La dura batalla entre King Kong y Godzilla tiene su lado B más suave y patético del que se pueda imaginar.
Abraham es un chimpancé que tras años perdido en el espacio, aterriza en la tierra y, al chocar su vehículo espacial, un líquido verde químico o toxina alienígena, es absorbida casualmente por un Monstruo de Gila.
Abraham apenas reconoce a la doctora Linda, que sufrió de niña los experimentos de su padre al enviar al mono al espacio.
El lagarto Monstruo es sólo una excusa para tener una versión ¨suave¨ de Godzilla, con un Abraham gigante siendo la versión ¨floja¨ del Rey Kong.

Entonces el argumento armando diálogos para sostener una película con idea rápida y rutinaria, llena a los personajes de diálogos científicos que, vaya a saber quién, se puedan aseverar que son fiables.
Oficinas del pentágono apócrifas, pocos científicos tecleando durante toda la trama lo que en la pantalla del ordenador apenas muestran, una heroína rusa o mujer orquesta que pilota un helicóptero, entre otros ¨poderes¨, y todo tipo de muestreo de comunicaciones telefónicas y desactivaciones de cables como solución a una trama pobre.

Para salvar a este filme malo sólo era necesario hacer enfrentar con ganas y un poco más de movimientos a los animales gigantes, nada más, sin diálogos absurdos. El choque entre los monstruos es ridículo, con dos o tres golpes del simio y un mordisco del lagarto y, para colmo, no se ven personas en las calles ni vehículos, todo inentendible.
Respecto a los efectos, salvo los movimientos, están a un nivel bajo pero no deplorable al igual que las actuaciones.
El desastre es el guión y el trabajo de los realizadores que parecen haber hecho esta película mala a propósito.

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