Ficha Los Sobornados

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Críticas de Los Sobornados (2)




Mad Warrior

  • 11 May 2021

8



Relato criminal que nos arrastra a los bajos fondos en una ciudad siempre cubierta por el manto de la oscuridad incluso a plena luz del día. Relato de asesinos y manipuladores, de traidoras maltratadas...
Y un policía sin casi nada que perder removiéndolo todo hasta sacar a dicha ciudad sus entrañas y dejarla limpia por dentro.

Relatos que a un fanático del cine negro siempre entusiasma, pues sigue siendo una ventana de marco viscoso y visagras oxidadas para mirar a un mundo debajo de lo que nosotros consideramos el mundo real, plagado de escoria pululante y agentes de la ley rectos y duros siempre a la espera de ocuparse de un gran caso o de convertirse en víctimas de algún poderoso hombre de negocios que domina con mano de hierro la sociedad desde su elegante cueva de oropel; la fatalidad, el dolor y la violencia están impresas en cada losa de cada acera que pisan sus protagonistas. A ellos les acaba atrayendo el peligro y la suciedad, y parece que a nosotros también.
Todos estos tics los recoge una de las mejores muestras que nos dio el género en los años 50, cuando de algún modo empezó a volverse más cínico, explícito y abrasivo, tal como le ocurrió al cine de Fritz Lang, cuya reputación como uno de sus mayores expertos no dejaba de crecer. El proyecto de ¨The Big Heat¨ le llega cuando Columbia compra los derechos del serial y después novela escritos por el criminalista y autor William McGivern, quien vio varias de ellas adaptadas a la gran pantalla (¨Apuestas contra el Mañana¨, ¨Burlando la Ley¨); no obstante el guionista Sydney Boehm terminó modificando muchos detalles del texto original, algunos cruciales.

Si el ¨noir¨ es sinónimo de desgracia y fatalidad, ¨The Big Heat¨ (no soy muy amigo de las traducciones que hacen de títulos clásicos) corresponde a ello por pleno derecho al iniciarse con un suicidio. Un policía acomodado llamado Tom Duncan (Deery en la novela) deja la incógnita de su propio asesinato al duro detective de homicidios Bannion, encargado de resolver el caso, individuo que Lang tendrá la gentileza de presentarnos no sólo en su trabajo sino en su vida íntima; no se trata de un huraño solitario, sino de un padre de familia felizmente casado.
Este reducto de calidez sirve para que simpaticemos con el dolor del protagonista y sus ansias de venganza una vez sea atacado por los secuaces de un maestro de ceremonias de nombre Lagana, quien tras su máscara de respetabilidad sólo oculta unas manos ensuciadas por la mugre del submundo donde opera en realidad. Pero el director y Boehm nos engañan de primeras, siguiendo a Bannion en los pasos de su investigación por los escenarios y conociendo a los personajes que perfilan el imaginario tan propio del cine negro, como Stone y su novia Debby (él, un repelente asesino carente de toda moralidad; ella, una pizpireta joven amante del lujo y la vida ociosa).

De repente será Stone, no Lagana, quien ocupe el lugar del villano, y tres mujeres de las más distinta condición girarán en torno al detective: esta Debby, la viuda de Duncan y su propia esposa Kate, si bien las circunstancias crean un poderoso triángulo protagonista (Bannion, Debby y Stone). En efecto Lang se vuelve pesimista, y no tarda en hacer que la tragedia irrumpa en la vida de su protagonista, y por accidente (¨Fatalidad...¿y qué se puede hacer contra la fatalidad?¨, decía el Riedenschneider de ¨La Jungla de Asfalto¨); esta ruptura (a partir de una sorprendente escena que aun así era fácil de intuir) ennegrece la historia aún más.
Desde este momento lo que predica el cineasta es una completa deshumanización y degeneración general, tanto física (a través del personaje de Debby) como emocional, volviéndose los males en contra del antes audaz pero recto policía, quien se transforma en un tipo amargo devorado por las ansias de venganza y cada vez más cerca de atravesar la delgada línea que le mantiene del lado del Bien a cada paso que da, amenazando con escorarse del lado del Mal, precisamente donde moran aquellos repulsivos seres de quienes pretende vengarse.

Así, Bannion, encarnado por un rabioso Glenn Ford cuyos ojos escupen fuego en cada secuencia y cuyos puñetazos hacen daño hasta al espectador, parece precipitarse a su propia autodestrucción con tal, ya no de esclarecer el asesinato inicial, sino de atrapar a los responsables del ataque a su hogar; los distintos funcionarios que atraviesan la película (Wilks, Higgins, quien no aparece en la novela) no son sino un estorbo para la cruzada sangrienta del protagonista (de ahí que sean veteranos de guerra que operan de forma clandestina los encargados de proteger a su hija en lugar de agentes de policía oficiales).
Las atmósferas dispuestas por el director, su nervio tras la cámara y la excelente labor de fotografía de Charles Lang, además del diseño artístico de Robert Peterson, nos sumerge de lleno en el universo ¨noir¨ más áspero y turbio que podamos imaginar; esta intensidad viene reforzada por trepidantes secuencias de acción como el duelo final (cuyo clímax entre Bannion y Debby, encarnada por una más que magnífica Gloria Grahame, brinda uno de los momentos más agrios y dramáticos de todo el género) u otras donde se hace uso de una extraña violencia capaz de revolvernos las tripas.

Todas ellas provocadas por Stone, a quien da vida un joven Lee Marvin perfecto para el papel: esa donde aquél agrede a una mujer en el bar o la famosa escena del café ardiendo, realmente fuerte para la época (la violencia de los bajos fondos contra la figura femenina se condena sin concesiones); y en el papel de Kate la hermana de Marlon Brando, Jocelyn.
Ciertos puntos no juegan a su favor (lo tópico de su trama, la revelación tan temprana de la identidad de Lagana y las artimañas de Duncan y otras diferencias con el libro), pero Lang alcanza instantes soberbios en este visceral y negrísimo relato policíaco, mientras que el éxito del dúo Ford/Grahame hizo que los volviera a juntar en ¨Deseos Humanos¨.



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elalfon

  • 10 Oct 2013

5


No todo lo que sea en blanco y negro tiene que ser sinónimo de obra maestra, ni siquiera lo que abarca el género más genial de todos los tiempos en sus años dorados, ni siquiera si es dirigida por nada menos que Fritz Lang, uno de esos genios que han dejado películas inolvidables. Porque todo director de culto tiene en su filmografía películas olvidables, en este no es diferente, esta es una de ellas.

¿Qué tiene de especial Los Sobornados? Absolutamente nada. Era una más de un género sobre explotado en esa época. Pura rutina. Y eso que comienza muy potente, un suicidio, una viuda que se le ve en su rostro que se traía algo entre manos y varios giros en los que parece nos meterán en una apasionante historia de intriga y asuntos sucios.
Pero todo se va al garete cuando a los 15 minutos ya sabemos lo que había detrás de todo el embrollo y quién es el malo de turno.

Glenn Ford hace de poli duro, un papel bastante usado y que queda bastante cutre cuando lo hace un sin alma como este, no tiene una sola expresión en su rostro que indique que ocurre nada importante, ni siquiera cuando su mujer es asesinada cambia su expresión pasota de guaperas.
El resto del reparto está en una línea parecida, todos son unos sin alma que transmiten lo mínimo.

Volviendo al personaje principal, resulta bastante cansino que este personaje sea tan chulo y no se le escape nada, comos si tuviera un poder telequinético para saber que siempre hay algo más detrás de todo. No hay matón que pueda con sus puños ni soporta que nadie ponga las manos encima de cualquier señorita sin sacar su perfección a relucir como cualquier caballero de cuento de hadas haría. Y es que todo gira alrededor suyo, es realmente cansino.

La historia no tiene alma, aunque si ritmo, el suficiente para no aburrir y eso es algo que se agradece y evita el suspenso, pero desde luego comparar esto con la mayoría de sus obras anteriores, aunque popularmente a esta se la considera una de las mejores de su filmografía, cosa que no comparto, incluso no entiendo.



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