La Mierda y La Emperatriz de los Insectos

Por Javier Bocadulce

Juanjo es "pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro". Ah, no, que ésa era otro tipo de bestia.

Sí, porque el señor Ramírez se ha empeñado en deslumbrar literariamente tras su apariencia tímida. Su meliflua voz, su cadencia tenue, su tono suave canario no debe confundirnos-lo digo porque he tenido el grato honor de conocerle y compartir esfuerzos durante nuestro festival de terror -. Es una mala bestia. La peor y la mejor. Mi devoción por este auténtico personaje me viene de lejos. Por culpa de un telediario, hace varios años. Estaban dedicando unos breves instantes a poner de manifiesto que un tío había tenido la genial idea, en España, de hacer una película- sí, una película, así, toda larga - con cacahuetes. Con cacahuetes de verdad. Las imágenes no dejaban lugar a la duda y mostraban pequeñas pinceladas de genialidad. Tan breve muestra quedó grabada en mi memoria, de tal manera que, no mucho tiempo después, planteándose Abandomoviez realizar entrevistas a personajes de la fanfarria del cine - los que pudieran ser accesibles, claro está -, un servidor recordó al tal Juanjo. Si era tan friki como para hacer aquello de los cacahuetes, es que no distaba mucho de los que estábamos implicados en nuestra querida página de terror. Dicho y hecho. Nos encontramos con un tipo encantador que accedió de muy buena gana a contestar a nuestras irresponsables y surrealistas cuestiones.

No mucho tiempo después - o quizá no mucho tiempo antes, ya no recuerdo - el mundo de la cultura española demostró su genuina inutilidad pasando por alto la incuestionable calidad de su producción. Su "Gritos en el pasillo", tras ser una seria candidata a la consecución de un "goya" de animación, no fue considerada por la academia como una película que pudiera encajar en esa sección.

Y es que Juanjo es un irreprochable y consumado guionista, creativo, provocador, polémico, de acerado y chispeante humor, ácido y grotesco elevado a la potencia que él quiera. Le gusta pintar y, sobre todo, le encanta escribir. Y los dinosaurios, lo que explica su gusto por el primitivismo.

Y, entrando ya en harina, se decidió a publicar dos novelas cortas, muy cortas, una de ellas apenas llega a las cien páginas. Pero deslumbra, porque su estilo es desenfadado, pulcro hasta el extremo; sabe sacar el jugo al idioma y a los temas más groseros con una maestría poco habitual. Son dos novelas diferentes, mundos distintos, lecturas disociadas, pero asociables porque su temática forma parte del universo desgarrado que pulula por la mente de Juanjo, lleno de historias que no reparan en retratar lo degenerado, lo chabacano, lo indecente, lo pecaminoso y lo aborrecible del ser humano; que no es más que una mierda andante.

Por eso, en "La mierda", lo escatológico no es una mera excusa. Hay mierda, y a raudales. Pero también una mierda más emocional, más crítica, más enraizada con el deleznable ente que es el ser humano. Vincent Lira - supongo que lo de Vincent vendrá por van Gogh - es un pintor de pocos recursos, muy limitado que, de pronto, gracias a su inesperado mal fondo humano, encuentra en el incendio que se produce en un hospital, a escasos metros de su apartamento, la mejor inspiración para su futura obra pictórica. De tal manera que su producción se valorará, equivocadamente, como un talentoso servicio a la cultura. No quisiera contar mucho más, pues la novela es muy breve. Sí que hay una presencia femenina, una chica ingenua y dulce de la que se enamora y que será el detonante de las extremas aberraciones que llevarán a Vincent por un mundo delirantemente escatológico.

Pero todo se desmadra con "La emperatriz de los insectos". Evaluarla se convierte en una tarea peliaguda. No se puede acceder a esta obrita sin una mente clara y despejada de prejuicios. Es ficción. Eso ha de quedar claro. No debería identificarse al autor de la narración con los personajes descritos. Aberración, depravación, descenso al pozo más miserable de la condición ¿humana?, calidad literaria muy por encima de todo, humor ácido e irreverente - marca de la casa-, acción, ritmo, imaginación, originalidad...¿qué más puede pedirse a una novela?

Es una obra que comienza con unas sensaciones muy diferentes de lo que nos encontraremos a las pocas páginas. La protagonista desea desviarse de su actual trayectoria vital y encaminarse a realizar tareas sociales, en una ONG. Paradójico. ¡Cómo le encanta a Juanjo jugar con lo aparente y el fondo oscuro de las cosas! Porque la joven se encontrará con el monstruo que es ella misma al enfrentarse a su propio lado animal, a su interior como mera bacteria del universo, para vencer la depravación que otros ejercerán en su cuerpo. No es una novela para todos los públicos, como se puede imaginar. Es más, a uno se le encoge algo más que el estómago leyéndola. Es tan cruda como un muslo de pollo comido vivo. Y su sabor, al primer mordisco, tal vez ponga en funcionamiento la misma repulsión. Es una apuesta arriesgada, esgrimida por un corazón valiente, que podría ser malinterpretada y prejuzgada en su aspecto obsceno como algo deleznable. Pero es un pedazo de novela a tener en cuenta. Para entender perfectamente que estamos ante un creador espectacular.

Dos novelas diferentes- la una, indagando en un terreno escabroso, escatológico pero soportable; la otra, muy complicada de aceptar, porque nos muestra a los seres humanos como algo que sería imprescindible extinguir -, pero hermanadas por una sensación: el ser humano ni es un ser ni es humano. Hay que enmarcarlo entre los seres irracionales, pero su fondo es perverso, inequívocamente traicionero y poco fiable; desmesurado, horrendo, aborrecible y condenable.

También aparecen "asociadas" por su aspecto físico. Ambas portadas, de bellísima factura confluyen en un único e intrigante retrato. Por otro lado, Juanjo se ha ocupado de incluir, en la contraportada, un aviso sobre lo que el lector podrá encontrarse en su interior. Para darse por enterados. Los navegantes, ya lo saben: podrían sufrir mareos y convulsiones.

Para mí, un autor muy recomendable. Un espíritu libre y un talento por explotar que no debería permanecer de incógnito ni un minuto más.


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