Ficha Chantaje contra una Mujer

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Críticas de Chantaje contra una Mujer (3)




ragman

  • 16 Aug 2022

6


cine negro por excelencia, un correcto policial envuelto en suspenso hasta cierto punto, no es perfecto y envejecio bastante, pero es parte de su escencia. quizas su final se me hizo prematuro pero poniendo todo en balanza el resultado final me termino comprando.
para quienes gusten de los policiales de la vieja escuela



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Mad Warrior

  • 31 Mar 2021

8



Una mujer al borde del ataque cardíaco, al servicio de un monstruo despiadado capaz de cualquier cosa por dinero.
¿Quién podría ponernos la carne de gallina con tanta eficacia a lo largo de un relato absorbente sobre la amenaza, el chantaje y la muerte...?

Muchos estaban pasando por mi cabeza pero jamás lo relacionaría con Blake Edwards, rey de la comedia moderna; tamaña sorpresa la mía que, de haber visto esta obra sin conocerlo previamente, aseguraría que se trata del trabajo de un maestro del suspense. Eso es lo sorprendente de los artesanos clásicos: su gran destreza para moverse de un estilo a otro sin dejar atrás su talento; basada en una de las novelas de los autores de ficción criminal Gordon Gordon y su esposa Mildred (en concreto en una de las muchas protagonizada por su personaje estrella, el agente federal John Ripley), Edwards se embarca hacia terrenos inexplorados.
Tras el indiscutible éxito de “Desayuno con Diamantes”, realiza dos films serios con la sufrida Lee Remick al frente (quien comprobó en sus carnes el carácter y la perfección del cineasta); “Experiment in Terror” (hagamos como si no hubiera traducción...) fue el primero, que llega en un momento en que el “thriller” empieza a apoyarse en unos códigos y claves cada vez más arriesgados mientras inicia su total degeneración, y el modelo a seguir es, cómo no, “Psicosis” (infinita la lista de títulos bajo su influjo: “El Cabo del Terror”, “Jigsaw”, “La Muchacha que sabía Demasiado”, “Homicidio” o la española “A Hierro Muere”).

Parece que el nativo de Oklahoma ha aprendido bien de sus mentores, y empieza su relato entre la oscuridad de la noche con un largo viaje en automóvil, atravesando el gran puente de San Francisco hasta llegar al n.º 120 de la avenida St. Germain; un viaje cuyo final termina con la mujer que conducía (Kelly) presa de un individuo dentro de su garaje. Como invocaba Hitchcock en sus obras, tan influenciado por su querido DeMille, el inicio de una intriga debe hacer saltar la sospecha y la tensión del espectador para asegurar su total fascinación.
Y se consigue. Medio ocultos y descubiertos por los abisales claroscuros del ambiente que con extremo detalle modela Phil Lathrop, Kelly y su asaltante son enfocados en primeros planos donde el nivel de desasosiego aumenta cada segundo; la expresión desencajada de ella se une a la respiración fatigosa de él en un acto de terror sádico y de inopinada carga sexual. Este terremoto psicológico da pie a un acoso imparable contra la pobre cajera y su hermana pequeña Toby; los Gordon, muy inteligentemente a cargo del guión, no se desviven en escudriñar en el pasado o el aspecto dramático de los personajes. Su drama empieza cuando se cruzan y sus existencias siguen adelante hacia un posible destino fatal...

Sin embargo es inevitable dicha introspección, y este trabajo se le deja a un grupo de agentes del F.B.I. que entran en la trama con bastante credibilidad, con Ripley a la cabeza, quien al estar dotado del granítico rostro y las duras maneras de Glenn Ford se asegura un espectro psicológico transparente y desprovisto de cualquier ambigüedad; de ahí que pueda chocar bastante el contraste entre la moderna figura del villano presentada y el modo, casi propagandístico, con que Edwards define a los agentes de la ley encargados de velar por la seguridad de Kelly y Toby, más propio de los policíacos de los 40 y 50.
No existirá, y esto sí que es una sorpresa, el romance típico entre los protagonistas (lo cual podría suceder y no resultar molesto en absoluto). Con la aspereza y vitalidad mostradas quizás en “La Ciudad Desnuda” o “La Calle del Misterio” (a su vez inspiración para “Psicosis”), el director, brillante en sus técnicas para mantener el ritmo y el suspense en constante tensión, nos lanza a una cacería sin tregua entre el chantaje, la amenaza personal y la investigación policial donde se juega a crisparnos los nervios como si fuésemos la propia protagonista (pues desde el principio la mano del asesino apretó la garganta de Kelly a la vez que la nuestra, y el miedo se contagia...).

En mitad de este argumento bien hilvanado donde la identidad del chantajista/acosador/asesino se revela con demasiada prisa (un maniobra soberbia si se hubiese mantenido en secreto hasta el final) son introducidos personajes secundarios puede que encaminados hacia callejones narrativos sin salida (Nancy y ese soplón (típico) que todo lo sabe y cuya función es revelar algo supuestamente importante para desaparecer del mapa) pero que ayudan a elevan el nivel del misterio e interés. De hecho la intervención de una mujer (Lisa) cuyo hijo paralítico está siendo mantenido por el criminal hace despertar la ambigüedad sobre su carácter y procederes.
La perspectiva adecuada es la que proyectan los federales; por ello somos testigos de su gran esfuerzo en proteger a las víctimas y la maldad con que el anterior urde sus planes, plasmado esto en dos escalofriantes momentos como el asalto a Kelly en los baño con el primero oculto tras un disfraz de anciana y el secuestro y posterior acoso a Toby (aun con el sello de Hitchcock, él envidiaría poseer dos secuencias así de poderosas y angustiantes en su carrera). Edwards tiene claro cómo enroscarnos entre los pliegues de una atmósfera deudora del “noir” más perverso y febril, influenciado tanto por los clásicos (Lang, Ulmer, Siodmak) como por las modernas corrientes europeas, muy apreciable en la forma y el estilo.

Frente a una Lee Remick nerviosa, temblorosa y bellísima, un Ross Martin de mirada inquietante que con su Garland se alza hasta los primeros puestos de los villanos más aterradores del cine negro. Así, el hombre ya elevado a genio del humor tuvo un bautismo de fuego en un tipo desconocido de cine, del que salió triunfante aunque nadie creyera que lo pudiese conseguir.
Y si alguien duda del gran talento que posee Edwards para el “thriller” como el mejor de los “directores serios”, tendrá la respuesta en ese excitante tramo final en el Candlestick Park; al igual que Hitchcock y como es propio del cine americano, las intrigas han de rematarse a lo grande sin importar si el puro espectáculo sobrepasa los límites de la coherencia y la lógica. Pero el resultado logra encogerle a uno hasta las tripas.



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bigladiesman

  • 21 Sep 2015

8


Cuando un coche sigue una señal que pone “Twin Peaks”, es que puede haber problemas gordos, aunque en la época David Lynch fuera un crío... Bueno, bromas a parte, esta película muestra una faceta a veces olvidada de Blake Edwards: su habilidad con los thrillers.

La guapísima y excelente actriz Lee Remick – toda una especialista cuando se trata de thrillers, y no decepciona con su aterrorizada pero astuta Kelly Sherwood - protagoniza esta tensa historia de robos, chantajes, asesinatos, FBI y ladrones degenerados. El veterano Glenn Ford es el agente Ripley, jefe de los dedicados agentes federales que se ocupan del caso de Remick... Y de un asesinato paralelo que bien podría tener una conexión. Otros intérpretes importantes son dos grandes estrellas de la pequeña pantalla: Stephanie Powers - como la hermana pequeña de Kelly - y Ross Martin, y, atención fans de Bond y de Superman, aparece Clifton James, el neoyorquino más redneck del mundo. El mejor papel lo tiene el misterioso ladrón psicópata que chantajea a la Remick: solo empezar, con su respiración agitada, frialdad, sadismo, calculadora inteligencia y temible risa, además de ser un obeso sexual, ya muestra que nos vamos a divertir con él.

El guion del propio Edwards – inspirado en una novela noir de suspense – quizá contenga el primer ejemplo de uno de los tópicos más usados en el cine de terror: el sádico que respira con amenazadora dificultad, que llegó al culmen con, curiosamente, con otro personaje no perteneciente estrictamente al terror: Darth Vader. La historia mezcla muy bien el cine negro, el suspense y el terror para darnos un apasionante thriller.

La ambientación es puramente noir, alejada de ese glamour típico del Edwards sesentero que gusta tanto a los hipsters, y está reflejada con maestría, sobretodo con una lúgubre fotografía en blanco y negro y una ecléctica banda sonora de Henry Mancini.

Largo pero tenso y apasionante thriller, una de las joyas escondidas en la extensa filmografía de Blake Edwards, muy por encima en mi opinión de películas mucho más conocidas pero bastante flojas del gran director como “La pantera rosa” (solo la primera: la saga Clouseau, con Sellers, fue magnífica) o “El guateque”. No os la perdáis.



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Críticas: 3


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