Yo, mi, me... contigo

Por Javier Bocadulce

Para celebrar que estamos, un año más, ante la fecha que festeja los puros sentimientos del amor entre dos seres, traemos hoy la reseña de una obrita jocosa- que combina como tema central este sentimiento con unos toques surrealistas de lo más descacharrante -escrita por el autor de la divertidísima "Maldito Karma".

Rosa es una mujer del siglo xxi. Shakespeare, varón del s. xvi. Alma, cuerpo, mente...

Rosa es una mujer cuyos sentimientos están hechos trizas tras la entrega de su enamorado - Jan -,en brazos de otra, Olivia, más grácil, a la moda y guapa.

Shakespeare es un escritor, aún no muy conocido, siempre metido en líos de faldas...

Rosa tiene un buen amigo: Holgi, un homosexual que la saca siempre de todos los malos rollos.

Shakespeare tiene un gran amigo, Laupe, que le auxilia continuamente en sus incertidumbres y malos pasos.

Dos cuerpos en dos épocas distintas. Y dos mentes...pero una sola alma. Yo, mi,me...contigo, de David Safier, es una surrealista fantasía armada con la desesperación de los amores no correspondidos en la que Rosa descubre, acompañada de su fiel amigo Holgi, un espectáculo de regresión hipnótica, efectuado en un recinto ferial, a todas luces un fraude flagrante ejecutado por un farsante - ¿o no?- que, no obstante, conmociona a Rosa, dispuesta a creer en los efectos balsámicos del espectáculo que, ya en reunión privada, el hipnotizador le garantiza si se pone en sus manos. El resultado es una incongruencia, pues no es una simple regresión mental: envía su mente hacia el siglo xvi, incrustándola en el cuerpo que en aquel entonces ocupaba su alma, el "cascarón" de Shakespeare, desplazando la mente de William por momentos, hasta conocerse dentro del extrañamiento. De este atolladero - y de ese siglo- , Rosa sólo podrá escapar cuando conozca el verdadero amor. El proceso es exitoso, por tanto; regresa a una vida anterior, descubriéndose en el papel del genio teatral, mas no lo contempla desde fuera, sino que ocupa el cuerpo de Shakespeare, con su propia conciencia de Rosa, aunque compartiendo la envoltura carnal con la mente de William.

Ahora: un cuerpo, un alma y dos mentes. Generalmente, la mente de Rosa controla el cuerpo de Shakespeare, pero escucha la voz infatigable de la mente de William. Sólo cuando Rosa duerme, la mente de William controla el cuerpo del dramaturgo. Rosa se ve de pronto en un cuerpo y una época desconocidos, envuelta en una trama política que pretende usar a Shakesperare desde dos bandos opuestos: el español, con amenazas; el británico, no menos amenazante. Habrá Rosa de hacer de intermediaria "celestina" entre el conde de Essex - curiosamente, el cuerpo ocupado por Jan en el siglo xvi - y la condesa María - el trasunto de Olivia del xxi -. En fin, un lío genial para una comedia de enredo jugosísima.

Como dice Safier, prescinde de la rigurosidad histórica buscando un toque cómico que se desarrolla sin trabas: " aquel teatro era muy distinto al de nuestra época; allí se trataba de entretener a la gente, de ofrecerles emociones, y no de rollos macabeos abstractos para culturetas".

Rosa descubrirá, alucinada, que las personas que le acompañan en su presente, igualmente tuvieron otra vida en aquella lejana época y, curiosamente, también sus relaciones sociales se movieron dentro del mismo círculo. Los embrollos que su presencia en el pasado originan, crean una doble función para el lector: éste va a disfrutar como tal, en cuanto consume una historia divertida y sugerente, y como espectador de una obra de teatro, una comedia de enredo, con sus lances de capa y espada, situaciones bufas, el toque siempre manifiesto e imprescindible del amor, aderezado todo con un combinado de detalles más a tono con nuestra época actual.

En el siglo xxi, la protagonista forma parte de un cuarteto - Rosa, Jan, Holgi, Olivia-, que se corresponde directamente con los personajes principales en el xvi: Shakespeare, Conde de Essex, Kempe y la condesa María. Essex ( Jan en el xxi) está enamorado de la condesa (Olivia en el xxi ), pero la condesa está prendada de Shakespeare (Rosa, en el xxi).

Parece que David Safier no pretende que en sus palabras se vea la intensidad de un recuerdo; la felicidad es un instinto tan inasible como el viento: puede sentirse, mas no aferrarse a él, como el amor. Rosa se presenta como una especie de Bridget Jones, y aborrece la insensibilidad de los hombres; pero descubre bajo la vulgaridad del trato de Shakespeare un alma atormentada por el veleidoso trato de las mujeres, que dejaron su corazón como un trapo.

Tenemos ante nosotros, pues, una novela muy compacta, entretenida, distendida, desbordante de emociones puras, aventuras trepidantes, con un ritmo muy vivo al servicio de una historia que reclama protagonismo para los sentimientos puros, como bálsamo intemporal a cualesquiera que sean los males que nos acechen, sean éstos originados por el devenir natural de los tiempos o por la infausta mano humana que los imponga artificiosamente. El mensaje es que una persona puede sentirse completa cuando se admite a sí misma, haciendo posible que sus sentimientos hacia el prójimo se manifiesten desde el respeto, permitiéndole así acceder al estado más feliz posible.


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