Una de las primera películas de Rafael Gil tras la serie de cortometrajes de propaganda realizada al final de la guerra civil. Es una comedia ingenua y bobalicona, con un Antonio Casal y una Luchy Soto en sus mejores momentos, acompañados de gente habitual en el cine de la época como el estupendo Alberto Romea o la inevitable Camino Garrigó. Lo que arranca como una comedia de enredo acaba por transformarse en una película de cine negro, por la intervención de un asesino, que muy bien, muy bien no se sabe qué es lo que persigue con su intento de asesinato. Si uno no es de los que tiene prevención ideológica por lo que se hizo desde el punto de vista cultural en determinados momentos de la historia de este país, y sus productos cinematográficos no le mueven al vómito puede pasar un buen rato como observador atento de aquella realidad, pues, además, Rafael Gil era un profesional y no suele fallar desde el punto de vista de la narración.
Toribio Tarifa
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Una de las primera películas de Rafael Gil tras la serie de cortometrajes de propaganda realizada al final de la guerra civil. Es una comedia ingenua y bobalicona, con un Antonio Casal y una Luchy Soto en sus mejores momentos, acompañados de gente habitual en el cine de la época como el estupendo Alberto Romea o la inevitable Camino Garrigó. Lo que arranca como una comedia de enredo acaba por transformarse en una película de cine negro, por la intervención de un asesino, que muy bien, muy bien no se sabe qué es lo que persigue con su intento de asesinato. Si uno no es de los que tiene prevención ideológica por lo que se hizo desde el punto de vista cultural en determinados momentos de la historia de este país, y sus productos cinematográficos no le mueven al vómito puede pasar un buen rato como observador atento de aquella realidad, pues, además, Rafael Gil era un profesional y no suele fallar desde el punto de vista de la narración.
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