Ficha La Emperatriz Yang Kwei-fei


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Críticas de La Emperatriz Yang Kwei-fei (1)




Mad Warrior

  • 24 Jan 2021

8



Cuentan las leyendas que Yang Kwei-Fei fue la última de las Cuatro Bellezas de China, damas pertenecientes a la clase noble y de gran influencia en los devenires de la Historia del país.
De ella se decía que poseía tal belleza que las flores, al verla, se marchitaban de la vergüenza y la envidia...

Kenji Mizoguchi terminaba 1.954 con una obra maestra universal y pieza fundamental de su última etapa como realizador, ¨Los Amantes Crucificado¨, cuya trágica y bella historia la inspiran los textos de Monzaemon Chikamatsu; gracias a ella gana el León de Plata en el Festival de Venecia y es nombrado jefe de la productora Daiei. El cine japonés también ha logrado imponerse al Mundo y así empieza a practicar una política de coproducción con otros países; comprometida en este empeño, Daiei se asocia momentáneamente con los estudios hongkoneses Shaw & Sons (predecesor de Shaw Brothers).
El productor Masaichi Nagata ha tomado buena nota de la Palma de Oro que poco antes ganó ¨Jigokumon¨, insistiendo sobre todo en la belleza de los colores, por tanto pretende extender este procedimiento a todos sus films históricos. Así, Mizoguchi, que lleva rodando toda su vida en blanco y negro, acepta por primera vez el desafío del color al serle confiada ¨Yokihi¨, superproducción cuyo guión escriben sus habituales colaboradores (Narusawa, Yoda, Kawaguchi), situado en la China del siglo VIII y en la tragedia vivida por el emperador Xuan Zong y su concubina Yang Yuhuan (después Kwei-Fei).

Al director le conmueve experimentar una musicalidad de colores inspirada en las pinturas y acuarelas del arte chino, en cambio el tema, la confrontación de las ambiciones políticas de los miembros de la corte china de la dinastía Tang (de la que poco sabe), con el amor de un emperador por su esposa procedente de la nobleza, le irrita, por lo que cambia el enfoque desde la raíz convirtiéndola en plebeya. En los últimos momentos de su vida, Xuan Zong la recuerda al contemplar una estatua de su modelo en sus aposentos, enlazando con el drama vivido por la protagonista de ¨Vida de Oharu, mujer Galante¨ (cuando ésta figuraba el rostro del desaparecido amante en la cara de la estatuilla de un monje).
Sigue este film los mismos pasos, presentando el argumento en forma de ¨flashback¨, retrocediendo al momento en que Yuhuan, cual cenicienta de cuento, pasa de ser la maltratada criada de una familia pobre cuyos miembros ambicionan poder y prestigio a la protegida (que no concubina) de un emperador asfixiado con las obligaciones políticas y que arrastra una gran melancolía por la pérdida de su anterior esposa. Mizoguchi escora así su discurso sobre la gente de la calle y la oposición del pueblo y del poder privilegiando una dulzura exquisita en la tierna relación de la pareja imperial, para acabar alcanzando una tragedia con aires de ópera romántica.

Además toca su tema predilecto: el sufrimiento femenino. Y es que el situar a Yuhuan en la baja categoría le permite hacer de la mujer una víctima de las convenciones y tradiciones de la sociedad al margen de su rango, de la sinceridad de sus sentimientos, incluso de su propia familia, quienes sólo atienden a sus beneficios y posición social; no obstante se concede parte de este dolor al emperador, más un artista sensibilizado y frustrado que una figura política, atado de pies y manos por las leyes que él mismo dictó, por los traidores y codiciosos que rondan a su alrededor. Una mera marioneta.
Yuhuan, un inopinado doble físico de la anterior emperatriz, es por tanto la salvación de Xuan Zong, quien de algún modo cree reencontrar a aquélla vuelta a la vida; pocos momentos en el cine de Mizoguchi han resultado tan preciosos y cálidos como ese paseo que los dos deciden dar por las calles de la ciudad, disfrazados para pasar desapercibidos. Existe una evidente teatralidad en esta fábula que mezcla tragedia romántica con crítica social y algo de épica, pero el refinamiento formal del estilo de la puesta en escena, también obedeciendo a la musicalidad de los colores, sólo elimina en apariencia la parte realista del film.

Pues tras las muselinas brillantes, los suntuosos decorados y los trajes tornasolados, se trata la imposibilidad de vivir el amor ideal frente a todos los poderes, por lo que en última instancia, el emperador, ya despojado de su carga política y su propio cuerpo, no puede sino hallar en la muerte a la mujer que ama; así sólo los espíritus son capaces de acceder a la felicidad absoluta y eterna (otro momento para recordar por siempre: la secuencia final). Tal sensibilidad puede confundir al espectador acostumbrado al cine más áspero y duro del maestro, por ello éste nos vapuleará con una última parte donde se confabulan todas las desgracias, inevitables, para los protagonistas.
Sin embargo incluso la violencia, nunca mostrada en su finalidad, está atravesada por un lirismo conmovedor. A efectos técnicos ¨Yokihi¨ es brillante, desde la fotografía de Kohei Sugiyama a la dirección artística de Hiroshi Mizutani; en la parte interpretativa volvemos a ver coincidir a Masayuki Mori, brindando una soberbia actuación, y la siempre cautivadora Machiko Kyo (si alguien se merece ser emperatriz es ella, si bien difiere mucho con la auténtica Yuhuan en cuestión física), quien sustituyó a Takako Irie, originalmente contratada para el papel y despedida por el director en un arranque de cólera.

Los secundan otros importantes actores como Eitaro Shindo, Tatsuya Ishiguro, Eitaro Ozawa, Isao Yamagata y So Yamamura (dando vida al cruel An Lushan). Exquisita en muchos aspectos y alabada por la crítica, quizás ¨Yokihi¨ no se sitúa entre las obras maestras de Mizoguchi, quien rápidamente abandona estas superproducciones para evitar convertirse en un ¨formalista¨...
Pero antes de ello rueda ¨El Héroe Sacrílego¨, su último film en color, a partir de los mismos cánones y parámetros. Unos años después, la Shaw Brothers realizaría un ¨remake¨, más acorde a los hechos históricos.



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