Los viajes de Lucas Ventura

Por Javier Bocadulce

Los viajes de Lucas Ventura representan, usando el modelo de viaje temporal, más o menos mágico, más o menos interpretable como sueño aleccionador, una especie de guía histórica por nuestro ignoto pasado, ese pasado a veces brillante, a veces bochornoso, pero injustamente olvidado por muchos, y que merece ser conocido; así, a Lucas, adolescente cacereño de 13 años, sólo le fascinan lo televisivo y lo actual en sus aspectos más banales; la historia de Extremadura, pese a pertenecer él a una comunidad muy importante en el devenir de los acontecimientos sociales y culturales de nuestro actual país, le parece algo insulso, hasta que un hecho mágico y surrealista le haga deambular a través de los siglos: extrañas cartas empiezan a llegar dirigidas a él, enviadas por nadie sabe quién, con misteriosos mensajes y monedas en el interior de los sobres, que le permiten viajar en el tiempo, tras un íntimo ritual, con el engarce de repentinos desmayos entre viaje y viaje.

El conducto epistolar, envuelto en una sombra de misterio y acompañado de la presencia numismática, sustituye a la arquetípica nave del tiempo, con una evidente finalidad didáctica en la que las cartas representan al autor- ¿o no?-, y Lucas nos simboliza a todos, ignorantes de nuestro apasionante pasado.

Recomendable tanto para los que presumiendo de pertenecer a esta dura pero grata tierra, pequemos a veces de ignorancia respecto a su auténtica grandeza, así como para aquellos forasteros que puedan sentir curiosidad por conocerla mejor. Se trata de una atractiva combinación lúdica, histórica, de ciencia ficción y algo más que didáctica: una reflexión sobre el poso formado por lo digno y lo indigno, lo admirable y lo deleznable que conforman lo sustancial de cualquier sociedad en cualquier época, y que son elementos a tener en cuenta en su totalidad, al enfrentarnos al conocimiento de nosotros mismos y a nuestra herencia genética, más o menos desconocida que, no obstante, configura la sustancia de nuestro presente.

El viaje es, per se y como elemento metafórico, siempre un camino hacia el conocimiento; desde que el hombre es hombre, sus ansias de saber son inextinguibles, y ejemplo de ello son los múltiples referentes literarios. El caso de Lucas recurre al atractivo de la ciencia ficción como eficaz cebo para el lector, curioso como al fin lo es el mismo adolescente.

El autor disemina, a lo largo de los viajes de Lucas, variada información que algunos manejarán como conocimientos ya poseídos con anterioridad a su lectura, pero que en la mayoría de los casos, sorprenderán a lectores autóctonos por su importante e ignoto calado; es una novela de ciencia ficción que nos acerca a una realidad olvidada y tumultuosa, cuyos restos pétreos tienen mucho que contar, más allá de su atractivo estético.

La mejor máquina del tiempo se engrasa con la cultura, pero sus émbolos son la memoria: los recuerdos protegidos son la cálida manta que, en función de la emotividad acumulada, abrigan con mayor o menor sensibilidad los anhelos y objetivos. Así lo muestra mi paisano en esta novela de formato de ficción científica, con viajes espacio-temporales, que ahonda en la necesidad de conocer los relieves más intrincados de nuestro pasado, con sus luces y sus sombras: Mérida, con la presencia de una grandeza pretérita que la convirtiera en una segunda Roma; el nacimiento de Badajoz como un sueño árabe de libertad; Guadalupe y su simbolismo de universalidad. Cáceres, como testimonio tenaz de la herencia de los anhelos logrados en un mundo recién descubierto por aguerridos aventureros; las cruentas conflagraciones por la libertad en la Albuera; los legendarios conquistadores, presos de sus sueños y esclavos de las intransigencias y violentos prejuicios de su época, a punto de alistarse en Trujillo hacia las Américas...las injustas penurias de los judíos, la extorsión y el caciquismo al que se enfrenta el pueblo a principios del siglo XX. Y, finalmente, la realidad de su tiempo, por la que un ciudadano nuevo, Lucas, habrá de conducirse, ya sin cartas, pero con una formación personal más completa.

En resumen, debo decir que me acerqué a esta publicación con algún reparo, calculando un encuentro con un tochete de 400 páginas, en versión libro de bolsillo, que abandonaría a los pocos párrafos. Pero ocurrió al revés: el estilo es suave, ligero, atractivo como en las mejores novelas de aventuras. Sé que es un tópico, mas es cierto que te atrapa de inmediato. Cumple a las mil maravillas con todas las expectativas: informativa sin empalago, aderezada con una acción cuya definición se va perfilando paulatinamente, esta novela, por su conciso acierto en objetivos, me ha resultado magistral.


Comentarios (1)



     

Rafaelillo
#1

Me han ¨obligado¨ a leer este libro en el Instituto, al terminar he sentido necesidad de saber algo más sobre él y he dado con tu página. Coincido mucho con tu análisis, a mi este libro me ha parecido genial. Te engancha muy pronto y a pesar de lo grande que es te quedas con ganas de más, hay capítulos en los que te resulta imposible dejar de leer, he vuelto a alguno de los lugares que se relatan en la novela y lo he hecho desde una mirada distinta, mucho más profunda. Muy recomendable y no solo para los que quieran profundizar en la historia de Extremadura sino para el que le gusten los libros de aventura y quieran pasar un buen rato, además aprendiendo. Una sorpresa. Me encantaría que tuviera una segunda parte.


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