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Me ha sorprendido que no hubiera critica en la pagina de esta pelicula cubana del año 1993, a pesar de ser, en mi opinion, uno de los mejores exponentes de aquel cine y la unica que hasta la fecha ha representado a la isla en los premios Oscars como mejor pelicula extranjera.
Y es que no encontramos ante una historia deliciosa de T. G. Alea, uno de los mayores cineastas cubanos, heredero del mejor neorralismo italiano y director tambien de otras joyas, como Guantanamera.
En esta ocasion asistimos a la amistad de dos personajes en principio antagonicos, David, militante comunista, buen corazon y con un anhelo secreto de ser escritor, y Diego, homosexual, artista, inconformista y docto que persigue cambiar el ambiente represivo en el que vive.
No hay duda de que estamos ante un drama, a pesar de la multitud de chispas de humor que jalonan el metraje, algunas de ellas hilarantes e inteligentes tan cercanas al caracter caribeño.
Con una maestria cierta en el manejo de los tiempos, Alea va mostrandonos la evolucion de la relacion entre ambos personajes; en un primer momento de un recelo incomodo a seguidamente, la curiosidad y finalmente a una amistad a pesar del abismo que los separa.
Impresionante la actuacion de J. Perrugoria como homosexual ilustrado que introduce a David en un mundo antes ajeno a el, de ideas, libros y sensaciones y de V. Cruz (David) y M. Ibarra (como la portera del edificio).
Se podria insistir largamente en las bondades del film, pero basta decir que estamos ante una obra de arte de la vida real, cercana, entrañable, que provoca en nosotros alegria y humor pero tambien congoja y tristeza y que cuenta una historia simple de una manera extraordinaria.
Es un claro ejemplo de esas cintas que pasan sin pena ni gloria pero uno nunca se cansa de ver una y otra vez.
En definitiva, magnifica.

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