Esta semana vuelve Anaconda con un reboot meta bajo el brazo, y es un buen momento para mirar atrás sin ironías forzadas ni condescendencia. Porque la película original de 1997, con todos sus excesos y errores, no fue una cinta menor. Era cine comercial de gran estudio, con actores de primera línea y una idea muy clara: ofrecer espectáculo, tensión y algo de locura selvática al público.
Y eso, en su contexto, no es poca cosa.
Una superproducción que sabía a qué jugaba
Anaconda no se vendía como serie B. Tenía a Jennifer Lopez, Ice Cube y un Jon Voight completamente entregado al delirio, rodada en localizaciones exóticas y con un planteamiento muy noventero: aventura peligrosa + criatura imposible + humanos tomando malas decisiones.
No pretendía reinventar el género, pero sí colocarse dentro de esa tradición de cine de catástrofes y depredadores que venía de Tiburón o Alien, adaptada a la estética y ritmo de finales de los 90.
El verdadero miedo no siempre era la serpiente
Uno de los aspectos que mejor han envejecido es algo muy sencillo: el villano humano. El personaje de Voight, obsesionado hasta el límite, es incómodo, excesivo, casi grotesco… pero funciona. Mucho.
La película entiende algo muy básico:
el monstruo impone, pero quien rompe las reglas es el ser humano.
Y ese choque constante entre supervivencia, codicia y obsesión mantiene la tensión incluso cuando sabes que la serpiente acabará apareciendo sí o sí.
Efectos discutibles, sí… pero también memorables
Es verdad que la anaconda digital no aguanta hoy una revisión técnica muy estricta. Ya entonces cantaba un poco, y ahora más. Pero curiosamente eso no ha borrado su impacto. Al contrario: ha contribuido a que la película tenga personalidad propia.
No era realismo extremo lo que buscaba, sino impacto visual, sustos claros y muertes que se quedaran grabadas. Y algunas lo hacen. Todavía.
Una película que no pidió perdón por ser lo que era
Quizá por eso Anaconda ha sobrevivido mejor de lo que muchos pensaban. No fue un fracaso, no fue un fenómeno, pero ocupó su espacio. Un cine de aventuras con terror, violento lo justo, exagerado cuando tocaba y con una energía muy reconocible.
Revisitarla ahora no es un acto de nostalgia vacía. Es reconocer una película imperfecta, sí, pero honesta, que supo conectar con el público de su época y que, de alguna forma extraña, sigue ahí.
Apretando.
Como una buena serpiente gigante debería hacer.
Solo por ver a una guapísima Jennifer ya valía la entrada, y no es un peliculón pero al menos es entretenida. De hecho es mejor que muchas pelis modernas bastante mas pretenciosas.
Siempre me ha flipado la secuencia inicial, la de la serpiente golpeando el fondo del barco, los clavos disparados hacia el techo y el futuro fiambre mirando uno que flota ante él.
Magia
Es de las típicas pelis que de malas, son buenas
Como olvidar la cascada en la que el agua sube en lugar de bajar...
campano
#1
Si buscas una buena peli de serpientes no hay muchas que no den vergüenza ajena y eso juega a su favor.
Reportar Citar