Una vez más, de la mano de nuestros amigos italianos, viajamos a la antigüedad para asistir a una de esas leyendas de gran envergadura donde se cruzan guerras entre pueblos, traiciones entre reyes, odios familiares y conspiraciones por el poder.
Concretamente el escenario será Creta.

Sigue así la estela de las obras que llevan las gestas de los héroes y la ira de los dioses a la gran pantalla contando con presupuestos moderados; todavía en plena efervescencia llegado el comienzo de la década de los 60 y entre otras producciones como ¨La Venganza de Hércules¨, ¨La Batalla de Maratón¨ o ¨Atlas¨ (la introducción de Roger Corman en el mundillo), aparece ¨El Monstruo de Creta¨, de la que se encarga el antes asistente de Raffaello Matarazzo convertido en realizador, Silvio Amadio, casi recién iniciado en dicho oficio, para el legendario productor Giorgio Agliani.
Sin embargo, y como suele suceder en esta clase de películas, de las leyendas tradicionales sólo queda un endeble esqueleto y sus elementos se modifican para entregárselos a un público cuyo único deseo es el entretenimiento. Así lo llevan a cabo los guionistas, decidiendo, y lo más seguro por exigencias de quienes ponían el dinero, cruzar varios sucesos y personajes y trastocarlos a su antojo; es curioso la manera en que empieza esta historia, como si se tratase de la típica ¨monster movie¨ norteamericana de serie ¨B¨, con chica guapa rubia en peligro incluida, en las catacumbas de Creta, donde está escondido el Minotauro, al que acertadamente no vemos aún. Ya está el espectador en el bolsillo.

Bueno, la verdad es que tardaremos bastante en verle. Por ahora nos sumiremos en el drama del rey Minos tras la muerte de Pasifae, que revela la existencia de una hija perdida llamada Ariadna e idéntica a Fedra, lo cual no es ningún secreto para los que somos conocedores de la mitología y sus personajes. Pues Sandro Continenza y Gian Callegari se arman un embrollo importante con respecto a ello y hacen de la última una intrigante malévola, ordenando asesinar a su gemela para quedarse con el trono (sus hermanos, y no tenía pocos, para desempeñar la función de rey, no existen en esta ocasión).
Teseo, héroe del mito del Minotauro, entra a formar parte de la aventura de un modo muy distinto a como se supone que ocurrió. Entre estas terribles licencias histórico-mitológicas, Amadio se desenvuelve bien como director de secuencias de acción, de una violencia bastante cruda, sin olvidarse, como era lógico en esos tiempos y este cine, de llenar la pantalla de hermosas muchachas de vestimentas ligeras; para ser francos, lo que atrajo al público no era el monstruo del título (pues no está por ningún sitio...), sino la sensualidad explosiva de Rosanna Schiaffino, quien además hace gala de su versatilidad encarnando a ambas hermanas.

¿Y cómo se supone que llega Teseo a Creta? Nada tiene que ver aquí el tema de los sacrificios de los jóvenes atenienses al hombre-toro; aquí la clave es la intriga entre Fedra y Ariadna, y como medio auxiliar entra Demetrio, puente entre el principio y el nudo y entre los demás protagonistas. Por eso veremos de qué forma tan arbitraria y torpe es eliminado de esta historia donde sigue estando presente, clásico de las leyendas griegas, la fatalidad del destino, las ambiciones y las tragedias románticas; pero si de personajes auxiliares hablamos destaca la intervención de Anfitrite, esposa de Poseidón, que ama a Teseo.
Teniendo en cuenta que él es (considerado) hijo del dios del océano, el guión nos ha salido con un amor incestuoso sin vergüenza alguna (cuando en realidad esto sucedía entre Fedra e Hipólito, hijo de Hipólita y el mismo Teseo), y con una gravedad dramática totalmente fuera de lugar, ya que aparece en mitad del argumento, entorpeciendo su avance, para resolverse en cuestión de minutos (este paréntesis bajo el agua sólo servirá para demostrar que ni los dioses son capaces de luchar contra el curso del destino, insólito pues sus manos son siempre las que lo manejan).

Tras estos desaguisados sólo queda sentarse con las neuronas en suspenso y entretenerse con la peripecia que nos regala sin pretensiones el cineasta, cuya espectacularidad de serie ¨B¨ resulta muy entrañable; inevitablemente encontramos la división de la participación femenina en heroínas abnegadas esperando a ser rescatadas por el héroe de turno o por el contrario villanas desaprensivas dispuestas a sembrar de obstáculos su carrera hacia la gloria (lo curioso es que en este caso ambas son las mismas). Aquél presenta el granítico rostro y la actuación acartonada del célebre atleta olímpico y más tarde político Robert Mathias.
El maniqueísmo habitual también se proyecta sobre los vínculos que unen y separan a griegos de cretenses, en un esquema destinado a situar a los primeros como los amables y benevolentes frente a los segundos, una civilización agotada, violenta, fanática y caduca. Por cierto, la entrada al laberinto del monstruo no es todo lo increíble que pudiésemos esperar; sí, Ariadna hará uso (aunque incorrecto según el mito) de un hilo para marcar el camino, pero sólo queda vergüenza ajena al ponerse el héroe ante él, fabricado cutre que pareciera salido de un ¨kaiju-eiga¨ de serie ¨Z¨...

Toda la credibilidad que pudiera haber ganado ¨El Monstruo de Creta¨ (tampoco mucha) se deshace en pedazos en una última parte terriblemente mal dirigida, a base de efectos especiales de saldo y despachada a tal velocidad que si parpadeamos nos perdemos la aparición del Minotauro.
En realidad sí que hay un monstruo en Creta, como anuncia el título en castellano, pero no es el anterior, sino Fedra, porque Schiaffino resulta imbatible en su rol de pérfida mujer fatal de la antigüedad. A su alrededor, al fin y al cabo, gira toda la historia, y sin duda es la estrella de la película.

Me gusta (0) Reportar

Entre tantos mitos griegos que se han adapatado al cine, hay uno que tenía especial curiosidad por ver adaptado: el de Teseo y el Minotauro, monstruo concebido por Zeus y la pervertida princesa Europa, encerrado por el rey Minos en un laberinto diseñado por el héroe inventor Dédalo. El amante del cine de aventuras lo tiene todo en ese mito: una mazmorra laberíntica, un héroe caballeresco, una dama en peligro, sexo, dioses, y, claro, un monstruo ¨larger than life¨.

Y he aquí una adaptación italiana. Protagonizada por el célebre superatleta y político norteamericano Bob Mathias (primer decatleta en lograr dos oros olímpicos consecutivos, en Londres¨ 48 y Helsinki ¨52. Solo el británico Sir Daley Thompson lo ha igualado), que ya tenía cierto bagaje en Hollywood, es rodeado por importantes intérpretes del mundillo de la serie B italiana: Rosana Schiaffino, habitual de las españoladas de destape (y mejor intérpete de la peli, muy eficiente en el doble papel de Adriana y Fedra), Rik Battaglia, uno de los grandes actores de reparto de los spaghetti western o la eterna promesa Alberto Lupo. No puedo decir más de las interpretaciones, ya que la he visto doblada (doblaje regularcillo, dicho sea de paso).

El diseño de producción es bastante currado para una peli de serie B: los escenarios de cartón-piedra son sencillos pero grandes, con capacidad para muchos extras, y las breves escenas subacuáticas estan muy bien fotografiadas (siempre teniendo en cuenta que esto es una producción más bien modesta). La guinda final, el Minotauro, está sorprendentemente bien realizado, pero no resulta amenazador. Resulta mono, incluso. En la parte negativa, es una película lenta y demasiado larga, llegando a aburrir en algunos segmentos.

Una peli bien realizada lastrada por un metraje excesivo. No está mal, pero no le hubiera ido mal un poco más de ritmo y menos escenas alargadas innecesariamente.

Me gusta (0) Reportar

Pasable peplum que no ha envejecido demasiado bien.Las escenas de espadas y las actuaciones bastante regulares,la puesta en escena esta bastante bien con algunos decorados resultones.El minotauro no sale hasta el final y un par de minutos ,la verdad que se esforzaron en el muñeco pero no logra impresionar demasiado.Entretenida si no eres demasiado exigente.

Me gusta (0) Reportar