Ficha Cuentos de Tokio

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Críticas de Cuentos de Tokio (3)




Parnaso

  • 7 Nov 2020

7


Película japonesa en blanco y negro que trata sobre el pasotismo de los hijos sobre unos padres que viajan a verlos y se encuentran con la poca atención de estos. La película es más bien contemplativa y muestra muy bien lo que se quiere explicar. Profunda y dura.



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Mad Warrior

  • 3 Jun 2020

10



¨Hay que ver lo grande que es Tokyo, ¿eh?¨, dice Shukichi a su esposa contemplando la ciudad. Ésta le contesta ¨Sí, es tan grande que, si nos perdiéramos, no volveríamos a encontrarnos¨. Así es, Tokyo es inmensa y agobiante.
Mientras en Onomichi el viento mece la hierba y la calma de los santuarios impregna el lugar, las chimeneas de la urbe se erigen triunfantes expulsando un denso humo negro y los habitantes se mueven a un ritmo frenético por las calles.

Muchos lo llaman ¨progreso¨, y desde el primer momento en que se inicia ¨Cuentos de Tokyo¨ seremos testigos de ese contraste entre naturaleza y ciudad, tradicionalismo y avance, costumbre y modernidad, lo que influirá en las relaciones humanas, el motor de esta bellísima historia de carácter universal. En los 50, el cine japonés vivía una edad de oro y gran reconocimiento que no volvería a repetirse: Akira Kurosawa triunfa con ¨Rasho-mon¨ en Venecia, a la que seguirán ¨Cuentos de la Luna Pálida¨ y ¨Vida de Oharu, mujer Galante¨, de Kenji Mizoguchi.
Cuando ¨La Puerta del Infierno¨ gana el Gran Premio de Cannes, Yasujiro Ozu, con una carrera de casi tres décadas a sus espaldas, da vida a su obra maestra; por desgracia, los distribuidores la considerarían ¨demasiado japonesa¨ para el mercado extranjero. Pasará algún tiempo hasta que sea laureada por todos como una de las más grandes películas de la Historia del cine; curiosamente, ésta se perfila como una especie de ¨remake¨ de ¨Dejad Paso al Mañana¨, gran melodrama de Leo McCarey del que el mismo Welles afirmaba que ¨hacía llorar a las piedras¨, basado a su vez en la novela de Josephine Lawrence, y que atrajo la atención del guionista Kogo Noda.

Colaborador de Ozu, Noda le sugirió a éste (que ignoraba la existencia de la obra de McCarey) la posibilidad de reescribir la historia cambiando la América de la Gran Depresión por el Japón de la posguerra, aunque manteniendo la trama y sus ideas. Así, los ancianos Barkley y Lucy Cooper que viajaban a California se transforman en Shukichi y Tomi Hirayama, que deciden pasar un tiempo en la próspera ciudad de Tokyo con la esperanza de visitar a sus hijos Koichi y Shige y a su viuda nuera Noriko...pero la tranquilidad de la que gozaba el matrimonio en su pueblo no tiene nada que ver con el ajetreo de la urbe.
Ozu vuelve a recurrir a uno de los temas más viejos de su cine, la acelerada evolución de la civilización, mostrándolo a través de la horrorizada pero inevitablemente fascinada mirada de los Hirayama, gentes sencillas a las que la edad no les permite acostumbrarse a una jungla de edificios como es la Tokyo capitalista de la posguerra y la reconstrucción, un monstruo con vida propia donde el triunfo personal es algo imposible, donde la vida fácil corrompe a las nuevas generaciones y donde la actividad laboral ha abierto una brecha de insatisfacción e incomunicación en el seno del hogar, donde el respeto y la unión familiar brillan por su ausencia (unión que se logrará finalmente a través de un hecho trágico).

La conversación en el bar entre Shukichi y su antiguo amigo revelará de manera demoledora las miserias que el progreso y la vida de ciudad provoca en las personas, en las generaciones (¨Hoy hay hijos a los que no les importaría matar a sus padres¨); la relación entre los ancianos y sus hijos será otro claro ejemplo de la amarga y pesimista aunque resignada visión planteada. Shukichi y Tomi actúan con paciencia y benevolencia ante el aluvión de cambios que han sufrido Koichi y Shige, dominados por un comportamiento interesado y malicioso (¨Son sólo unos amigos del campo¨, dice ésta a las clientas del salón de belleza), el cual repugnará sobremanera a la joven Kyoko.
El director incluso niega a los Hirayama la oportunidad de transmisión con sus nietos, rebeldes, contestatarios, adaptados a una peligrosa ¨occidentalización¨ y al rechazo de sus tradiciones; los recuerdos, la melancolía y la nostalgia de una vida más sencilla y noble que ya se fue están presentes en casi todas las conversaciones de los dos protagonistas, entre ellos y con sus coetáneos. La modernidad y el conservadurismo también se verán enfrentados en Noriko (que ha ocupado muchos films de Ozu); mujer soltera, trabajadora, contraria al matrimonio, algo incomprensible y sin duda triste para Tomi.

Entre tanto, el estilo de Ozu se mantiene absolutamente intacto, hermético (los clásicos planos ¨tatami¨; la cámara situada entre los actores, casi todo el tiempo enfocados de frente y hablando ¨hacia nosotros¨, lo que nos hace partícipes de la conversación; la poética radiografía del espacio con una parsimonia y sutileza abrumadoras, que acompaña la preciosa música de Kojun Saito, haciendo hincapié en las dos caras de la sociedad; un particular uso de la carga dramática siempre evitando las situaciones y clímax, más propias del melodrama, y mostrándola a través de diálogos o la reacción de los personajes...).
Personajes vividos con gran intensidad por sus maravillosos intérpretes, que sienten más que actúan y cuyas palabras y sentimientos alcanzan de forma inevitable un recodo de nuestro inconsciente por su crudo realismo, sobresaliendo entre ellos la pareja compuesta por Chishu Ryu y Chieko Higashiyama, Hisao Toake, una Haruko Sugimura del todo detestable y la preciosa Setsuko Hara (quizás no hubo actriz japonesa más bella), que interpretó para Ozu por tercera vez a una Noriko con las mismas características e ideas.

A punto de perderse tras finalizar su rodaje cuando el negativo se quemó en un incendio en el laboratorio, ¨Cuentos de Tokyo¨, quintaesencia del cine de Ozu, compendio de su maestría y poseedora de momentos que le atraviesan a uno el corazón, no hay que verla únicamente...hay que vivirla y sentirla, pues es tan real como la vida misma.
Su influencia ha llegado a numerosos cineastas y obras, tanto japonesas como occidentales. He de decir que el aclamado ¨remake¨ dirigido por Yoji Yamada en 2.013, ¨Una Familia de Tokyo¨ para mí no existe en absoluto.



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halford885

  • 11 Dec 2013

9


¨la vida que corta es¨

Yasujirô Ozu nos trae un drama ambientado en el japon desùes de la segunda guerra mundial , una historia familiar donde uos viejos padres viajan a tokio a ver a sus hijos que hace largo tiempo no saben de ellos .

la pelicula esta rodada en un blanco & negro genial con una fantastica fotografia , y los actores hacen un trabajo increible durante el largometraje .

la pelicula trata temas como el amor,la muerte,olvido,vejez y un largo etc, al final el mensaje que pretende dar Yasujirô Ozu es que los hijos muchas veces hacen su vida y se olvidan por completo de que tienen padres y madres , y de que el amor y el cariño no precisamente te lo dan mejor los familiares , un simple amigo o desconocido puede hacer mas por ti que un hijo en toda una vida .

bueno es una pelicula maravillosa y muy profunda , el guion es inpresionante por lo antes mencionado un clasico que nunca olvidare.



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Críticas: 3


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