Ficha Tokyo Tribe

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Críticas de Tokyo Tribe (2)




Mad Warrior

  • 4 Oct 2023

4



Las calles de Tokyo hierven de pasión asesina, un terremoto humano va a desencadenarse pues la violencia ya no puede contenerse por más tiempo. La sangre va a pintar las paredes y los cadáveres se esparcirán cual campo de batalla.
Sion Sono es el encargado de arrastrarnos a este apocalipsis urbano a puro y duro ritmo de “rap“.

Es el momento en que ha decidido que su carrera debe pegar un vuelco de 180º. La respuesta la obtuvo con “Why don“t You Play in Hell?“, proyecto de largo aliento considerado su carta de amor definitiva al cine, más bien un poema de amor visual cuya visceralidad y colorido delirio se ganó el aplauso del público a nivel internacional (arrasando en el Festival de Toronto) y consiguió desligarse de todas sus obras anteriores; ya no hay enfoque realista, historias crudas y comprometidas ni personajes sombríos. Tal vez sí los hay, pero sujetos a un nivel de fantasía capaz de trascender las capas del mundo real creando otro en el proceso sólo obediente a sus propias reglas, las del cineasta.
Habitando aún en dicho mundo, el productor Yoshinori Chiba le ofrece un encargo en una noche de copas (y seguramente alguna que otra droga), y como “le coge de buen humor“ termina aceptando. Se trata de trasladar a imagen real la legendaria novela gráfica (en terreno nipón, porque es poco o nada conocida en el extranjero) “Tokyo Tribe“, obra magna de Santa Inoe publicada en 1.993 y luego seguida de una serie en cómic desde 1.997 a 2.005, contando incluso con su adaptación en formato anime, donde se condensaba bastante el argumento original.

Tarea desde luego complicada. El aclamado artista ofrecía una elaborada recreación de Tokyo como una zona de guerra sin ley, dividida en pequeños distritos que ocupan diversas pandillas, cada una con sus normas; su áspero y violento estilo está influenciado por el cómic americano y destaca el uso de la subcultura del “rap“ y el ambiente callejero para dar homogeneidad al conjunto. Sono, por el contrario, visiona todo ello desde su renovado punto de vista y, al hacer del susodicho género el elemento de unidad narrativa, imagina los diálogos como espectaculares batallas musicales, motivo por el que elige a verdaderos raperos para el reparto.
Se preparará para la producción más cara y gigantesca de toda su carrera en los estudios Nikkatsu de la ciudad de Chofu (así como una de las más caras de la propia compañía). El resultado lo podemos comprobar desde el principio, con una cámara situada a mucha altura enfocando a dos niños inocentes en la azotea de un edificio y que poco a poco empieza a bajar para mostrar la inmensa avenida de la ficticia Bukuro, en lo que es un plano-secuencia impactante, de bullicio humano descontrolado, luces de neón que abrasan las retinas, caos y masas de gentuza en su quehacer callejero y miserable. Esta cámara se detiene frente a una anciana que maneja una mesa de DJ (¡!), anunciando un desastre en Tokyo.

Y junto a ella aparece Shota Sometani, quien actúa de narrador-rapero en esta epopeya...pero hay que avisar que el parecido con la obra original es coincidencia; Sono ve las cosas a su manera, imagina una ciudad futurista, más a lo “Calles de Fuego“, el escenario post-apocalíptico que quedaría si el horrible terremoto de Tohoku de 2.011 (el cual dejó una huella imborrable en el director) hubiese sucedido en la capital. A partir de aquí se arma esta alucinógena aventura que desgraciadamente acabará nutriéndose poco o nada de la magnífica historia concebida por Inoe.
La razón del desconsiderado ataque a la original “Tokyo Tribe“ es incomprensible; hay más influencia de la novela de 1.993, que presentaba las diversas y pintorescas tribus dentro de Tokyo, que del manga consecutivo, mezclándose así varias partes. Aquí cada una también goza de su introducción...pero al ser los diálogos cantados y no hablados las presentaciones de tribus y personajes ralentizan la acción y abarcan más de los tres cuartos de metraje; en un ambiente de corrupción y ausencia de ley y orden (reflejo de aquella Década Perdida tras el estallido de la burbuja y la quiebra social) el manga/anime se distinguía por su furiosa intriga callejera de traiciones, honor, luchas a muerte, amor, redención y ritmo ágil.

Sono, por el contrario, desata un musical en una esfera de tiempo suspendido cuyos accidentes de guión son enhebrados sin pies ni cabeza por estallidos de surrealismo absurdo y perturbador...y encarar tal amalgama de influencias y referencias es imposible.
Digamos un “West Side Story“ en el futuro de “1.990: Los Guerreros del Bronx“ o “Calles de Fuego“ producto de varios viajes de ácido y sexo retorcido salpicado del brillo de los potentes fumígenos urbanos, y por supuesto los personajes nacen de esta concesión al “delirium tremens“ argumental. Nombrar las diferencias entre ellos y los originales llevaría mucho tiempo y sería una tontería.

Basta decir que lo único que les une es el nombre, ni sus acciones, ni sus motivos ni sus personalidades sobreviven...de hecho nada en el guión tiene una acción ni motivo coherente. La dolorosa historia entre los antes inseparables, luego enemigos, Kai y Mera, aquí no existe; Erika, la nieta del mafioso-sacerdote chino Daishi-sai huida de casa, ya no es la triste prostituta escondida en Bukuro con otra identidad, sino una tía muy valiente que sabe kung fu y hace frente a todos; ¡y para qué hablar de lo que pasa aquí con el señor del crimen Buppa, que de una mezcla gigante, repulsiva y psicótica entre “Kingpin“ Fisk y el Jabba de “Star Wars“, se convierte, encarnado por Riki Takeuchi, en un tipejo desviado que sólo hace gilipolleces.
Su hijo N“Koi, el coleccionista de estudiantes menores e implacable en la lucha, es también víctima del (sobre)exceso en el cual el director ahoga el propio imaginario alternativo que modela de la obra original como le sale de las mismísimas narices. Lo peor es la forma en que Tera, el jefe de los Saru de Musashino, algo así como un líder unificador, respetado por sus ideas de confraternización y amor, se rebaja a la nada; en el manga y anime su muerte afectaba a las tribus de Tokyo y se comprende el ataque que planean contra el reino de terror de Buppa...en la película no está claro qué las impulsa a unirse, pues el personaje carece de trasfondo y espíritu. Es otro que muere y punto.

Mientras, la mitad de la subtrama de Erika se elimina junto con su cambio de personalidad y sólo sirve de excusa para que cunda el sexo depravado y la ultraviolencia sin sentido. Esta “Tokyo Tribe“ y su contenido es una caricatura visualmente atolondrante registrada en largos planos-secuencia donde chocan infinidad de actores y extras y eternamente entorpecida por las cansinas rimas y melodías “rap“ (siempre de igual ritmo) y las pausas del narrador Sometani; aquí la gente habla muchísimo y hace poco, cuando la obra de Inoe poseía los ribetes de un clásico drama de yakuzas. Así que otro director, más eficiente en el “thriller“ de acción, habría sido mejor opción.
En el frenesí de tener que pelear sin motivo, Sono hace buen uso del presupuesto, los decorados y los dobles en masa durante ese salvaje clímax, similar al de “Crows Zero“ (¡nada mala la idea de haber tenido a Miike de director!): lleno de patadas, puñetazos y secuencias de artes marciales más increíbles que la de los “wuxias“; pero es poco probable que nos importe tres leches quién se está matando y si es de los buenos o de los malos. Yo por lo menos sólo esperaba el momento en que el descampado quedara alfombrado de cuerpos y llegaran los créditos.

Ni mucho menos. Antes otras locuras atestarán la pantalla y rematará la función el enésimo “rap“ donde Kai nos canta sobre la unión, el fin de las guerras, el amor y etcétera, etcétera...después de haber defenestrado a guantazos a todo el que ha podido, claro, y por eso de rendir tributo al género, pretende interpretarle el escuálido rapero “Young Dais“, que nada tiene que ver con el implacable y musculoso Kai original.
Tal vez Hayato Ichihara hubiera encajado mejor en el personaje, y haciendo menos aspavientos que los exagerados actores del film, quienes parecen competir por la colección de expresiones más imbéciles realizada en pantalla.

Una lástima que la gran historia de Inoe haya acabado transformándose en esta puñetera locura donde sólo destaca la forma visual, la estética sobrecargada e hiperestilizada que logra el maestro diseñador artístico Yuji Hayashida, y, cómo no, ese toque descaradamente “exploitation“, tan único, tan inconfundible, de Nikkatsu.
Al parecer arrasó en la taquilla nacional y tuvo su acogida en festivales internacionales (en Occidente se derriten con todo lo que hagan los asiáticos, sea bueno o malo); una cosa es cierta: es la película más estrafalariamente desviada y excitante estrenada en 2.014. Pero un momento, ¿y el rastrero Skunk?, ¡si era un pilar fundamental de la serie!, quien desató la ira de todas las tribus, nada menos...¿por qué se ha reducido a nada como los demás?



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reptilenin

  • 8 Jun 2016

7


Indescriptible película de dos horas de autentica locura,por lo visto esto es una adaptación de un manga y la verdad que no había visto nada igual.
De Sion Ono me gustan ¨Cold Fish¨ y Why Dont You Play in Hell? y me recomendaron esta,resulta que me encuentro con un musical de hip-hop,mezclado con yakuzas,artes marciales,bandas callejeras,personajes a cada cual mas pintoresco y hay que decir que todo funciona bien destacando el trabajo visual en los planos secuencia o en las peleas que es acojonante.

Un proyecto como este solo lo pueden sacar adelante en Japón



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