Ficha Un Final Made in Hollywood

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Críticas de Un Final Made in Hollywood (1)




Mad Warrior

  • 7 May 2021

8



Actores, diseñadores de producción, operadores de cámara, asistentes, agentes, periodistas entrometidos, productores avasalladores...
La responsabilidad de un director es muy grande, tanto como el estrés que debe soportar en un rodaje, ¡tanto que uno desearía quedarse ciego para no ver las desgracias que están por venir!

Quizás no para otros, pero el nuevo siglo significó para Woody Allen un cambio radical, no sólo por la decisión de abandonar Sweetland Films (tras denunciar a sus productores Jean Doumanian y Jacqui Safra por estafa) y trabajar en DreamWorks, sino por el nuevo rumbo que su cine iba a tomar; algunas concesiones al humor en títulos como ¨Poderosa Afrodita¨, ¨Desmontando a Harry¨ o ¨Acordes y Desacuerdos¨, con los que finalizó la década anterior, no disimulaban el tono oscuro y trágico de sus imágenes, personajes y diálogos. Sin embargo, ¨Granujas de Medio Pelo¨ jugaba en una liga distinta.
A partir de esta simpática y algo irregular parodia del cine clásico de ladrones, el neoyorkino se encaminaría hacia una nueva dirección, más liviana, más cómica, dejando atrás la gravedad de aquellas obras impregnadas por el espíritu de Ingmar Bergman, y bien lo demostraron ¨La Maldición del Escorpión de Jade¨, ¨Todo lo Demás¨ o ésta que nos ocupa, antes de conocer a su nueva musa Scarlett Johansson e iniciar su viaje a Londres para hacer ¨Match Point¨. Podría considerarse ¨Un Final ¨made in Hollywood¨ ¨ un acto de expiación y aceptación; Allen se quita la máscara, se descubre y se interpreta a sí mismo como nunca antes.

Pero al contrario de la melancólica y agresiva ¨Recuerdos¨, el actor/director prefiere hacerlo desde un punto de vista cómico, sirviéndose de la sátira más irreverente para atacar a la cínica y oportunista industria hollywoodiense, tan plagada de pseudoartistas e individuos ambiciosos y capitalistas, bien representados en esos ejecutivos de Galaxy que hablan sin reparos de lo bueno que era Val Waxman (álter-ego de Allen) en tiempos pasados y lo insufrible que resultaba trabajar con él. Un neurótico, misántropo, nostálgico y ególatra director que atraviesas sus horas más bajas hasta que le cae del Cielo un proyecto que puede relanzar su carrera.
La presión para éste será aún mayor al tener que lidiar con Hal, el jefe de la compañía, el mismo que le ¨robó¨ a su mujer Ellie, quien ha insistido en contratar a su ex-marido pese a las dificultades que ello pueda entrañar. ¨La Ciudad que nunca Duerme¨ es el título de la película, ambientada, cómo no, en Manhattan, una Manhattan dura, vaporosa y en blanco y negro a ojos de Val/Woody (¨¡es pedante!¨, le responderán), para la que requerirá a un operador de cámara extranjero, costumbre en el neoyorkino en la vida real (que ha trabajado con Carlo DiPalma, Sven Nykvist, Zhao Fei, Ghislain Cloquet...).

Algunas conversaciones sobre el maestro Hitchcock, idolatrado por Val/Woody, dan paso a un fondo conocido, la situación de la obra de teatro de ¨Balas sobre Broadway¨ convertida en frenético rodaje donde se parodian con marcada acidez todos los típicos conflictos entre los miembros del equipo mientras se ve dividido entre Ellie y su novia Lori, las dos mujeres tipo que siempre han ocupado el universo ¨alleniano¨ (la emprendedora decidida y optimista y la joven tonta y vulgar en la que se refugia); una venenosa periodista y un chiflado director artístico actuarán como malos presagios de una catástrofe venidera, la cual hace su entrada a eso de los tres cuartos de hora: una ceguera histérica que provoca la más estrafalaria de las situaciones.
El director, con ayuda de su agente y el traductor del operador, debe rodar la película sin ver absolutamente nada y procurando que nadie más se entere. Negación de la realidad en su forma más literal; el protagonista prefiere cerrar los ojos ante un posible fracaso y ante el matrimonio de su ex-mujer con el repelente productor, aunque más tarde se revelarán las verdaderas causas (una hostil relación paternofilial que produce en Val sentimientos encontrados al hallarla escrita en el guión de su propio film). Nunca Allen ha estado tan en contra de nadie como de sí mismo (dicho de otro modo: ¨es su peor enemigo¨).

No obstante, aunque se presenten situaciones serias (el amor todavía vivo entre Ellie y Val, la mala relación entre éste y su hijo, el estar condenado a fracasar en su carrera, reflejo de la realidad), ¨Un Final ¨made in Hollywood¨ ¨ no hace concesiones al drama o la tragedia y cada secuencia de la película está llevada de la mano del humor, a veces sutil, a menudo disparatado, secuencias de afilados diálogos y clásica banda sonora de ¨jazz¨ que el director insiste en estirar como jamás había hecho, y ello lo corrobora el metraje, que alcanza las dos horas (superando por poco al de ¨Celebrity¨).
Una última frase vendrá a unir la realidad de Allen y la de su álter-ego: ¨¡Gracias a Dios existen los franceses!¨. La película es un fracaso en EE.UU. pero un éxito en Europa (si hacemos memoria allí es donde han triunfado la mayoría de sus obras). Al lado del actor/director, haciendo de sí mismo aunque disimulado torpemente bajo el nombre de otro artista incomprendido, tenemos a unos notables Mark Rydell, Téa Leoni, en un estado de auténtica gracia (donde nunca ha estado), Jodie Markell, Debra Messing, un Treat Williams menos pánfilo de como suele ser habitualmente y ese realmente maravilloso Barney Cheng.

No nos encontramos ante un film brillante, es cierto, de hecho podría verse como un pastiche de otros anteriores (¨Balas sobre Broadway¨, ¨Recuerdos¨, ¨Desmontando a Harry¨, ¨Manhattan¨, ¨Broadway Danny Rose¨...), pero su principal objetivo se cumple con creces: entretener, hacer reír. Quizás no haya otro.
Val se sube en el coche y parte a París para nunca regresar; el deseo interior de huida y cambio de Allen no puede encontrar mejor representación, aunque éste prefiera cerrar los ojos ante él. ¨La ceguera como metáfora, ¡es genial!¨.



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