9

Entre las cuatro paredes de la mansión familiar Nanjo se ocultan terroríficos secretos susceptibles de ser desvelados.
La joven e inocente Sayuri debe desentrañarlos y enfrentarse a innumerables peligros, siniestras fantasmagorías producto del rencor, la avaricia y el engaño que la arrastrarán a un mundo de tinieblas y monstruos donde todo es posible.

Durante los 60, en la cinematografía japonesa, arrasaron las fábulas ¨kaiju eiga¨ que mezclaban la crítica del poder atómico con la ciencia-ficción y la mitología, iniciadas a mediados de la década anterior con Godzilla, demostrando ser productos tremendamente lucrativos; la Daiei empezó a hacerle la competencia al monstruo de Ishiro Honda con las peripecias de una tortuga gigante llamada Gamera, cuya aparición se dio en 1.965 con ¨El Mundo bajo el Terror¨, de la mano de Noriaki Yuasa, quien prácticamente se encargaría de todas las secuelas que generó el éxitoso bicho.
Pero en aquellos tiempos las historias de terror pobladas de maldiciones, espíritus y fantasmas vengadores (no exentas de profundas reflexiones y crítica social) también estaban a la orden del día, sirviendo de ejemplo títulos tan memorables como ¨Kwaidan¨, ¨Onibaba¨, ¨Kaidan Yukijoro¨, ¨Jigoku¨ o la adaptación de ¨Yotsuya Kaidan¨ de Shiro Toyoda. Precisamente, el señor Yuasa haría un alto en sus películas de monstruos colosales y fantasía post-atómica adaptando ¨Hebi Musume to Hakuhatsuma¨, uno de los muchos cómics del extravagante artista Kazuo Umezu, experto en el género de terror, cuyo guión estaría firmado por Kazuo Kozu y Kimiyuki Hasegawa.

En un laboratorio instalado en el sótano de la casa a la que más tarde entraremos, una mano monstruosa agarra una serpiente y la lanza sobre una criada, que muere asfixiada; la película comienza así a partir de un suceso terrorífico y sin preámbulos innecesarios, estableciendo ya la siniestra atmósfera y la violencia que predominarán en ella. Poco después conocemos a la protagonista de la misma, Sayuri, residente en un orfanato que ha sido descubierta por su padre biológico, quien la llevará de nuevo a la residencia familiar, donde también se encontrará con su madre Yuko, víctima de un accidente de coche meses antes.
Tras escuchar los pensamientos y ver los recuerdos de la pequeña, que hará de narrador para nosotros, surgirá repentinamente el primer signo de una amenaza que se cierne sobre ella: un agujero en el techo sirve para ser observada por un ser desconocido, oculto en la oscuridad, un ser aterrador que emergerá de la pequeña capilla y que incluso se aparecerá ante Sayuri en su habitación. Pero pronto se deshará el enigma con la introducción de Tamami, la hermanastra de ésta, una joven de inquietantes ojos y pétreo rostro cuya presencia se hará del todo desasosegante.

Sugestionada por el tenebroso ambiente, quizá por la horrenda visión de Tamami en su cuarto, Sayuri comienza a ser asaltada por fantásticos sueños, lo que marcará a partir de entonces la irrupción de éstos en la realidad, confundiéndose la naturaleza de ambos mundos; pero las alegres ilusiones de la niña pronto se transforman en pesadillas, donde una Tamami representada como una bruja con poder sobre las serpientes la perseguirá sin tregua. Este momento de gran potencia onírica traerá consigo dos aspectos fundamentales de la trama: el misterio de la hermanastra, cuya piel parece estar compuesta de escamas, y la particular situación presentada por Yuasa.
La historia se desarrollará en un ambiente hostil y malsano: un hogar lastrado por el malestar, la envidia, la vergüenza y el odio filial que acabará siendo el reino del desamparo absoluto, tanto para Sayuri, que soporta todos los calvarios con la resignación de haberse reencontrado con su familia, como para Tamami, cuya enfermedad ha podrido su alma hasta el punto de proyectarse en las facciones de su rostro, más propio de un reptil que de una mujer (se establecerán significativas conexiones entre ambos). En este contexto, el film se situa más cerca de la fantasmagoría pesadillesca y el horror psicológico de ¨Onibaba¨, ¨Tatuaje¨ o ¨La Hora del Lobo¨ ¨bergmaniana¨ que de las fábulas japonesas de horror fantástico del momento.

Sayuri convive con esta atmósfera de opresión instalándose en la habitación de Tamami, a la que reemplaza (ahora es ella la que observa por el agujero), mientras la sensación de terror se hace cada vez más fuerte por lo amenazante y revelador de sus pesadillas (podrá matar a su hermanastra en sueños, pero no en el mundo real), el imaginario influenciado de Poe y Murnau, en cuya estética expresionista predominan los extraños sonidos y los juegos de luces y sombras, y la introducción de un personaje aún más siniestro: la bruja de pelo blanco que ocupa el título y que se propondrá asesinar a la chiquilla.
Pero cuando ya hemos asumido el género en el que se ha estancado el film, Yuasa volverá a engañarnos en el último tramo con una inesperada vuelta de tuerca, transformando el terror fantasmal y onírico en una intriga ¨hitchcockiana¨ por la que plenearán las sombras de ¨Rebecca¨ (atentos al papel que desempeña la criada), dirigiéndose a un sorprendente y espectacular final imposible de intuir para el espectador. Entre tanto, destacan las notables interpretaciones de una soberbia a la par que odiosa Sachiko Meguro y Mayumi Takahashi, quien presta su gélida belleza y penetrantes ojos; la pequeña y no menos esforzada Yachie Matsui termina resultando demasiado empalagosa para mi gusto.

Apoyado en la torcida imaginería del cómic de Umezu, Yuasa derriba los convencionalismos del ¨j-horror¨ con una obra fascinante, macabra, atrapante y grotesca que desfila a ojos de una niña como la estela espectral de un sueño, mientras profundiza en el aspecto psicológico y dramático.
Las influencias de ¨Hebi Musume to Hakuhatsuma¨ estarían más que presentes en posteriores títulos del género como ¨Ju-on¨, ¨Apartamento 1.303¨ o ¨Dark Water¨.

Me gusta (0) Reportar