Ficha Como en un Espejo

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Críticas de Como en un Espejo (2)




Mad Warrior

  • 22 Apr 2019

8



¨Un día alguien me llamó desde detrás del papel de la pared […]. La voz siguió llamándome, así que me pegué a la pared, ésta cedió...y ya estaba dentro¨.
Una habitación oscura, una grieta por la que se filtran las fantasmagorías de un mundo desconocido, una puerta que se abrirá liberando divinos misterios ocultos entre tinieblas. Por fin dejaremos de ver la realidad como en un espejo.

Dos obras de transición entre la década de los 50 y los 60 (la interesante comedia ¨El Ojo del Diablo¨ y el magistral cuento de crimen y castigo ¨El Manantial de la Doncella¨) desembocaron en la primera película que inauguraría la nueva era del cine de Bergman. Una era marcada por una fase de conquista interior, austeridad en lo referente a plantel y decorados, mayor introspección psicológica y una escapada insular que le ofrece por primera vez la isla de Farö, con la que quedará fascinado, lugar idóneo para buscar en el aislamiento de los paisajes y personajes la materia de una posible superación de su arte .
Inspirado en una pieza teatral de Strindberg, cuyo título hace alusión a un pasaje de la ¨Epístola a los Corintios¨ de San Pablo (que anuncia el tiempo de la redención en que los hombres dejarán de ver el mundo y a Dios ¨como en un espejo¨), y dedicado a su cuarta esposa Käbi Laretei, con la que se casó en 1.959, Bergman escribió el guión como obra de cámara, dividida en tres actos, en la que imprimiría fuertes experiencias personales (el intento de suicidio de David remite al vivido por él años atrás) además de plantear el nexo de unión entre amor y Dios y el temor a éste a raíz del modo distorsionado en que es percibido por el ser humano.

Con sólo cuatro personajes en el plano de apertura que emergen de un mar agitado, como surgidos de ninguna parte, da comienzo ¨Como en un Espejo¨, cuya historia se centra en Karin, figura femenina de carácter aparentemente infantil y enérgico aunque atormentada por una esquizofrenia incurable sobre la que pivotan tres hombres: su padre (David), su marido (Martin) y su hermano (Minus); así seremos testigos de las relaciones entre ellos y con la protagonista. La alegría y cercanía inicial tan sólo es humo disipado muy pronto por Bergman, quien revela la auténtica situación hasta llegar a un momento crítico y de enfrentamiento (la cena).
Éste propone, de nuevo en su cine, un ambiente familiar hostil de tensión creciente por encima del cual planean las sombras del malestar y en el que un muro de silencio e incomprensión separa a los cuatro miembros: un médico que soporta con abnegación el calvario de una relación insatisfecha y su imposibilidad de ayudar a Karin, un adolescente sexualmente reprimido incapaz de comunicarse con su padre, al que intenta emular, escritor egocéntrico, cobarde y refugiado en su arte, que alimenta (como más tarde descubriremos gracias al diario) con la desgracia de su hija, arrastrando por ello un gran sentimiento de culpabilidad.

Este arte se volverá contra David al interpretar Karin y Minus un sainete para él, que parece evocar la tentación ¨bergmaniana¨ de una travesía del espejo; el cineasta trata así la superación de las falaces seducciones del arte al tiempo que critica la figura del artista cínico, impuro y desprovisto de sentimiento que se nutre con los fantasmas de la desdicha ajena. Una brecha entre realidad y surrealidad se abrirá cuando entremos al desván, momento de gran potencia onírica a partir del cual desfilará el film como la estela espectral de un sueño.
Criatura zarandeada por la demencia e incomprendida por su padre y su esposo, Karin percibe con mayor intensidad las sensaciones y estímulos, incluso aquellos que parecen llegar desde otro mundo, al que accede por una grieta en la pared: un reino divino de salvación y perdón (el Cielo) que sólo ella tiene el poder de ver y sentir, lo que la atrapará entre dos realidades del todo opuestas (¨de repente estoy en un mundo, de repente en otro...no puedo detenerlo¨). David y Martin protagonizan un enfrentamiento en el que se vuelve a atacar, con más dureza, la figura del cruel artista que niega sus emociones y el mundo que le rodea (aunque Bergman permitirá a éste, curiosamente, una señal de fe, de existencia de Dios).

Un Dios que para David es sinónimo de amor pero que aparecerá ante Karin en su forma distorsionada, a sus ojos transmutado en ¨una araña muy grande, de frío y horrible rostro, que ha subido por mi cuerpo y ha intentado penetrarme¨ (nunca se ha reflejado tan bien el miedo a Dios y la incapacidad de acercarnos a él), tras una secuencia en la que el apego entre los dos hermanos dará paso a un incesto perverso que trastornará a Minus (¨la realidad se ha agrietado y me he caído¨) y revelará el tormento de Karin, del cual es consciente (¨es horrible ver tu propia confusión y llegar a entenderla¨).
En una expresionista atmósfera de creciente tensión, tan sugerente como asfixiante y melancólica (reforzado esto por la música de Bach), donde brilla con luz propia la fotografía de Sven Nykvist y la puesta en escena de Bergman, quien convierte cada fotograma en una bella imagen, Max Von Sydow, Gunnar Björnstrand y el novel Lars Passgard ofrecen unas interpretaciones sublimes, siendo inevitablemente eclipsados por Harriet Andersson, fascinante desde todos los ángulos, cuya Karin es el reverso absoluto de Monika (lo psicológico y demencial sustituye a lo físico y sensual). Personajes tratados desde la distancia (nunca entramos a la habitación en la que llora David, nunca compartimos las visiones de Karin), acrecetándose así la sensación de incomunicación.

Ganadora de un Oscar a Mejor Película Extranjera e iniciadora de la Trilogía del Silencio ¨bergmaniana¨, ¨Como en un Espejo¨ es una de las más poderosas y absorbentes obras del maestro sueco, quien siempre la consideró un film fallido por lo confuso de su discurso sobre Dios (cuyo mejor ejemplo es el significativo diálogo final).



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19deMayo

  • 12 Aug 2018

8


Primera en la Trilogía del Silencio de Dios, Como en un Espejo es un drama familiar centrado en las relaciones de cuatro personajes aislados en una isla (es también el primer film de Bergman situado en Faro). Casi una pieza teatral, aborda temas como la existencia de dios, el rol del artista, la soledad, el amor corrompido por la locura, las enfermedades... Con grandes actuaciones de todos sus protagonistas, es Andersson quien se lleva los mayores elogios con su absorbente interpretación de la desintegración mental de Karin. La fotografía de Sven Nykvist, para variar, es excelente.



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