El Sustituto

Por Javier Bocadulce

Saboreamos un caramelo de delicado veneno, pues su ubicación pretendida en el entorno de la novela "juvenil", encuadrándola así en un sector considerado de alcance más ligero, se nos antoja impropia para este ejercicio de lúdica expresión de macabro contenido.

No podía ser de otro modo. Brenna adopta, en la foto de la contraportada de esta novela, una pose de chica modosita, actitud rebatida por sus propias declaraciones: sus gustos la enlazan con el fútbol y los videojuegos violentos; así pues, no cabía esperar de su imagen falsamente aniñada el ejercicio de un relato ñoño dirigido como nana para dormir a un infante rebelde.

La narración nos propone una situación de inquietante angustia: una noche cualquiera, cada siete años, en la localidad de Gentry, la vida congela sus latidos en una casa escogida al azar, de la que alguien sustrae, subrepticiamente, a un niño y lo sustituye por un clon moribundo, procedente del inframundo - en realidad, un orbe nauseabundo, maloliente, decrépito y pútrido, alojado bajo capas de tierra en un vertedero -, e inerme ante las condiciones del mundo exterior. Todo ello es motivo de ignominia para un pueblo supuestamente feliz, pues todos sus habitantes conocen la situación, pero miran hacia otro lado, tragándose la hiel de la desesperación, a cambio de que sus cosechas y el nivel de vida del pueblo, por arte y gracia del elenco de monstruos del inframundo, permanezcan en un continuo florecimiento. Entretanto, se mantienen a la espera de enterrar, en poco tiempo, al decrépito clon procedente de un despreciable mundo y que no es adaptable a Gentry.

Sobrevivir en estas condiciones se convierte, pues, en un antojo imposible para cualquiera de estas desfallecidas copias, afectadas de muerte por todo lo relacionado con el hierro y la sangre, que los debilita y conduce al deceso implacable; pero el protagonista de la obra, Mackie, ha llegado, débil, a la adolescencia; es un clon superviviente, y eso le torna en algo muy preciado...odia que todos lo sepan o puedan intuirlo y verse, sin culpa alguna, observado y rechazado como un bicho raro por los pasivos habitantes del pueblo: les teme, se esconde y finge, porque en el fondo, se siente culpable de ser lo que es.

En cuanto a la construcción de "El sustituto" hay que resaltar que se aleja de toda complicación estructural para zambullirse en el clásico esquema de planteamiento, nudo y desenlace, sin abusar de descripciones ampulosas y dotando a la historia de un ritmo bastante vivo y que, aunque desemboque en un final un tanto previsible, destaca por una muy bien conseguida ambientación tétrica que no escatima pinceladas lúgubres e incluso escatológicas, que alejan al producto de esa pretendida inclusión en la novelística juvenil.

La novela se desarrolla como una gran alegoría. Todo gira en torno a la apariencia y la realidad y los difíciles márgenes que rodean a unos seres desdibujados. Lo bueno y lo perverso son definiciones imprecisas. Da la sensación de que Brenna Yovanoff haya querido construir un relato social bajo capas y más capas de apariencia macabra y sobrenatural. Digamos que existe un núcleo principal que sería el miedo del ser humano hacia el conocimiento esencial de lo que le rodea. Pero el miedo tiene un doble sentido: el ser humano ambiciona abarcar la precisión, por eso debe dar un nombre a lo que teme, que puede convertirse, al propio tiempo, en algo que reverenciar. De ahí surgiría la figura del mito. Todo resulta tan irreal e irresoluble como el hecho de que los seres que en la novela pueblan el inframundo ostenten un poder casi infinito, pero que, para dar gloria a sus vasallos humanos tras el intercambio de "favores", dependen de que éstos crean en su existencia; dependen de su amor - imposible, sólo les temen -, para sobrevivir. El ser humano entrega al mito el razonamiento de lo incomprensible; renuncia, abatido, a la lucha que exige el desmembramiento del conocimiento, prefiere no pensar para no sufrir, y espera que lo irreal se consolide como sustancia cierta que, poderosa, afronte el calvario de sus inquietudes por él.

La Señora, símbolo del mal sin límites, así como su hermana, la Morrigan - habría que considerarla como un ser neutro, de aspecto infantil, que resulta no ser más que una pequeña sombra de la Señora -, representan el lado oscuro y temido del propio ser humano, que se convierte en algo sustancial y físico desde el momento en que se les otorga un nombre. Al propio tiempo, Mackie, el extraño, perteneciente al mundo desconocido, es un intruso y, por tanto, repudiado. Brenna lo convierte en un símbolo: el diferente es siempre temido, y no se le da una oportunidad. La angustia del protagonista le lleva a autoinculparse por un delito del que sólo sería un vulgar heredero. Tan sólo es un arma, pero un arma involuntaria. Es a la vez una víctima, pero la más incomprendida. En su afán por reivindicar un lugar en el mundo se convierte en el paladín del orden justo, aquél por el que clama la sociedad, la misma que se oculta en la pasividad y que aguarda la iniciativa de otros. Dentro de esa misma sociedad, quienes ejercen de familia prestada, ofrecen un comportamiento variable. Tan sólo Emma, la pseudohermana, representa el amor incondicional: Mackie es su hermano, aunque su sangre lo contradiga; no así sucede con los padres: el cabeza de familia es un representante de la iglesia, que se aferra a su templo, pero permanece alejado de su hijo, al que cuesta demostrar cariño, emulando al resto de la sociedad; y la madre, no deja de ser una afectada como Mackie: escapó años atrás de las garras de lo oscuro, y nunca volvió a ser la misma. Por otro lado, se encuentra la figura de Tate, la joven de quien se enamora Mackie, una especie de Tomb Raider poco creíble, que ahonda en un aspecto negativo dentro de la novela, por ponerle un pero: resulta poco verosímil que tres o cuatro adolescentes imberbes - se entiende que a la chica no hace falta definirla - se enfrenten a seres de ultratumba sin apenas armas y que consigan domeñarlos. Pero, bueno, se trata tan sólo de ficción y su lectura resulta bastante amena.


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