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En tal astracanada no hay nada que pueda salvarse excepto la belleza sensual de Victoria Verá pues el grueso del argumento es absurdo y el desarrollo del mismo atropellado. Una fotógrafa busca aventuras excitantes en su empresa por lo que su jefe envíala a la selva a la búsqueda de un cómico que huye de sus incondicionales cobijándose en la selva llevando la vida de una especie de César mitológico entre Amazonas junto a su hijo, un sucedáneo de Tarzán que no hace sino enfrentarse a un enemigo empuñando una mano de plátanos —desternillante—, del cual, producto de un flechazo, derrietse por él. Quien acompaña a ella, un gaznápiro que va en búsqueda de gorilas y después se deslumbran por la aparición de oro, no hace gracia, lo mismo que sus concomitantes. La siembra de la gracia queda ausente, por lo que es más donoso echar a ver sus graves faltas, como por ejemplo; el par de gorilas que no son sino gentes disfrazadas, cosa que da a entender que la producción acumulaba menos que medio ardite. Lo peor no es su insustancialidad sino lo aburrida que es.

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