Definida como un “documental fantástico”, es difícil que esta película pase desapercibida. Es una crítica brutal a la sociedad japonesa de la época, aún en franco desarrollo tras la 2ª GM, un drama con tintes noir y un thriller sobrenatural al mismo tiempo.
Hisashi Igawa, toda una estrella del actual cine japonés, se consagró en esta película como un minero, alma en pena que se ve impelida a investigar su propio asesinato a manos de un extraño tipo de blanco (y además hace un segundo papel). En sus pesquisas se encuentra con otros fantasmas. Tenemos a un robaescenas en el niño Kazuo Miyahara, hijo del finado: un crío que parece que sufra algún tipo de transtorno: está encerrado en si mismo y es cruel y desconfiado, incapaz de mostrar ni la más mínima alegría por nada. La dirección de Hiroshi Teshigahara es sabia y le da al chaval un gran papel en su única aparición en pantalla. Por otro lado, la actriz Sumie Sasaki es un testigo sobornado; Kunie Tanaka (“Sanjuro”) es el hombre de blanco en cuestión, y Kei Sato es un periodista que se huele una conspiración tras todo el asunto.
Lo primero que llama la atención del guion del polifacético escritor Kōbō Abe es su similitud con obras posteriores de Night Shyamalan o Alejandro Amenábar, y por anteponer la crítica social y algo de metafísica antes que el thriller propiamente dicho al contrario que dichos directores.
Técnicamente es una película sobria como pocas, rodada en exteriores y muy dura e incluso repulsiva a nivel gráfico, incluso para la actualidad: condenablemente, se matan a algunos animales de verdad con una notable crueldad y hablando estrictamente en términos de ficción, hay algunas escenas realmente brutales, sin caer en el gore gratuito de otras películas japonesas de la época. El uso del sonido es magistral: sin apenas música de fondo, parte de la acción se basa en un extensivo uso de los efectos sonoros. Su visionado debió tan inquietante en su época como lo debió ser “Tetsuo: El hombre de hierro” en los 80-90.
Me ha parecido una película excelente, que aplicando el principio de los especialistas de cómic sobre la locura del Joker de Batman al surrealismo general de este relato, éste se sale de su propio surrealismo para abrazar un superrealismo que retrata perfectamente una época convulsa para Japón, y que socialmente sigue arrastrando sus consecuencias por la Tierra del Sol Naciente.
bigladiesman
9
Definida como un “documental fantástico”, es difícil que esta película pase desapercibida. Es una crítica brutal a la sociedad japonesa de la época, aún en franco desarrollo tras la 2ª GM, un drama con tintes noir y un thriller sobrenatural al mismo tiempo.
Hisashi Igawa, toda una estrella del actual cine japonés, se consagró en esta película como un minero, alma en pena que se ve impelida a investigar su propio asesinato a manos de un extraño tipo de blanco (y además hace un segundo papel). En sus pesquisas se encuentra con otros fantasmas. Tenemos a un robaescenas en el niño Kazuo Miyahara, hijo del finado: un crío que parece que sufra algún tipo de transtorno: está encerrado en si mismo y es cruel y desconfiado, incapaz de mostrar ni la más mínima alegría por nada. La dirección de Hiroshi Teshigahara es sabia y le da al chaval un gran papel en su única aparición en pantalla. Por otro lado, la actriz Sumie Sasaki es un testigo sobornado; Kunie Tanaka (“Sanjuro”) es el hombre de blanco en cuestión, y Kei Sato es un periodista que se huele una conspiración tras todo el asunto.
Lo primero que llama la atención del guion del polifacético escritor Kōbō Abe es su similitud con obras posteriores de Night Shyamalan o Alejandro Amenábar, y por anteponer la crítica social y algo de metafísica antes que el thriller propiamente dicho al contrario que dichos directores.
Técnicamente es una película sobria como pocas, rodada en exteriores y muy dura e incluso repulsiva a nivel gráfico, incluso para la actualidad: condenablemente, se matan a algunos animales de verdad con una notable crueldad y hablando estrictamente en términos de ficción, hay algunas escenas realmente brutales, sin caer en el gore gratuito de otras películas japonesas de la época. El uso del sonido es magistral: sin apenas música de fondo, parte de la acción se basa en un extensivo uso de los efectos sonoros. Su visionado debió tan inquietante en su época como lo debió ser “Tetsuo: El hombre de hierro” en los 80-90.
Me ha parecido una película excelente, que aplicando el principio de los especialistas de cómic sobre la locura del Joker de Batman al surrealismo general de este relato, éste se sale de su propio surrealismo para abrazar un superrealismo que retrata perfectamente una época convulsa para Japón, y que socialmente sigue arrastrando sus consecuencias por la Tierra del Sol Naciente.
Me gusta (0) Reportar