Ficha La Colina de la Deshonra

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Críticas de La Colina de la Deshonra (1)


bigladiesman

  • 5 Mar 2017

8


Sean Connery estaba en racha: desde “Agente 007 contra el Dr. No” no dejaba de hacer buenas películas, pero éstas estaban ensombrecidas por la saga Bond. Esta que nos ocupa la hizo entre “Goldfinger” y “Operación Trueno”, y si en “Marnie la ladrona” ya había trabajado con un director de alto copete como Hitchcock, esta vez no sería menos: estaba a las órdenes de Sidney Lumet, ese genio maldito. Con los años, este drama carcelario ha alcanzado la cota de película de culto y de obra maestra. Veamos…

Empecemos por decir que el cásting es una maravilla. Connery brilla como el chulesco, malote y sufridor Sgto. Roberts: no se lo verá con tantas ganas y aplomo hasta “Odio en las entrañas”. No solo Connery iba enrachado. Harry Andrews se llevó ese año el Premio [norteamericano] de la Crítica por esta peli y “El tormento y el éxtasis” con su subalterno del irresponsable alcaide, un tipo carismático que gusta de hacer putada tras putada a sus prisioneros, tolerando e incluso animando a torturar a sus prisioneros solo por conservar su discutible autoridad. Roy Kinnear ya estaba contratado para hacer “Help!” con los Beatles, Ian Hendry venía de hacer “Repulsión”, y precisamente repulsión es lo que causa su personaje, el sádico y ambicioso Sgto. Williams (“El Mayor hace soldaditos de juguete, Williams los rompe”, dice Roberts). Hendry resulta odioso para bien. Más allá de estos tenemos al esencialmente televisivo Ossie Davis (inolvidable como el dulce anciano Alcalde en “Haz lo que debas”) como un soldado de carácter parecido a Roberts, que encima tiene que aguantar el racismo de sus superiores, Ian Bannen como el Sgto. Harris, un buen hombre que al contrario que sus compañeros se gana, que no impone, su autoridad mediante el respeto y consideración a los prisioneros y Sir Michael Redgrave como el medico de la prisión, duro, malhumorado, cobarde y gandul, pero ligeramente empático, su tour de force llega en el desenlace.

Las cosas como son: Lumet no realizó esta película para entretener. No es divertida. Sin embargo, la suma del guion del veterano de guerra Ray Rigby (a partir de su obra de teatro semi-autobiográfica) y la realización de Lumet, sin embargo están llenon de humanidad, buena, mala y olfactiva (casi se puede sentir el pestazo a sudor y putrefacción) los diálogos son brillantes, llenos de palabras coloquiales de la época que hacen que sea una película ideal para los estudiantes avanzados de inglés. Sabe mantener muy bien el interés, y su dicotomía entre personajes amorales e inmorales es llevada con maestría.

Técnicamente es destacable la fotografía en blanco y negro, casi documental, del celebrado Oswald Morris y una opresiva ambientación cuartelaria norteafricana en pleno desierto de Almería. No hay música, pero el sonido añade a la sensación de opresión y desamparo que sufren los presos.

El cine empezaba a cambiar: a nivel de lenguaje cinematográfico, atrevimiento y guion, esta película puede contarse entre las que caracterizan el cambio radical del mundillo desde mitad a finales de los 60. Muy recomendable.



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