Interesante enfrentamiento e interesantes perspectivas.
Por un lado un tipo duro experto en robos y atracos preocupado sólo de su pellejo; por el otro un antiguo miembro del ejército que ha perdido el juicio y cuyo mayor deseo es ser amo del Planeta...

Sin duda estamos ante la premisa de uno de los argumentos más bizarros que ha podido regalarnos el cine de ciencia-ficción, premisa que bien aprovechada y respaldada con un buen presupuesto se habría convertido en todo un clásico de la serie ¨B¨...por desgracia se queda en agua de borrajas; la principal razón es que se encarga de ella Edgar Ulmer, y sólo los entendidos sabemos qué nos podemos encontrar. Así es, una nueva incursión del austro-húngaro en terrenos de la ficción a comienzos de una década en la que la importancia de la espectacularidad iba a marcar el género notoriamente.
Pero aquél contaba quizás con unos pocos miles de dólares y un corto guión para desarrollar ¨El Increíble Hombre Transparente¨, regreso a la idea de la popular saga de ¨El Hombre Invisible¨ de Universal, pero enfocada desde un concepto distinto. La historia, escrita por Jack Lewis, no empieza exactamente desde la fantasía o la ciencia-ficción, sino desde los lindes del más puro cine negro, en plena fuga de prisión del protagonista, Joe Faust; todo este poderoso tramo de huida y persecución, filmado entre las tinieblas de la noche con oficio y pulso narrativo, es de lejos lo mejor de la película y nos recuerda a los sólidos ¨noir¨ de antaño del cineasta.

Este Faust, con el granítico rostro del eterno secundario y asiduo del ¨western¨ Douglas Kennedy, es recogido en mitad de la carretera por Laura, a quien encarna en el que sería el último papel de su carrera Marguerite Chapman, actriz de talento y belleza suprema cuyas épocas de esplendor fueron los 40 y 50, tanto en cine como en televisión. De repente el argumento se escora hacia otros lugares y la imaginería del cine negro queda cada vez más relegada, no del todo, pero cobrando importancia la ciencia-ficción al aparecer en escena el mayor Krenner, individuo despiadado que desea robar materiales radiactivos para extraños experimentos.
El clima que empieza a generarse desde que el protagonista entra en la mansión es de puro desasosiego, y esto es una buena muestra de la habilidad de Ulmer para las atmósferas de tensión; dicho clima viene proyectado por Krenner, que lo impregna, así como al resto de personajes, de cinismo y desconfianza. Lewis recurre a un estereotipo tan manido del cine de ficción y terror como es el ¨mad doctor¨, pero en este caso el científico, Ulof, es otra víctima de los planes de un hombre que se sirve del chantaje y la violencia para sus propósitos, los cuales incluyen crear una especie de ejército del Mal para derrocar a la nación...

Unión de conceptos extraña, algo así como ¨La Rebelión de los Zombies¨ y ¨El Espía Invisible¨; pero no es la magia negra el elemento esencial para devolverle la vida a los muertos...ni sabremos que es, pues no se explica del todo en un guión tan exiguo que podría, pero no va más lejos. El tema de la invisibilidad aflora como una denuncia sobre los experimentos del Gobierno y las armas nucleares, bien proclamada por el doctor, interpretado por un Ivan Triesault que desea explotar en exceso el dramatismo de su personaje, y su utilización hace regresar la trama hacia los principios del ¨noir¨, pues no hay que olvidarse de que Faust es un criminal, y su misión es robar un banco.
Sin embargo, el guión intentará humanizar a este personaje que parece salido de una novela de W.R. Burnett haciéndole padre de una hija, y simpatizará con el pobre Ulof debido a que la suya está secuestrada por Krenner. Aun con ciertas salidas (la más memorable a un banco de la ciudad), la mansión será el escenario primordial de esta salsa de traiciones, mezquindades y perjudiciales experimentos; y esa secuencia anterior es un buen ejemplo del alcance de las virtudes técnicas de Ulmer para la ciencia-ficción.

Tengamos en cuenta que estamos en 1.960; George Pal realiza la mítica adaptación de H.G. Wells de ¨La Máquina del Tiempo¨, e Irwin Allen ¨El Mundo Perdido¨; próxima a la que nos ocupa, también aparece en Inglaterra ¨Las Dos Caras del Dr. Jekyll¨. Hay un atisbo de modernidad y gusto por lo espectacular en estas películas; Ulmer no se lo puede permitir y su estilo, planteamiento y uso de los efectos especiales, así como de otros elementos (como la rígida frontalidad con la que dirige todo el tiempo), da a su obra el aspecto de un film no de principios de los 60, sino de principios de los 50.
Pero Ulmer, en esta ocasión, carece de la frescura de Roger Corman o de la inventiva de Jack Arnold, y hace de su ¨Increíble Hombre Transparente¨ una experiencia, si bien interesante en toda su buena intención y humildad, bastante caótica, insípida y carente en todos los sentidos; y lo más doloroso es que uno no puede achacar todos los problemas a la falta de presupuesto, porque habida cuenta de las piruetas y extrañas maniobras del guión, el conjunto podría haber tomado derroteros más dignos o preocuparse de cosas como desarrollar mejor a los personajes secundarios.

En una muestra del toque de denuncia que guarda el film, Triesault se lleva dos momentos que merecen la pena recordarse: la presentación de la máquina de invisibilidad y la enumeración de los tipos de rayos que la componen (y ese colofón, inesperado, en el que rompe ¨la cuarta pared¨ preguntando al público sobre el peligro de las armas).
Una de las dos últimas películas de Ulmer en territorio americano; cuento extraño y curioso de ciencia, crimen y triste fatalidad que podría pasar perfectamente como un episodio de las series de aquella época ¨One Step Beyond¨ y ¨The Twilight Zone¨.

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Edgar G. Ulmer llegaría a Hollywood de la mano de su maestro y amigo FW Murnau para trabajar con él en “Sunrise” (1927). Rápidamente Ulmer se ganaría el respeto y la confianza de los productores, iniciando una extensa carrera como director, labrándose a pulso la reputación de un hombre ingenioso y creativo, que sabía aprovechar al máximo un bajo presupuesto y que se movía con el mismo talento en distintos géneros cinematográficos. Podríamos denominar a Ulmer, sin temor a equivocarnos, como uno de los padres del cine exploitation.

En “El increíble hombre transparente” Ulmer trabajó con un presupuesto mínimo, pero logró una interesante obra, que combina Ci-Fi de serie B, telefilm de los 50s, Noir, acción, claras referencias al Hombre Invisible de Wells e intenta aprovechar la popularidad de “The Incredible Shrinking Man” (1957). Ulmer aprovecha también la paranoia en EEUU con referencia al tema nuclear, la imagen del mad doctor nazi, y un ex-militar dispuesto a conquistar el mundo a base de ejércitos invisibles. Todo combinado produce un film que puede resultar desfasado hoy en día, pero que a mí me ha parecido bastante disfrutable y ameno.

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