Autómatas: La mecánica del corazón y La invención de Hugo Cabret

Por Javier Bocadulce

Autómatas

A veces ocurren cosas sorprendentes, como guiadas por manos ajenas y manipuladoras de los actos que intuimos originados en nuestro libre albedrío. Tomé un libro de mi estantería, llamado "La mecánica del corazón", calibrando seriamente si su aspecto no debería inducirme a reservarlo para la lectura de mis sobrinos. No obstante, decidí darle una oportunidad, y no me arrepentiré nunca de haberlo hecho. Toda esta parrafada viene a colación de mi resolución posterior...creí recordar otro libro que no había leído aún, y podría estar relacionado con la temática de referencia de "La mecánica del corazón". Al fin y al cabo, la novela de Malzieu abordaba en cierto modo el complejo mundo de los autómatas, aunque fuera sólo de refilón. Lo curioso de todo esto es que, tras finalizar mi lectura de "la novela de Malzieu, inicié la de "La invención de Hugo Cabret", con la sorprendente coincidencia de la presencia en ambas de un personaje común, de hecho, una persona real: Georges Méliès, pionero del cine, que abrió un camino impresionante al mundo de la fantasía en el séptimo arte.

La mecánica del corazón, Mathias Malzieu

Exquisita, sutil, dulce, amable, bella y, a la vez, impactante, sin rehuir a la necesaria crueldad de una narración para niños que superaron la edad supuestamente adulta. Incluso hay alguna imagen levemente erótica, como cuando lamen al protagonista la manecilla de los minutos...

Es la historia, contada en primera persona, de un chico que nace en la noche más fría jamás recordada en Edimburgo; un hecho que propicia numerosos accidentes por congelación. Jack, el chico en cuestión, nacerá con el corazón congelado, y la partera que le asiste se lo cambiará por un reloj de madera, con los inconvenientes que su fragilidad le ocasionará a lo largo de su vida: el amor está prohibido para él. Cualquier sufrimiento deviene en un peligro mortal. En este sentido, hay que destacar imágenes que recuerdan a los célebres personajes de dibujos animados dentro de la serie de los Simpson, "Rasca y Pica", como cuando se describe la escena de un pájaro que cae al suelo, congelado, produciendo un sonido abominable. Así, no faltan detalles algo "gores" para lo que se espera tras visualizar la cándida portada, en la que se han utilizado dibujos de una ingenuidad inquietante. Para recalcar esta situación, el autor recurre a que los personajes infantiles expresen sus sentimientos con palabras de adulto. El protagonista conoce a George Méliès, primer cinematógrafo y padre de los efectos especiales, y además, relojero enamorado. Jack parece una especie de Forrest Gump, cruzándose con personajes históricos: se encuentra con Jack el Destripador en un tren, como en una especie de pesadilla.

Se trata de una narración brillantemente ejecutada, alejada de la lágrima fácil, empeñada en sorprendernos con vueltas y más vueltas de tuerca. No es una novela infantil. Hay mucha crudeza, sufrimiento y violencia entre sus lineas, destilados con una pureza y una sensibilidad que minimizan su ingente peso. Nunca es fácil saberlo, pero intuyo que en este escritor se cumple la máxima que da carta de naturaleza a su objetivo: escribir ha de responder a una necesidad, es obligatorio que se convierta en un vicio para el propio escritor; es como si Mathias creyera que uno debiera pagar por ejercer tan bello arte, condenado a no respirar si no escribe, y buscará la perfección para emocionar, no para recibir halagos fatuos. Acaso un abrazo o un casto beso en la mejilla, en señal de agradecimiento. De humor macabro, esta novela sorprende por cómo ha sabido congeniar el influjo de un drama social con la fantasía más ingenua, tierna e infantil, aderezada de momentos con guiños al cine o a la narrativa de ficción. Inicié la lectura de " La mecánica del corazón " realmente intrigado: no sabía si resignarme al encuentro con una " un poco ñoña " historia para pequeñajos al estilo, sin embargo, depurado y encantador de Tonke Dragt o Cornelia Funke; o si debía esperar alguna sorpresa, que es lo que definitivamente sucedió...: su humor ácido y corrosivo, sus patadas bruscas a la realidad la convierten en una lectura "necesaria" para el amante de lo macabro, aunque venga dentro de un envase recubierto de preciosismo con el toque del amor...Es una novela de historia bestial enfoscada, muy bellamente escrita. Cada frase parece el resultado de horas de trabajo escultórico, con un acabado a la vez brillante y natural; una especie de experimento fraguado por un genio similar al de Tim Burton - guardando las distancias en lo que a surrealismo se refiere, pero no en la exquisitez -, en cuanto a lo macabro, o cercano a Michael Ende, en lo agudo de su fantasía.

El esmero verbal de Malzieu es prodigioso, meditado, pictórico me atrevería a decir: su novela es un cuadro de gran colorido que, dependiendo del ángulo desde el que se disfrute, permite gozar de una gama de brillantes colores o enfangar la vista en turbias mezclas de tonalidades grisáceas.

Aunque Malzieu es un tipo que acaricia el verbo, la historia que relata es una amalgama de crueldades, un caramelo de sabor amargo. La mecánica del corazón...su portada es ya un pinchazo a esa bomba latente de sangre, enamora con su suave desperezar de inquieto temor tras los frágiles trazos que avasallan con la palidez moribunda de los personajes, esbozados en el instante efímero de un delicado paso de baile interrumpido: como sus vidas, Jack y Acacia, condenados al desencuentro en una carrera de realidades rotas por ensoñaciones que hacen bascular la balanza vital en cualquier dirección, la del optimismo o la de la amargura, sin encontrar mayor culpable que el destino.

Se trata de una lectura que tan pronto se finge cuadro del Bosco, como nos deslumbra con las brillanteces de un pliegue retratado por el propio Sorolla, mientras paladeas imágenes dignas de un Bécquer entregado; es lo primero que leo de Malzieu, pero sé que debo leer más de él...no es una ñoña historia de amor, es un auténtico delirio para los sentidos, una gozada estética que parece emerger sin esfuerzo, con una naturalidad casi mágica. Mathieu está sembrado: es tan bueno que el romántico sólo verá amor; el artista de lo fantástico, un espejo donde reflejarse; el músico, una sinfonía de armonías magistralmente ejecutadas; y es todo eso y más, es un homenaje al arte con la filigrana más hermosa, sin descuidar el ingrediente de la crueldad en la vida.



La invención de Hugo Cabret, de Brian Selznick

Formalmente, se trata de una muy cuidada edición, tanto en la portada como en sus páginas interiores. Su contenido, un homenaje al séptimo arte, viene presentado a medias en un discurso pictórico, a través de imágenes dibujadas que relatan la acción como un apoyo al texto que se va intercalando con los dibujos de una manera más o menos aleatoria. En realidad, las láminas dibujadas obedecen a una representación, en formato de fotogramas, de las antiguas películas mudas, sólo que su autor, a la vez creador de la novela, Brian Selznick, muestra en forma de dibujos aprovechando sus conocimientos como diseñador e ilustrador de literatura infantil.

La historia en sí concilia realidad y ficción con soberana maestría. Se deja ver que su autor otorga un papel preponderante al dibujo sobre el texto, si bien se cuida mucho de ser en lo pictórico no sólo descriptivo, sino fundamentalmente narrativo. Realmente podría obtenerse el efecto de movimiento pasando rápidamente las páginas cubiertas por las escenas con diálogo pictórico. Todo en la novela gira alrededor de los símbolos del tiempo, la imagen, la realidad y la fantasía, como engranajes de un cuerpo mitológico que sería la vida misma, entendida como un gigantesco autómata. De hecho, Hugo, el niño protagonista vive obsesionado, no sólo con reparar un viejo autómata que él cree haber sido un invento de su padre. El joven huérfano vive rodeado de personas que forman un entramado vital, de una estructura a la que no es ajena la ciudad, la naturaleza o el cielo con sus estrellas y su luna; esa luna que Georges Méliès, el mago metido a cineasta quiso acariciar con sus dedos de fotograma, y que fuera enterrado en el olvido, como un mecanismo perdido y roto, que Hugo, con su iniciativa, acompañado por una niña de su edad, se empeñará en arreglar. Su entorno más inmediato, una estación de tren de Paris, se convierte para Hugo en la tapadera perfecta en la que sobrevivir, deficitariamente, dando cuerda al eje vital, al engrasar y examinar diariamente y a escondidas, los relojes del enorme edificio que, a su vez, se convierte en su vivienda ignorada, de la que aprovecha sus intrincados rincones ignotos para el mundo, a los que accede a través de trampillas que le llevan, de pasadizo en pasadizo, al habitáculo donde trabaja en la revitalización de un autómata, símbolo para él del legado ignoto de su padre.

Se trata de una obra, no digamos excelsa por lo que aporta como historia, aún así no muy previsible; sino por la combinación extraña y arriesgada de cara a su distribución y publicación. Para aquellos cuya velocidad de lectura no les deje muy satisfechos, resulta una verdadera oportunidad de elevar su moral. La melancolía que fluye a través del texto, en la evocación de una época gloriosa pro resaltar el incipiente hallazgo de una vía de comunicación tan sublime como sería la imagen en movimiento, se ve realzada, a mi parecer, por lo que podamos aportar, no digo todos, sino más bien algunos lectores ya con una cierta edad, al recordar cómo en nuestros tiempos de preadolescencia, imaginábamos mundos dominados por la robótica, mientras intentábamos construir, con cuatro tuercas, artefactos que pudieran asemejárseles.

Un canto compungido por lo efímero de la fascinación ante lo inverosímil, un recuerdo de lo similares que son todas las estructuras, tanto orgánicas como artificiales, y de lo perentoria que es su existencia, tan sólo resguardada por la fortaleza de la memoria. La memoria es, pues, una estructura de engranajes que hay que mantener debidamente ensamblados y engrasados.

Si forma y contenido son como cuerpo y alma en la literatura, esta novela propone un fervoroso respeto por ambos conceptos, como ruedas dentadas que, debidamente puestas en movimiento por la imaginación del lector, dan lugar a un merecido homenaje a los que apuestan por la creatividad sin límites.


Comentarios (4)



     

lalo kuroko
#1

estoy leyendo el libro de la mecanica del corazon y la verdad es cierto lo que dices es muy buena la trama de ese hermoso libro que pronto espero terminar agusto.


     

tanis36
#2

Espero pronto ver algo aquí sobre <> también de Mathias Malzieu. Es aún más hermoso.


     

-anonimo-
#3

la mejor novela


      145

#4

Amo la forma en que escribes, deberias escribir un libro


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