencia.
Aunque ¨La Puerta de la Carne¨, más que satisfactoria, sea una experiencia desesperante, sádica, obscena, violenta, sucia, visceral y demoledora, es, fuera de duda, toda una experiencia.



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bigladiesman

  • 11 May 2018

7


Con la Shintoho y Teruo Ishii fuera de circulación, la antiquísima productora Nikkatsu se convirtió en la reina de los yakuza eiga gracias básicamente a la serie Mukokuseki Action, que ofrecía al público cine negro de yakuzas basado en la acción. Los reyes de dicha serie eran el director Seijun Suzuki y el actor Joe Shishido, toda una estrella y leyenda del cine japonés de género.

En esta película sobre unas prostitutas hechas a si mismas y sin depender de ningún chulo que sueñan con convertirse en una poderosa banda callejera, el personaje interpretado de manera contundente por Shishido es un cabo veterano de guerra corrupto, violento, tiránico e ingrato que se convierte a la fuerza en el jefe del grupo y encima enamora a todas las putas del grupo (cada una de las cuales con su propia personalidad y un color que las define). En éste destacan especialmente dos actrices: la debutante Yumiko Nogawa, sempiterna secundaria de la Nikkatsu, y Eimei Esumi, que también sobresale entre sus compañeras, aunque todas lo hacen estupendamente.

Adaptación de una popular novela de Taijiro Tamura que había recibido ya varias versiones en la pantalla, la película sigue al dedillo las reglas del noir a la japonesa, dureza, gran carga erótica y entretenimiento, pero incorpora elementos novedosos (a Suzuki le costó muy caro intentar ser innovador en este aspecto), con secuencias que resultan incluso abstractas (nada que no se hubiera hecho antes, pero en una peli de yakuzas, entonces era novedoso. Ahora, con Kitano o Miike, es habitual). Históricamente muestra bien cómo era allí la vida de posguerra: la miseria, las prostitutas que se lanzan sobre los soldados americanos mientras los currantes los provocan cantándoles “La internacional”, los yakuzas beneficiándose de la gente para enriquecerse con facilidad, los pobres teniendo que robar para comer, la tonsura siendo aún aplicada como símbolo de deshonra entre las bandas callejeras…

A nivel técnico, como era habitual en este tipo de películas, “sordidez” es la palabra que mejor describe lo que vemos en pantalla: decorados simples y feos que intentan reflejar una situación que en ese año 1964 en que Tokyo se dio conocer al mundo como urbe moderna y que miraba al futuro seguía vigente, solo que en una ciudad ocupada por los EE.UU.

Buen drama de posguerra con muchos elementos eróticos y que camufla con audacia su evidente falta de presupuesto.



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