“Vosotros... vosotros a quienes nosotros amamos... Nos imagináis tan lejos y sin embargo estamos tan cerca...”
Pura poesía para dar comienzo a esta película de culto mientras un objetivo enmarcado en un circulo va acercándose en un sobrio blanco y negro a la estatua de la victoria en Berlin mientras suena una música intima.
Esta introducción ya es una declaración de intenciones de su director W. Wenders que quiso presentar una continuación a la también mitica “el cielo sobre Berlin”, con esta obra personal, llena de filosofía, una obra de arte que se merecio el premio del jurado del festival de Cannes del año 1993.
Es difícil contemplar este cine a la luz de la actualidad, un carácter tan intimista y profundo parece ya desterrado por los temas contemporáneos y sin embargo, para muchos de nosotros es un soplo de aire fresco poder disfrutar de este tipo de cine, reflexionar y dejarnos llevar a otros lugares ya olvidados.
O. Sander da vida al angel Cassiel (el arcángel de la soledad y las lagrimas en la tradición cristiana), que contempla desde su atalaya privilegiada en la estatua de la Victoria el devenir de los seres humanos; él, pura bondad, se apiada de nuestras desventuras, se pregunta por que el hombre escucha al mundo y no escucha a los mensajeros como el. Estos planos, junto a los de los angeles reunidos en la puerta de Brandeburgo, son los mas espectaculares de la cinta, con unos diálogos dignos de figurar en un manual de filosofía o de religión.
Podemos distinguir dos partes claramente diferenciadas; al empezar, los planos de los angeles, en blanco y negro, con voces en off que nos trasmiten sus pensamientos en un tiempo detenido limitándose a observar nuestras anodinas vidas sin intervenir en ellas, y otra, cuando a Cassiel se le permite participar en el plano existencial, aquí se recurre al color, los diálogos son mas vulgares, el angel deambula por la ciudad de Berlin donde será engañado, su inadaptación a una vida que no tiene nada que ver con aquella que observaba desde las alturas, le llevara a la tristeza, al atolondramiento, a la soledad, que caerán con toda su crueldad sobre el, cruel precio por haber querido ser uno de nostros.
Es imperativo hablar del magnífico elenco que Wenders eligio para esta obra; W. Dafoe (como el dueño del tiempo aunque bien se confunde muchas veces con el mal), B. Ganz (“el hundimiento”), L. Reed (haciendo de el mismo dando un concierto en Berlin), N. Kinski, P. Falk y el mismísimo M. Gorvachev! (haciendo de el mismo en un despacho de la capital alemana).
Las reflexiones filosóficas son constantes a lo largo de la historia, se entremezclan temas tan inevitables en nuestra vida como el tiempo, la condición humana, la limitación de los sentidos de los hombres, la voluntad de ignorar la voz de aquellos que velan por nosotros…
En un momento dado de la película Cassiel, una vez tornado humano, y experimentando por primera vez la miseria de la vida se pregunta: “asi que esto era la soledad…nadie escucha a nadie, nadie mira en el corazón de los demás… el tiempo pasa tan deprisa, ya no oigo ni veo el suspiro de la eternidad, cada uno crea su propio mundo y es prisionero de el…solo importa lo que vemos, es lo único en lo que creemos, lo invisible no importa”.
Duras conclusiones pero tan ciertas, sin embargo el protagonista podrá redimirse ayudando a los demás y volver a su condición de angel y de observador del devenir del tiempo recordándonos de nuevo que ellos están tan cerca..
Aunque puede resultar algo larga en sus mas de 2 horas de duración, es una película que habría que ver alguna vez en la vida, un ejemplo artesanal de cine que despierta nuevas sensaciones por olvidadas, un guion profuso en mensajes que tocan el espíritu, una banda sonora que mezcla los canticos de los angeles con canciones de L. Reed o U2, y una puesta en escena a ratos excepcional con imágenes de un Berlin de otras épocas.
Magnifica.

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