Si viajamos atrás en el tiempo a la década de los 90, podremos recordar las tardes de sofá y palomitas viendo a las famosas Tortugas Ninja en acción real. Ahora, con la perspectiva del tiempo y la evolución del cine, podríamos pensar que estas películas no son precisamente obras maestras del séptimo arte. Sin embargo, hay algo innegablemente entrañable y nostálgico en ellas que las convierte en joyas de culto para muchos.

Para comenzar, es fundamental destacar el trabajo detrás de estas cintas. El desafío de llevar a la gran pantalla a personajes que son, básicamente, tortugas humanoides, era colosal. Las compañías Jim Henson's Creature Shop y All Effects Company lograron crear trajes animatrónicos de última generación para la época. Estos trajes, utilizados por actores especializados en artes marciales, eran pesados y complicados de manejar, pero daban a las Tortugas Ninja un aspecto realista y tangible que el CGI actual no puede replicar.

La primera entrega, dirigida por Steve Barron en 1990, recaudó más de 200 millones de dólares en taquilla, cifra impresionante para la época, y se convirtió en la película independiente más taquillera de todos los tiempos hasta entonces. Estos números respaldan el éxito y el impacto cultural de estas cintas.

Su trama nos sumerge en las sombrías alcantarillas de Nueva York, donde cuatro tortugas mutantes, entrenadas por su sabio maestro Splinter, emergen para enfrentarse al malvado Shredder y su clan del Pie. Esta adaptación logró un equilibrio notable entre la oscuridad del cómic original y la ligereza de la serie animada, ofreciendo una historia con corazón y humor en partes iguales.

Por otro lado, algo que muchos no saben es que Corey Feldman prestó su voz a Donatello en la primera y tercera entrega. Feldman, conocido por sus papeles en clásicos ochenteros como "Los Goonies" y "Jóvenes Ocultos", aportó una chispa de carisma adicional al ya entrañable grupo de hermanos.

Además, la música no puede pasar desapercibida. La icónica canción "Turtle Power" de Partners in Kryme se convirtió en todo un hit, posicionándose en el número 13 en la Billboard Hot 100.

Unas secuelas simpáticas pero de peor nivel

Sin embargo, como suele pasar con muchas secuelas, las entregas posteriores no mantuvieron el mismo nivel que el film original. La segunda película, "Las Tortugas Ninja II: El secreto de los mocos verdes" (1991), aunque contó con un mayor presupuesto, se enfrentó a críticas por su tono más ligero y su enfoque más orientado a los niños. A pesar de esto, la cinta tuvo su propio momento icónico: la aparición del dúo de rap Vanilla Ice interpretando "Ninja Rap", una canción que, para sorpresa de muchos, se convirtió en un éxito inesperado de esa década.

Curiosamente, en esta entrega se decidió no usar armas blancas, como las sai de Raphael o las katanas de Leonardo, en un intento por suavizar la violencia. Esta película recaudó alrededor de 78 millones de dólares, una cifra significativa pero menor comparada con su predecesora.




La tercera entrega, "Las Tortugas Ninja III" (1993), nos llevó a un viaje en el tiempo al Japón feudal, una trama que, aunque original, no fue del todo bien recibida.

El cambio de empresa para los trajes de las tortugas resultó en diseños menos detallados y expresivos, lo cual no pasó desapercibido por los fanáticos. Aun así, hubo momentos memorables y la película tuvo su cuota de fans. En términos de taquilla, la película recaudó alrededor de 42 millones de dólares, reflejando el desgaste de la franquicia en aquel entonces.


Es cierto, las películas de las Tortugas Ninja de los 90 no son grandes epopeyas cinematográficas. Sin embargo, nos ofrecieron una dosis de diversión pura, coreografías de lucha impresionantes para la época, y nos introdujeron a un universo que muchos todavía amamos. La nostalgia tiene poder, y estas películas son testamento de ello. En un mundo donde el cine de superhéroes es pulido y digital, recordar la textura real, tangible y algo torpe de las Tortugas Ninja de acción real nos llena de cariño y gratitud por aquellos momentos más simples y auténticos.