Ficha El Aventurero de Medianoche

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Críticas de El Aventurero de Medianoche (2)




Mad Warrior

  • 14 Nov 2022

7



Recorrer las carreteras polvorientas, patear bares de mala muerte, dormir en viejos moteles, y dar tumbos, desde que el Sol salga y empiece a quemar las tierras de Nevada hasta que se esconda tras las montañas de Oklahoma...
un viaje sin fin, sin retorno, esa es la vida de un aventurero de medianoche.

Esa recién iniciada década de los 80 va a representar toda una reinvención de ideales, valores y formas para Clint Eastwood, va a probar cosas ahora que tiene libertad y poder para hacerlo, a abstraerse aún más en sus deseos y aspiraciones personales, sin terminar de abandonar a su público; al igual que Scorsese, también estructura su filmografía en obras dedicadas a sus fans y otras a él mismo, por eso tras el fracaso comercial pero sueño cumplido de ¨Bronco Billy¨ invierte mucho dinero para la irregular y extraña ¨Firefox¨, incursión en el ¨thriller¨ de espionaje con complejos efectos visuales.
Cuando ve recompensado su esfuerzo regresa entonces a su universo íntimo; lo lleva a cabo interesado por otra novela, esta vez del compositor y autor Clarence Carlile, quien tiene la misma edad del nativo de San Francisco y un gusto especial por la intrahistoria norteamericana. Es un nuevo cambio de registro que lo sitúa en los parajes de Philo Beddoe o el malparado Bronco, filmando en lugares reales, empleando a extras pueblerinos y reduciendo los gastos (de sus más de 20 millones empleados en su peripecia de espías a unos humildes 2 millones), además de enrolar a su hijo Kyle en su primera y única interpretación oficial.

Una declaración de intenciones. En ¨El Aventurero de Medianoche¨ Eastwood, si bien experto del ¨jazz¨, se esforzará por volver a encontrar una huella de origen en la Historia de su país y desfigurarla a través del ¨country¨ a la vez que otorgándole un valor más allá de la vida y la muerte; la época es la que lo asola por culpa de la Depresión. Los Wagoneer sobreviven en su granja como cualquiera en ese momento, entonces se levanta una polvareda de mil demonios y de ella emerge Red, recordando a los forajidos llegados de ninguna parte a quienes aquél ya dio vida, concretamente a su emisario de la muerte en ¨Infierno de Cobardes¨.
Como aquél, éste parece un despojo sin rumbo, pero más cansado y borracho, todo un antecesor de Ben Shockley (es increíble lo mucho que se distancian y a la vez que se acercan los diversos personajes de su carrera). Este Red, espectro deambulante, vive de su guitarra, y ya llega con un propósito: una prueba en un famoso auditorio de Nashville, tal vez la última oportunidad de su vida para demostrar a todos y a sí mismo que es alguien. Se empieza a perfilar el sueño en esa tierra de hambruna tan bien conocida por Carlile, quien incluyó elementos autobiográficos en la historia (al contrario de la familia Eastwood, que no llegaron a conocer la gran pobreza ni el destino de los campesinos expulsados de sus tierras).

Y, al mismo tiempo, expuesta bajo una paleta de colores, luces y sombras del maestro de la fotografía Surtees que llegan a alcanzar una belleza pictórica y confieren una atmósfera de cercana naturalidad pero también de pura abstracción a las imágenes. El sueño, como en toda obra de Eastwood, es vivido en comunidad; se descarta a los Wagoneer, cuyo ideal, la del áspero patriarca, es la de tener los pies en la tierra, pero se retiene al abuelo y al hijo, conformándose un trío masculino que une de manera hermosa y romántica el nostálgico pasado, el duro presente y el futuro iluso e inocente.
En este viaje de introspección y evolución por carretera aquél deja volar su imaginación, dedica tiempo a los personajes y al gran escenario que ocupan, con la fascinación infantil de ¨Duro de Pelar¨; pero para desgracia de algunos (de un servidor) es un viaje irregular, atravesado por pasajes que conjugan drama y ese humor tan ¨costumbrista¨ que gusta a Eastwood, funcionando mejor, ni que decir tiene, el primer elemento de la mezcla (ni por asomo calan los instantes del falso atraco, el incidente con el toro, la fuga de la cárcel o esas trifulcas con unas autoridades paletas que se regodean en su ineptitud...).

Uno de los mejores pasajes (y de los más memorables momentos de la filmografía de Eastwood) está centrado por entero en el abuelo (John McIntire, veterano del ¨western¨) y en el relato que nos brinda al observar los páramos de Oklahoma, donde nació Carlile. El niño abre mucho los ojos para observar lo invisible, una leyenda norteamericana verídica dibujada por la narración melancólica del viejo, quien evoca en el ocaso de su vida este recuerdo, el de ¨la mayor carrera de la Historia del país¨, de una esperanza de juventud en la que se unían el gesto fundador de la conquista del Far West, la llegada a la ¨tierra prometida¨, el sueño de un espacio virgen y de un futuro que acabará cubierto por el polvo y los fantasmas.
El sueño se rompe en pedazos (¨Mírala ahora...¨, ¨...Soy demasiado viejo para soñar¨), pero pese a la amarga confesión el abuelo sigue soñando (con llegar a Cainsville, su pueblo natal), y así los demás. Nashville es la ciudad prometida de Red, y al parecer también de la desgraciada Marlene, que se encuentra cual esclava a las órdenes de un perverso mentiroso; pero este personaje cuya ilusión es ser cantante me resulta tan irritante, molesto e innecesario en la historia como al propio Red, que sin ningún encanto completa y da variedad al grupo masculino pero a la vez lo quiebra, al pertenecer a un origen distinto.

Ojalá el guión hubiese convertido a Marlene en esa supuesta hija perdida de Red, pero no fue así. Lo que le sucede es un síntoma del desencanto que impregna Eastwood en su obra; de algún modo los personajes viven de ilusiones que se ven impedidas por el aciago destino, y no obstante prosiguen su camino.
En los EE.UU. de la guerra civil, Josey Wales perdía a su familia y su oportunidad de vivir en paz, mientras Bronco era incapaz de ganar en una tierra marcada por el cinismo y el materialismo; la barrera del protagonista de esta aventura la marca la tuberculosis, y con él se desnuda mucho más.

De hecho su propia vida se confunde con la de Red: amante de la música y la canción siempre recibió malas críticas cuando probó en dicho negocio, no impidiéndole seguir esforzándose en ello (su participación en el extraño musical ¨Paint your Wagon¨ o los ¨singles¨ que ya empezaba a lanzar desde el inicio de su carrera de actor) e incluso alcanzando el éxito gracias a su asociación con el mítico Merle Haggard en 1.980. Aquí su álter-ego se ha visto impedido a lo largo de su vida por las malas conductas de sus otros personajes: egoísmo, ego, mal temperamento, afición al alcohol y a las mujeres, etc....y, no obstante, prosigue su camino.
La historia, que sigue de cerca el paso de la infancia a la edad adulta de Whit, quien absorbe constantemente la transmisión de su abuelo y su tío (aunque la de éste sea más perjudicial que otra cosa, iniciándole en la bebida, el sexo y los ambientes menos recomendables para un niño, al final persiste la mejor enseñanza de todas: luchar hasta la muerte por un sueño), se encauza tras desaparecer Marlene, gracias a Dios, y regresar el primero junto a Red, en una secuencia brillantemente dirigida y fotografiada en un club de reubicados afroamericanos rebosante de magia ¨soul¨.

Nashville no es, como se pensaba, la ¨tierra prometida¨. Por fin escuchamos a Eastwood en el gran escenario entonando con un suave y particular deje la canción estrella del film (a la vez la más complicada), imaginada a medias por el personaje del sobrino, pero la enfermedad también llega, inmisericorde, y el sueño vuelve a hacerse añicos; a partir de aquí y hasta el final Surtees ocultará mucho más en las sombras al protagonista y el pulso del anterior tras la cámara nos golpeará con momentos de gran intensidad dramática sin caer en el vago sentimentalismo. Asistimos así a la degeneración total de un moribundo mientras inmortaliza su paso en la Historia.
Si el espectador medio sólo podía comulgar con la falsa figura de tipo duro que se había construido el de San Francisco gracias a (o por culpa de) tipos como Harry Callahan, el ¨Hombre sin Nombre¨ y similares, aquí derriba para siempre tal mito a través de una secuencia brutal de perdición y debilidad en la que vemos a Red vencido por su tos tuberculosa en el estudio y en mitad de la interpretación de ¨Honkytonk Man¨; ha de ser otro (la leyenda del ¨country¨ Martin Robinson, fallecido, qué ironía, poco después del rodaje) quien termine la canción que él había empezado.

Ése, seguido de los últimos segundos de Red, son de los más desgarradores instantes que haya protagonizado Eastwood en pantalla, y una confirmación blindada de su talento interpretativo; y a pesar de todo la muerte, la misma que han tenido que encarar Wales, Callahan, Jed Cooper, el pistolero vengativo de ¨Infierno de Cobardes¨ y su futura contraparte, el pistolero piadoso de ¨El Jinete Pálido¨, no impide cumplir la fantasía, la cual parte con Whit y Marlene hacia otra dirección, California, otra de tantas ¨tierras prometidas¨.
Para Eastwood esa fantasía se cumple a medias...

La película es un nuevo fracaso comercial y casi de crítica, pasa desapercibida por la inmensa mayoría en EE.UU. y en el resto del Mundo; pero el tiempo, del mismo modo que a su protagonista, la pondría en el sitio que corresponde.
Kyle no sigue los pasos cinematográficos de su padre y se convierte en un gran músico, y éste volverá a reconciliarse con los fans de antaño trayendo de vuelta a uno de los iconos de su carrera en ¨Impacto Súbito¨, una de sus mejores aventuras...



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eto

  • 29 Jan 2012

9


Magnífica producción de Mr. Eastwood en lo que supuso uno de los proyectos más personales de su vida, tanto en la faceta de actor como en la de director. ¨El Aventurero de Medianoche¨ nos cuenta la historia de Red Stovall, un cantante de country alcohólico y enfermo de tubercolisis en busca de lo que sabe que va a ser su última oportunidad. Una historia dura y desgarradora, pero que también nos hará sonreír gracias a la multitud de guiños humorísticos presentes en ella (una constante en el cine de Eastwood), y enternecernos mientras observamos la mútua relación de admiración existente entre Stovall y su sobrino Whit, que permanecerá con su tío hasta el final, sin importale nada más.

Con una banda sonora preciosa, ¨El Aventurero de Medianoche¨ es, sin duda, una de esas joyas un tanto olvidadas de Clint Eastwood que, poco a poco, empiezan a redescubrirse.



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