Ficha La Colina de la Deshonra

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Críticas de La Colina de la Deshonra (3)




deathcristinized

  • 13 Nov 2020

9


Cuando supe la muerte del gran Sean Connery durante la semana pasada, de inmediato recordé este gran drama carcelario dirigido por Sídney Lumet, la película hoy en día esta considerada como una obra maestra y un clásico poco conocido para la gran parte del publico en general.
El guion de Ray Rigby cuenta la historia de un grupo de soldados británicos que llegan a una prisión militar ubicada en pleno desierto de Libia durante la segunda guerra mundial, la mayoría de ellos son desertores, borrachos, ladrones. Todos ellos tienen que difíciles experiencias con sus carceleros , militares estrictos, crueles en sus ordenanzas y castigos, el principal castigo es subir y bajar una colina de arena en forma de pirámide construida por los propios reclusos, la colina termina siendo el icono que simboliza la represión.
El film realiza un análisis brutal del militarismo y sus ordenanzas, las cuales suelen ser de acatamiento inmediato a las ordenes, la importancia de los cargos, todos estos aspectos hacen que las escenas estén cargadas de tensión, muchos gritos, ordenes, discusiones etc.
El castigo físico se encuentra presente en la mayor parte de la película, a parte esta crueldad no es solamente física, si no también mental, el papel del Sargento Mayor Wilson (Harry Andrews), es impresionante, su cualidad para identificar los puntos débiles de los reclusos, recordándoles su baja extracción social, el color de su piel su orientación sexual o su cobardía, insultándolos, humillándolos hasta lograr deshumanizarlos y así poder manipularlos mas fácilmente.
La película esta grabada en blanco y negro como director de fotografía el gran Oswald Morris, buenos encuadres, primeros planos en los cuales se hace notar el calor, el sudor las moscas en la cara.
Este es un verdadero clásico, no solo del cine bélico, sino de todos los tiempos. Una joya poco conocida, una obra maestra.



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Mad Warrior

  • 11 Dec 2018

10



Los cinco hombres, desalentados y resignados al castigo que van a recibir, contemplan la colina, hecha de arena y piedras, mientras el Sol descarga con furia.
El sargento Williams grita ¨¡Atentos! ¡Subida a paso ligero!¨. Y allá van los cinco. La cuesta se hace interminable, la bajada vertiginosa, el aire les empieza a faltar a los pocos minutos y, gracias al talento innato de Lumet tras la cámara, también a nosotros...

Esa es, sin duda, una de las secuencias más duras y significativas de ¨La Colina¨, joya indiscutible de la Historia del cine y de los títulos más emblemáticos que podemos hallar en la filmografía de su director, quien, tras la también fantástica fábula de la Guerra Fría ¨Punto Límite¨, fue contratado por el productor Kenneth Hyman para llevar a la gran pantalla la obra del escritor y guionista británico Ray Rigby, basada en las propias experiencias que éste vivió al ser recluido en una prisión militar durante la 2.ª Guerra Mundial.
El rodaje tomaría lugar, curiosamente, en nuestras tierras de Málaga y Almería, justo cuando Sergio Leone las aprovechaba para sus ¨westerns¨ a la italiana, y contaría nada menos que con la estrella Sean Connery, quien admitiría que el personaje del sargento mayor Joe Roberts, condenado por agredir a un superior y permitir que sus hombres fueran enviados a una misión suicida, era completamente la antítesis del elegante, valiente y sofisticado agente secreto británico James Bond al que había estado interpretando, lo que suponía un fresco cambio de rumbo para él. Pero lo más interesante de todo era el guión, que no sedujo a Lumet por la trama, sino por los personajes, pues ellos la conducían.

Dicha historia nos mete en una prisión militar situada en el desierto de Libia, llevada por el disciplinado sargento mayor Bert Wilson, cuando cinco hombres llegan al lugar tras ser acusados por diversos motivos: los soldados King, Stevens, Bartlett y McGrath y el sargento Roberts. Wilson trata a los prisioneros con dureza y, al mismo tiempo, respetando sus derechos; no obstante, el recién destinado sargento Williams se dedica a someter sin piedad al grupo de Roberts. Este abuso de poder y crueldad entrará en conflicto con otros oficiales de la prisión y creará la discordia y el enfrentamiento con los convictos, que se revelarán con total rabia y desesperación.
Hay que situarse en el contexto social e ideológico de la época para entender un film como ¨La Colina¨. Años 60, momento de cambios, de demolición del sistema conservador, de revolución cultural, de aceptación racial y de derechos; Luther King promulga su famoso discurso en el 63, la ley de Derechos Civiles sería aprobada en el 64 y el problema de la guerra de Vietnam respondido con dureza por los ciudadanos. La obra de Sidney Lumet, antimilitarista y centrada en el maltrato a los prisioneros y en la corrupción del sistema, reflejaría perfectamente aquella agitada época.

Una situación que ya aparecía reflejada en títulos como ¨El Hombre de Alcatraz¨, ¨Motín en el Pabellón 11¨ o la primera parte de la trilogía ¨La Condición Humana¨, de Kobayashi (y que volveríamos a ver en ¨La Leyenda del Indomable¨ y más tarde en ¨Brubaker¨, ambas de Stuart Rosenberg). Aquí Lumet, como demostraría a lo largo de su carrera, aboga por la justicia y condena con dureza la corrupción, dando una visión directa, cruda y sobre todo objetiva del asunto; dentro de la prisión hay tanto buenos (Harris, el oficial médico) como malos (Williams), como simplemente corruptos (Wilson, el comandante), pero todos obedecen leyes de un sistema equivocado, y al cual se enfrentará constantemente Roberts.
El director recuerda ¨Doce Hombres sin Piedad¨, pero desde la perspectiva más amarga (los presos no tienen posibilidad de saborear la libertad), al tiempo que su oficio tras la cámara concede un poder visual arrollador y dinámico al film, creando una atmósfera angustiante y de tensión creciente, realzado esto por la presencia de la soberana colina (atención a cuando Stevens la sube con la máscara de gas puesta; las intenciones de Lumet están claras), inequívoco símbolo de opresión y dominio, construida, para más inri, por los mismos prisioneros.

Un maravilloso Connery encabeza un grupo de actores comprometido y que lo da todo en sus interpretaciones, desde Ossie Davis, Jack Watson, Roy Kinnear y Alfred Lynch encarnando a los miembros del grupo de Roberts hasta Michael Redgrave, Ian Bannen, el imponente Harry Andrews y ese odioso Ian Hendry dando vida a los oficiales de la prisión. Igualmente destacables resultan la puesta en escena, la fotografía de Oswald Morris, el montaje de Thelma Connell y una banda sonora compuesta en su totalidad por gritos, golpes, el trotar de los prisioneros y el revolotear de las moscas.
Luchas internas en ambos bandos, violencia, cinismo e injusticia, ignorancia de los derechos, motines en pos del respeto y la comprensión; la desesperación se transforma en locura a medida que avanza la trama y la pesadilla conduce todo a un brutal clímax de pesimista final. Un Sidney Lumet lúcido y brutal, inmenso.

Su obra no obtendría el favor del público aunque sí de la crítica, logrando su reconocimiento en Cannes. Sea como sea, una obra maestra.



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bigladiesman

  • 5 Mar 2017

8


Sean Connery estaba en racha: desde “Agente 007 contra el Dr. No” no dejaba de hacer buenas películas, pero éstas estaban ensombrecidas por la saga Bond. Esta que nos ocupa la hizo entre “Goldfinger” y “Operación Trueno”, y si en “Marnie la ladrona” ya había trabajado con un director de alto copete como Hitchcock, esta vez no sería menos: estaba a las órdenes de Sidney Lumet, ese genio maldito. Con los años, este drama carcelario ha alcanzado la cota de película de culto y de obra maestra. Veamos…

Empecemos por decir que el cásting es una maravilla. Connery brilla como el chulesco, malote y sufridor Sgto. Roberts: no se lo verá con tantas ganas y aplomo hasta “Odio en las entrañas”. No solo Connery iba enrachado. Harry Andrews se llevó ese año el Premio [norteamericano] de la Crítica por esta peli y “El tormento y el éxtasis” con su subalterno del irresponsable alcaide, un tipo carismático que gusta de hacer putada tras putada a sus prisioneros, tolerando e incluso animando a torturar a sus prisioneros solo por conservar su discutible autoridad. Roy Kinnear ya estaba contratado para hacer “Help!” con los Beatles, Ian Hendry venía de hacer “Repulsión”, y precisamente repulsión es lo que causa su personaje, el sádico y ambicioso Sgto. Williams (“El Mayor hace soldaditos de juguete, Williams los rompe”, dice Roberts). Hendry resulta odioso para bien. Más allá de estos tenemos al esencialmente televisivo Ossie Davis (inolvidable como el dulce anciano Alcalde en “Haz lo que debas”) como un soldado de carácter parecido a Roberts, que encima tiene que aguantar el racismo de sus superiores, Ian Bannen como el Sgto. Harris, un buen hombre que al contrario que sus compañeros se gana, que no impone, su autoridad mediante el respeto y consideración a los prisioneros y Sir Michael Redgrave como el medico de la prisión, duro, malhumorado, cobarde y gandul, pero ligeramente empático, su tour de force llega en el desenlace.

Las cosas como son: Lumet no realizó esta película para entretener. No es divertida. Sin embargo, la suma del guion del veterano de guerra Ray Rigby (a partir de su obra de teatro semi-autobiográfica) y la realización de Lumet, sin embargo están llenon de humanidad, buena, mala y olfactiva (casi se puede sentir el pestazo a sudor y putrefacción) los diálogos son brillantes, llenos de palabras coloquiales de la época que hacen que sea una película ideal para los estudiantes avanzados de inglés. Sabe mantener muy bien el interés, y su dicotomía entre personajes amorales e inmorales es llevada con maestría.

Técnicamente es destacable la fotografía en blanco y negro, casi documental, del celebrado Oswald Morris y una opresiva ambientación cuartelaria norteafricana en pleno desierto de Almería. No hay música, pero el sonido añade a la sensación de opresión y desamparo que sufren los presos.

El cine empezaba a cambiar: a nivel de lenguaje cinematográfico, atrevimiento y guion, esta película puede contarse entre las que caracterizan el cambio radical del mundillo desde mitad a finales de los 60. Muy recomendable.



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