Enésimo krimi de la Rialto (y los que quedan) basado en una novela de Edgar Wallace con todo lo que se puede esperar del género: pocas pretensiones, un grupo de intérpretes que resultarán familiares a los aficionados del subgénero, estética pop-gótica, música jazz, personajes peculiares, mucho humor y argumentos extravagantes.
Heinz Drache, una de las mayores estrellas del krimi, es Dick Martin, inspector de policía simpático y aficionado a los juegos de manos. Eddi Arent, otra superestrella del subgénero, es como casi siempre el ayudante graciosete del héroe, en este caso el subinspector Holms. Este tipo acaba resultando imprescindible y personalmente siempre me parto con las insignes paridas que suelta. Sabine Sesselmann, una actriz de moda por entonces, es la protagonista femenina, Sybil Landsown una bibliotecaria de buena familia. Klaus Kinski aparece al principio como Pheeny, un ladrón de poca monta que hace de chivato de la policía.
He hablado antes de las insignes paridas que suela Holms. Bueno, hay que decir que el guion de Harald Petersson también lo es. El director Alfred Vohrer y él han tenido mejores momentos: incluso para un krimi, el guion es tremendamente extravagante, lo que da para una película divertida y graciosa, pero inconexa, que pasa del krimi tradicional a homenajear el cine de terror americano de los años 30 y 40 (tipo con disfraz de gorila incluido) como si tal cosa. Además, el final es extremadamente precipitado. Llama la atención lo que parece una temprana escena post-créditos finales (también llamada ¨stinger¨ o, en círculos más frikis, ¨Skeletor¨).
Atractivo aspecto técnico para el fan del cine zumbón de la época, con estética pop de baratillo, música jazz y unos exteriores muy bien elegidos, entre los que destaca el curioso castillo Pfaueninsel de Berlín.
Una película mala y entretenidísima como ella sola, con las suficientes virtudes y dignidad como para ser pasable sin caer en la pura comedia involuntaria (que no es que falte). Recomendada a todo fan del krimi más bizarro.
Críticas: 2
TANO
7
Otro krimi, como siempre adaptando una obra de Edgar Wallace (o de su hijo), y como de costumbre, con caras conocidas (para los asiduos de este sub-subgénero), como es el caso del “secundario gracioso“ (creo que es Eddi Arent, nunca me quedo con el nombre), que aparece en la gran mayoría de krimis que he visto hasta el momento, el mismísimo Klaus Kinski, haciendo un pequeño papel.
Tenemos como siempre una historia con un misterio, asesinatos, policías investigando, y este toque macarra que tanto me gusta en estas pelis.
Tiene sus toques de acción, bastante intriga y una interesante parte final. Nada mal.
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