Ficha Nunca Digas Nunca Jamás

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Críticas de Nunca Digas Nunca Jamás (1)


bigladiesman

  • 16 Jun 2022

6


Tras años y años fastidiando a EON tanto como pudo, en 1983 el co-productor y propietario de los derechos “Operación trueno” y de la organización SPECTRE Kevin McClory se alió con el exjefe de Lorimar, Jack Schwartzman (con la esposa de Schwartzman Talia Shire y su hermano Francis Ford Coppola ayudando en la sombra) y lanzó su órdago: un remake de la película de 18 años antes con Sean Connery de protagonista y un envidiable equipo técnico. Tras el fiasco que fue Casino Royale en 1966, se lanzaba otro Bond alternativo.

Sean Connery vuelve a su personaje más famoso en mucha mejor forma que en su aparición en “Diamantes para la eternidad”. De nuevo con peluquín y sin vello facial, y con muchas ganas de de disfrutar de su último Bond: ahora estaba mucho más bajo control de la producción y se sentía liberado.
Por su enorme relevancia dentro de la película, no puedo más que señalar como segunda protagonista a Bárbara Carrera. La nicaragüense es una psicópata desencadenada, divertida de carácter y sádicamente juguetona como Fatima Blush, esbirra de SPECTRE. Una auténtica malosa de tebeo que deja a la espléndida Fiona Volpe de Luciana Paluzzi como una santa. En comparación, la aún principiante Kim Basinger está más verde que un pepino, pero ya apuntaba maneras y belleza (especialmente cuando aparece en maillots transparentes). Su Dominó es bastante parecida a la de Claudine Auger: distante y un poco frágil si se la agita en exceso.
Los villanos principales son un delirantemente histriónico Klaus Maria Brandauer como un Largo que en contraste con la intimidante y severa mezcla de gangster y pirata de Adolfo Celi, aquí se las da de simpático y alegre bucanero, magnate y playboy: un tipo carismático pero que en el fondo no es más que un niño pijo y demente con aspiraciones que tiene unas temibles pataletas que divierten muchísimo a Bond; finalmente tenemos a un desaprovechado Max von Sydow como un Blofeld encantador, casi tierno y absolutamente fuera de lugar aquí que solo sale en dos escenas.
Entre los secundarios, el recientemente finado Gavan O’Herlihy es el hermano yonqui de Dominó en uno de esos papeles de repelente que bordaba (aquí logra despertar compasión: al fin y al cabo un hombre mentalmente torturado y maltratado por la horrenda Fatima), Bernie Casey es un Felix Leiter más que decente y con buena química con Connery, Edward Fox es un M desagradable y neurótico y otro entonces principiante, Rowan Atkinson, es el insufrible contacto de Bond en Nassau, Nigel Small. Era su primera película, faltaban aún un par de meses para que nos hiciera partirnos la caja hasta la incontinencia urinaria con su inolvidable Black Adder y se nota demasiado: a mí incluso me pone nervioso.

Dirige Irvin Kershner, el emperador de las secuelas, escribe Lorenzo Semple Jr. (junto a un considerable grupo de guionistas no acreditados, los principales el dúo británico Dick Clement e Ian Le Frenais – se dice son que los verdaderos autores del guion – o el mismísimo Coppola) uno de los guionistas con más gancho comercial que podías encontrar en Hollywood (junto con montones de aportaciones de otros autores), pero, vaya, no tiene el knack que ya tenía Richard Maibaum en lo que a Bond se refiere. La película es algo monótona a ratos y los chistes en general son malísimos.

El formidable Douglas Slocombe se encarga de la fotografía, dando un ligero “aire indianajonesco” a la acción. Pese a ser una producción bastante suntuosa para la época, con personal de lo mejorcito, la ausencia del personal de EON se nota y hoy día tiene un aire de serie B, casi de telefilm (ya que la he mentado antes, a veces se espera uno que al principio o al final aparezca el logo de Lorimar) que muchos critican y a mí me chifla. De los FX se encarga la compañía Apogee, que entonces tenía un gran prestigio, y si bien hay varias escenas meritorias, alguna que otra chirría bastante (esos Action Men de Bond y Leiter yendo en una especie de jetpack-helicóptero son risibles, solo falta el crío moviéndolos para que sea un anuncio navideño).
Esta NDNJ (junto a Panorama para Matar) es la definición bondiana de lo ochentero, lo que le da encanto, y el menor abuso de escenas subacuáticas hace que sea menos farragosa de ver que Operación Trueno (si bien vista en perspectiva la de 1965 aún sea superior neutralmente hablando).
La banda sonora de Michel Legrand, pese a que hay un par de piezas majas (correctísimo tema principal a cargo de Lani Hall, eterna aliada de Sergio Mendes - que lo co-produce - y su marido el trompetista Herb Alpert – que ya estuvo en Casino Royale – y también el tema secundario “Une chanson d’amour”, aparte del discotequero “Jelaousy”), es abismal, nefasta. Es paradójico sabiendo que la base del Bond musical cuando Connery estaba en EON era el jazz combinado con otros géneros, pero el estilo de jazz de Legrand, más purista, resulta aquí fuera de lugar y además durante el metraje a veces la música suena como deformada, cacofónica (en el disco de la banda sonora suena correcta aunque sea mala: no se entiende). Mala idea de Connery la de imponer al compositor que le gustaba a él.

Con todo esto me mantengo en que si bien la “Operación Trueno” original es la mejor película, personalmente esta me gusta más, algo en lo que me encuentro en franca minoría entre los fans de Bond: “Nunca digas nunca jamás” me resulta más entretenida, bizarra y encantadora que su hermanastra mayor de EON y Danjaq, si bien ambas tienen en común que no han envejecido bien.



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