El director Paul Matthews tal vez quiso corregir con la posterior «Breeders» de 1998, a esta producción de bajo presupuesto: Un grupo de personas jugando con un tablero ouija despierta, después de cientos de años, a una criatura que habita un sistema de cuevas bajo tierra y que comienza a atacar y secuestrar (preferiblemente) mujeres.

El guión es menos que mediocre, sin mucha lógica y confuso, con una criatura (de goma diseñada con efectos prácticos) que es una especie de Troll
que puede atravesar mágicamente paredes de piedra con su propia magia.
Las actuaciones son algo aceptables, pero saturan a cualquier espectador las disputas y discusiones de los personajes que despertaron al Grim y la de los investigadores que intentan resolver el misterio de los desaparecidos por culpa del oscuro juego.
Lo diferente y por lo menos más valorable del filme es la atmósfera y los escenarios baratos de las escenas ambientadas en la guarida y el sistema de cuevas donde habita la criatura del inframundo.

El resultado es que «Grim» es un previsible y superficial filme de horror británico de bajo presupuesto y apariencia ochentera, fallido y más aburrido que divertido.

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