Tremenda flipada mexicana con un título obvio, que tiene como protagonistas a los descendientes del alquimista Cagliostro, que combaten el vampirsmo con ácido bórico, único remedio contra la sustancia llamada vampirina. Y lo mejor es que es también tremendamente entretenida y además inicia uno de esos seriales mexicanos tan pegadizos.

El actor hispano-mexicano Carlos Agostí es el encantador vampiro Conde Von Frankenhausen, cuyo clan es el rival de los Cagliostro. Su estética con pelo a lo afro y mostachazo parece salida de finales de la década más que de principios, lo que sumado a sus maneras caballerescas y su chulería vampírica hacen que llegue a despertar cierta simpatía. Se parece al Drácula que Gene Colan y Marv Wolfman recrearon para la Marvel.
Begoña Palacios (heroína), Erna Martha Bauman (villana) y Bertha Moss (víctima) son tres estupendas actrices principales. Por desgracia, el supuesto héroe de la película, Ricardo Peisser, es un personaje tonto del culo, lo que es remarcado por la sosa interpretación que de él hace Raúl Farell.

El guion del director Miguel Morayta da la vuelta a varias convenciones del subgénero de terror gótico: el Igor de turno es un profanador de tumbas desfigurado, y un caballero inteligente, elegante y bondadoso que trabaja sin ganar nada para beneficiar a una Humanidad que lo ha despreciado. El protagonista es un cazador de vampiros descendiente de un famoso y fascinante alquimista-estafador que realiza autopsias en secreto por tal de crear remedios contra el vanpirismo: al contrario que en otras películas es un tipo cuerdo y bastante sentimentalote que se enfrenta a un sistema represor que no permite que la ciencia avance, porque ha prohibido las autopsias. Todo ello es como esos pequeños cómics baratos que tanto gustaban en México hace muchos años. Lástima de ¨héroe¨ principal. Otro aspecto que echo de menos es algo de humor a veces los diálogos parece medio emos.

Técnicamente, los FX son abismales, por desgracia, lo que perjudica el supuesto clímax de la película (un enfrentamiento con un torpe murciélago de peluche). Además, la música pretende ser innovadora, eso hay que dárselo, con instrumentación electrónica y varios trucos de estudio, pero resulta cacofónica, desagradable y a ratos incluso inoportuna. El resto resulta pasable, en especial el sencillo pero eficiente set del castillo, con sus puertas secretas y su laberíntica cripta.

Así y todo, un mal aspecto técnico no hace una mala película, y el oficio del director Morayta, que dota a la película de un bizarrismo enorme, interés y ritmo, además del trabajo de varios intérpretes logran con creces el cometido de entretener. Tengo muchas ganas de ver la secuela: ¨La invasión de los vampiros¨.

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Cuando uno piensa en los ambientes góticos o en los vampiros, normalmente nos remitimos a la vieja Europa. Si se trata del cine de terror antiguo, pues se nos viene a la cabeza de igual manera el viejo continente, y en segunda instancia Hollywood. La influencia del país vecino en las películas mexicanas es notable, pero de cierta manera tienen ese toque propio que las volvió distinguidas. ¨El vampiro sangriento¨ es una cinta que digamos no es una joya, sin embargo tiene un encanto que solo poseen estas películas que, con todo y fallos, son arriesgadas y resultaron de culto. Tiene algunas secuencias muy bien logradas (ojo con el inicio) y la historia transcurre sin contratiempos. Miguel Morayta supo mezclar bien los elementos y realizar una obra que para su tiempo, sin duda, resultó ser buen cine de terror mexicano, incluso novedoso en algunos aspectos.

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