Roger Corman y su hermano Gene (que no se limitó a ser colaborador de Roger y cuenta con un interesante bagaje como productor por su cuenta) nos ofrecen esta película de monstruos que recicla elementos de atrezzo de pelis anteriores. Sin ser un desastre total, es bastante floja, y las interpretaciones son soberanamente malas.

Pese a que llegó a ser un gran director en TV, el joven Bernard L. Kowalski (estrecho colaborador de Corman durante un tiempo) no parece hacer nada por arreglar los despropósitos perpetrados por John Baer, Ed Nelson (aún en camino a Payton Place, pero sin subirse por andamios y meterse en tubos. Algo es algo) y especialmente una insufrible Angela Greene, en el que debe ser uno de los peores papeles de la actriz irlandesa en su dilatada carrera (y por desgracia, parece que el más recordado). Su teatralidad exagerada ni tan siquiera resulta cómica. Eso sí, contamos con la ignota pero bellísima Georgianna Carter, un regalo para los ojos con estética muy moderna para su tiempo y unos secundarios que al menos no hacen el ridículo (salvo Michael Emmet, que tiene cada momento “püll da estringk” que no veas).

En el aspecto técnico, ya está todo dicho en el primer párrafo: reciclaje puro; además de algún decorado sencillito obra del miembro de la troupe de Corman Daniel Haller. Los FX son de risa, porque recuerdan más a las maravillosas animaciones de Terry Gilliam en los shows de Monty Python que a una película que debe asustar; y, claro, veo aquello y me acuerdo de los dientes bailarines, las ovejas voladoras y el gato-Godzilla y... Bueno, que es muy de XD. El guion (con el que se armó un buen pitote) es flojucho pero tiene ideas que veremos en futuras películas como Alien. Démosle eso, al menos.

Olvidable y prescindible, aún tiene cierta dignidad y se deja ver entera sin mayores problemas. Pero no merece el aprobado. Para nada. Ni teniendo en cuenta el presupuesto.

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