Demasiado similar en su planteamiento inicial a The Road, de McCarthy, la novela XXI, del jovencísimo veinteañero Espinosa, nos sitúa en una Tierra que, en el 2008 aparece devastada, ruinosa y atrincherada bajo los extraños y nocivos vapores verdosos que lo impregnan y enferman todo, sin mencionarse en principio su origen, aunque sí sus terribles efectos diezmadores de la población y su alienamiento, convertida en una sociedad hostil que lucha por la supervivencia incierta hasta límites infrahumanos, que la llevan a recurrir, como en The Road, al canibalismo; como en la novela de McCarthy, los personajes protagonistas del principio son un hombre maduro en su juventud - esputa sangre, como el adulto de The Road; las insistentes conversaciones en las que su "hija" pregunta si van a morir, son aparentemente, inspiradas en la novela de McCarthy-, y una niña sin brazos - en The Road es un niño. Encuentro similitudes, asimismo, con Algo más oscuro que la noche, de Glavinic, cuando Nate, otro adulto, acosado por la soledad, inventa relaciones de amistad con gente desaparecida, desconocida para él y, supuestamente muerta ya, al dejarles notas citándose para otra ocasión. O cuando se plantea si será el último ser humano. El mismo Nate coloca objetos- velas - y finge encontrarlos, preguntándose por quién los habrá ido dejando; incluso el hecho de que estos últimos acontecimientos citados acontezcan en Londres son una nueva coincidencia. Con Apocalipsis Z guarda cierta relación, por el viaje a Africa, o con el personaje de un pseudopredicador: Fox. Será casualidad o lógica compartida por novelas de temática postapocalíptica, pero su influencia parece muy marcada.

En las descripciones, así como en los diálogos, Espinosa opta por las frases de medida breve, buscando el impacto emocional del lenguaje directo, sin especular con el dominio verbal que, no obstante, se intuye fértil. El ritmo cinematográfico nos conduce a través de un argumento que se va revelando como una pesquisa intimista de los verdaderos valores humanos. Hay algo dentro de la persona, en estado latente, que conforma su auténtico "yo" más allá de las circunstancias externas. No es tanto, como parece, un ceder de la voluntad del bloque humano ante las palabras hipnóticas de la voz de las ondas, Fox, como la revelación de unas connotaciones de nuestro comportamiento que tan sólo necesitan un pequeño impulso para darse a conocer. En este sentido, Espinosa ha sabido evolucionar la historia desde una previsible amalgama de datos postapocalípticos hacia una labor introspectiva, se instala en los "porqués" individuales de cada ser humano, rebuscando en sus vivencias del pasado para allanar el camino de una posible explicación, que no justificación, del gen autodestructivo del homo sapiens.

Fallos: "basto" por "vasto"; "apertura" donde debe aparecer, por su significado, "abertura"; "se veía así mismo tumbado junto al cadáver", en lugar de "a sí mismo" (repetido en varias ocasiones, luego no es una errata tipográfica); "el niño abre los ojos y mira a Luis. Tiene las cuencas oculares vacías": si tiene las cuencas oculares vacías, resulta complicado que pueda mirar, ya que si es así, no puede abrir algo que no tiene; "havía", espero que sea una simple errata que el corrector no supo ver.

De todos modos, a pesar de ello, mi impresión inicial de decepción se desvanece ante un proyecto de futuro de gran escritor, animado por la valentía de sus breves años a plantear con firmeza, sin miramientos, un enfrentamiento con lo previsible y mezquino del ser humano, reclamando un mundo mejor, utopía que se suele desinflar en la marea del tiempo cronológico.