Los años 80 por fin habían llegado y con ellos un puñado de cambios bastante importantes con respecto a la situación internacional entre potencias, colocando en el disparadero soluciones radicales a una Guerra Fría que nunca veía el momento de acabar...
Y si el miedo por la amenaza y la invasión comunista había dominado en las décadas anteriores, la toma del liderazgo en EE.UU. por parte del recién elegido Ronald Reagan y en Inglaterra de la ministra Margaret Thatcher trajo consigo una determinante ofensiva contra la U.R.S.S. y todo aquello que se atreviera defender el comunismo soviético. Como es lógico estos delicados sucesos también vinieron a reflejarse en la ficción; por esto y otros temas más frívolos (las cuestiones monetarias...) la cartelera se seguía llenando de producciones enfocadas en la Guerra Fría y todo lo relacionado con su hermético microcosmos.
En las fechas en que la KGB preparaba la llamada ¨Operación R.Y.A.N.¨, un proyecto basado en la obra ¨Enigma Sacrifice¨ de Michael Barak, cuyo hostil entorno no difería de la realidad de la época, tenía lugar. De la adaptación, y eso era una importante baza, se encargaba John R. Briley, que al año anterior se hacía con el Oscar y el Globo de Oro por el guión de ¨Ghandi¨; sin embargo (y por razones que se me escapan) los productores escogerían para la dirección al natural de París Jeannot Szwarc, que llegaba de rodar el romance fantástico ¨En algún Lugar del Tiempo¨ (y quien fue y seguirá siendo para todos nosotros el tipo que hizo la secuela de ¨Tiburón¨).
Y a lo mejor no el más indicado para la tarea, cosa que nos demostrará a lo largo del film, que se inicia de forma muy interesante en las tripas del cuartel general de la KGB presentando a un grupo de agentes cuya misión es acabar con la vida de cinco disidentes de la U.R.S.S.. Uno podría pensar que nos disponemos a ver una trepidante aventura de espías en la más pura tradición ¨hitchcockiana¨ cuando agentes de la C.I.A. reclutan a Alex Holbeck, también disidente alemán y famoso por su polémico programa de radio, para ayudarles a salvar la vida a los cinco exiliados.
Por desgracia no le veremos saltando de continente en continente enfrentándose a los malvados de la KGB, sino viajando a las frías tierras de un Berlín partido por la mitad para robar un codificador scrambler a los soviéticos; aparte de que el hombre acepte la tarea, que muy peligrosa se divisa, por razones tanto desconocidas, el film va cayendo en los más absolutos convencionalismos de las historias de agentes encubiertos, conflictos internacionales, archivos súpersecretos, policías de KGB implacables y política inestable. No puede faltar, claro está, la triste y desgarradora situación que vive el pueblo al otro lado del muro ni los despiadados procederes de los militares y agentes.
Así como tampoco puede faltar la presencia de una mujer cuyo pasado comparte con el protagonista que acepte ayudarlo con todos los medios de los que disponga. Pero todos estos elementos no se desarrollan alrededor de lo que podemos llamar un argumento intrigante, ya que durante una buena parte del metraje éste se quedará tan congelado como el escenario donde los sufridos personajes se mueven, ocultan e intentan sobrevivir sin que el espectador pueda ser parte de ello. El mayor incoveniente que presenta el guión es que decide relegar a un segundo plano a Holbeck para presentarnos el clásico engaño que mantendrá la mujer, ahora convertida en mujer fatal, con su enemigo.
Esto es, ese romance con doble intención que concierne a Karen y al agente Dimitri, en el cual se repara demasiado, provocando que el film se vuelva tedioso y sin distinguirse bien si estamos viendo una película de espías o un melodrama que se sirve de una historia de espías como pretexto. Aunque no creo que la culpa sea de lo que cuenta Briley, sino de cómo lo plasma Szwarc en pantalla, y un buen ejemplo es el tan usado recurso de esas elipsis que nos hacen saltar en el tiempo de una forma incómoda y agobiante (tanto más cuanto que se medirá con extrema precisión el transcurso de los días según se acerca la fecha límite).
A esto poco ayuda el horrible montaje con que nos obsequia Peter Weatherley, que pasa de una situación a otra y de un escenario a otro sin orden ni concierto, dejándonos despistados y sin saber a ciencia cierta qué está ocurriendo, ni cómo, ni por qué. Y aunque tenga toda la pinta de un intento desesperado por arreglar algo que se ha ido precipitando al desastre, el realizador (o vaya usted a saber quién) despliega la acción y la tensión en un último tramo que recupera algo de un aliento presto a convertirse en un estertor de muerte, recordándonos, por si se nos había olvidado, que estábamos viendo una película de espías en la más pura tradición del género.
El robo del scrambler, la persecución, el engaño, el rescate de la chica, el romance al que se le termina la mascarada, todo ello está ejecutado con nervio y oficio, con sabor a verdadera intriga...pero por desgracia llega muy tarde y no concluyendo satisfactoriamente para el espectador. Un Martin Sheen que actúa sin pasión y del que no sabemos nada durante un tiempo pese a ser el protagonista es acompañado por un jovencísimo Sam Neill correcto y poco más y la guapa y esforzada Brigitte Fossey, que se lleva las mejores secuencias del film.
Áspero y sombrío ¨thriller¨ hecho sin personalidad, sin pasión, sin brío, salvo por la última parte, aunque la sensación que nos queda es de decepción, la de haber sido arrastrados a una fiesta de indefinido final a la que no nos habían invitado. Con un cineasta más adecuado todo habría sido distinto...
En las primeras secuencias, cuando se nos presenta a Holbeck, éste será acechado desde las sombras en su apartamento por múltiples amenazas que luego resultan ser falsas alarmas (el gato, el traje en la ducha...); una buena metáfora además de un presagio de lo que en esencia es esta película.
Correcta película de espionaje con buenos actores en su reparto. Puede resultar entretenida para aquellos que gusten de ver películas de espías en la Guerra Fría.
Mad Warrior
4
Los años 80 por fin habían llegado y con ellos un puñado de cambios bastante importantes con respecto a la situación internacional entre potencias, colocando en el disparadero soluciones radicales a una Guerra Fría que nunca veía el momento de acabar...
Y si el miedo por la amenaza y la invasión comunista había dominado en las décadas anteriores, la toma del liderazgo en EE.UU. por parte del recién elegido Ronald Reagan y en Inglaterra de la ministra Margaret Thatcher trajo consigo una determinante ofensiva contra la U.R.S.S. y todo aquello que se atreviera defender el comunismo soviético. Como es lógico estos delicados sucesos también vinieron a reflejarse en la ficción; por esto y otros temas más frívolos (las cuestiones monetarias...) la cartelera se seguía llenando de producciones enfocadas en la Guerra Fría y todo lo relacionado con su hermético microcosmos.
En las fechas en que la KGB preparaba la llamada ¨Operación R.Y.A.N.¨, un proyecto basado en la obra ¨Enigma Sacrifice¨ de Michael Barak, cuyo hostil entorno no difería de la realidad de la época, tenía lugar. De la adaptación, y eso era una importante baza, se encargaba John R. Briley, que al año anterior se hacía con el Oscar y el Globo de Oro por el guión de ¨Ghandi¨; sin embargo (y por razones que se me escapan) los productores escogerían para la dirección al natural de París Jeannot Szwarc, que llegaba de rodar el romance fantástico ¨En algún Lugar del Tiempo¨ (y quien fue y seguirá siendo para todos nosotros el tipo que hizo la secuela de ¨Tiburón¨).
Y a lo mejor no el más indicado para la tarea, cosa que nos demostrará a lo largo del film, que se inicia de forma muy interesante en las tripas del cuartel general de la KGB presentando a un grupo de agentes cuya misión es acabar con la vida de cinco disidentes de la U.R.S.S.. Uno podría pensar que nos disponemos a ver una trepidante aventura de espías en la más pura tradición ¨hitchcockiana¨ cuando agentes de la C.I.A. reclutan a Alex Holbeck, también disidente alemán y famoso por su polémico programa de radio, para ayudarles a salvar la vida a los cinco exiliados.
Por desgracia no le veremos saltando de continente en continente enfrentándose a los malvados de la KGB, sino viajando a las frías tierras de un Berlín partido por la mitad para robar un codificador scrambler a los soviéticos; aparte de que el hombre acepte la tarea, que muy peligrosa se divisa, por razones tanto desconocidas, el film va cayendo en los más absolutos convencionalismos de las historias de agentes encubiertos, conflictos internacionales, archivos súpersecretos, policías de KGB implacables y política inestable. No puede faltar, claro está, la triste y desgarradora situación que vive el pueblo al otro lado del muro ni los despiadados procederes de los militares y agentes.
Así como tampoco puede faltar la presencia de una mujer cuyo pasado comparte con el protagonista que acepte ayudarlo con todos los medios de los que disponga. Pero todos estos elementos no se desarrollan alrededor de lo que podemos llamar un argumento intrigante, ya que durante una buena parte del metraje éste se quedará tan congelado como el escenario donde los sufridos personajes se mueven, ocultan e intentan sobrevivir sin que el espectador pueda ser parte de ello. El mayor incoveniente que presenta el guión es que decide relegar a un segundo plano a Holbeck para presentarnos el clásico engaño que mantendrá la mujer, ahora convertida en mujer fatal, con su enemigo.
Esto es, ese romance con doble intención que concierne a Karen y al agente Dimitri, en el cual se repara demasiado, provocando que el film se vuelva tedioso y sin distinguirse bien si estamos viendo una película de espías o un melodrama que se sirve de una historia de espías como pretexto. Aunque no creo que la culpa sea de lo que cuenta Briley, sino de cómo lo plasma Szwarc en pantalla, y un buen ejemplo es el tan usado recurso de esas elipsis que nos hacen saltar en el tiempo de una forma incómoda y agobiante (tanto más cuanto que se medirá con extrema precisión el transcurso de los días según se acerca la fecha límite).
A esto poco ayuda el horrible montaje con que nos obsequia Peter Weatherley, que pasa de una situación a otra y de un escenario a otro sin orden ni concierto, dejándonos despistados y sin saber a ciencia cierta qué está ocurriendo, ni cómo, ni por qué. Y aunque tenga toda la pinta de un intento desesperado por arreglar algo que se ha ido precipitando al desastre, el realizador (o vaya usted a saber quién) despliega la acción y la tensión en un último tramo que recupera algo de un aliento presto a convertirse en un estertor de muerte, recordándonos, por si se nos había olvidado, que estábamos viendo una película de espías en la más pura tradición del género.
El robo del scrambler, la persecución, el engaño, el rescate de la chica, el romance al que se le termina la mascarada, todo ello está ejecutado con nervio y oficio, con sabor a verdadera intriga...pero por desgracia llega muy tarde y no concluyendo satisfactoriamente para el espectador. Un Martin Sheen que actúa sin pasión y del que no sabemos nada durante un tiempo pese a ser el protagonista es acompañado por un jovencísimo Sam Neill correcto y poco más y la guapa y esforzada Brigitte Fossey, que se lleva las mejores secuencias del film.
Áspero y sombrío ¨thriller¨ hecho sin personalidad, sin pasión, sin brío, salvo por la última parte, aunque la sensación que nos queda es de decepción, la de haber sido arrastrados a una fiesta de indefinido final a la que no nos habían invitado. Con un cineasta más adecuado todo habría sido distinto...
En las primeras secuencias, cuando se nos presenta a Holbeck, éste será acechado desde las sombras en su apartamento por múltiples amenazas que luego resultan ser falsas alarmas (el gato, el traje en la ducha...); una buena metáfora además de un presagio de lo que en esencia es esta película.
Me gusta (0) Reportar