Ficha El Proceso Paradine

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Críticas de El Proceso Paradine (3)




Mad Warrior

  • 16 Dec 2022

7



El poder de la mirada. Implacable si sabe utilizarse bien, y en el instante, memorable, que el abogado se cruza en la trayectoria de los ojos de Maddalena, vemos cómo es arrastrado sin remedio, aún siendo muy disimulado, por dicho poder de atracción.
A primera vista, empieza el hechizo...y la fatalidad...

O lo que es lo mismo: los ojos de Alida Maria Laura ¨Valli¨, la diva italiana de los 40, arrolladora, fuerte y glamurosa, capaz de poner de rodillas a cualquier hombre con sólo un arquear de sus largas cejas o esbozar una media sonrisa que alzase ligeramente sus firmes pómulos; no es extraño percibir una cierta paralización en los músculos de Gregory Peck al conocerla por primera vez como el abogado Anthony Keane, no es extraño que David Selznick la quisiera tener en ese proyecto de largo aliento que llevaba planeando desde hacía casi catorce años antes, tras publicarse ¨The Paradine Case¨ (de las novelas más recordadas de Robert Hichens junto con ¨The Garden of Allah¨ o ¨Bella Donna¨).
Pero Hitchcock ni quería a la nativa croata ni a Peck; él soñaba con emparejar a Laurence Olivier e Ingrid Bergman (o Greta Garbo)...si bien fue sólo uno de los muchos problemas sufridos durante la que sería su última colaboración con el productor, cuando su animadversión recíproca no podía ser más evidente. A un paso de terminar su contrato, al inglés le rondaban por la cabeza trabajos bajo su propio sello, así que poco debía esforzarse en uno cuyo dominio pertenecía a las exigencias, estúpidas decisiones y prohibiciones del anterior, controlando lo referente al reparto, el guión, la forma de filmar y el montaje final; esta película ni por asomo le pertenecía...

Al ¨reciente tiempo presente¨ nos lleva la historia, en una Londres post-2.ª Guerra Mundial un tanto oculta en sombras, aunque los círculos que vayamos a visitar, los de las clases burguesas y media-altas, se hallan alejados de tales preocupaciones; bastante tienen estos seres con torturarse en sus cómodas neurosis e insatisfacciones y regocijarse en sus finas lujurias. Cuando entramos a la mansión Paradine y vemos a la viuda (quien cambiará de belleza nórdica a mediterránea debido a ¨Valli¨), Hitchcock lo ejecuta por medio de elegantes travellings en un entorno negro, tétrico, pero ilustre.
Esa visión conjunta de Hitchcock y Selznick, la de mezclar una atractiva rareza gótica y un clasicismo glamuroso, define tanto el film como a su protagonista, que jamás, como en el libro, conoceremos de cerca salvo a través de la intervención de otro. El ¨otro¨ esencial es el abogado, que cae bajo su magia negra en el instante de conocerla; Alma Reville, responsable del guión original, se esmera en describir a la misteriosa fémina siguiendo la idea de Hichens: acorde a las emociones y opiniones personales de los individuos, ya que sus palabras sólo sirven para alterar los hechos y la realidad, siempre en su posesión aunque nadie lo crea.

Predominante es también el conflicto de sexos en la trama, la debilidad y muestra de poder severo de los hombres frente al sacrificio, agudeza y misterio de las mujeres, cuyas atmósferas, al confrontar esas maneras de ser, se espesan hasta la asfixia; pero el detalle que da forma al carácter de los personajes y a la clave del desarrollo argumental, el cual gira alrededor de uno de los elementos más recurrentes del suspense ¨hitchcockiano¨ (el veneno en la copa), sigue siendo el peso de la mirada, más importante que las reflexiones y los monólogos interiores (recursos tan extendidos en la novela (de unas 500 páginas) que pueden llevar a un tedio espantosamente soporífero...).
El uso de la mirada en lugar de las palabras (la de Maddalena cuando atraviesa el espíritu de Keane; la del juez Horfield, que alimenta su deseo perverso y su frustración al posarse en el hombro de Gay, esposa del anterior; la suya, tras contemplar a la culpable del crimen en persona; la de Flaquer, cuando atisba la tensión creciente entre la pareja tras aparecer Maddalena en sus conversaciones íntimas) es descrito por el inglés con movimientos virtuosos y reveladores, que en su efecto subjetivo pretende desnudar el alma o averiguar las intenciones de aquél/lla a quien va dirigida la mirada, y casi siempre fracasando en el intento debido al deseo propio.

La única mirada que tarda en exponerse es la del criado Andre, otro testigo a declarar; Hitchcock, a la manera de Lang, se la oculta a Keane con una técnica muy expresionista (increíble fotografía de Lee Garmes) al llegar a la mansión Paradine e investigar en el pasado, para luego lanzársela amenazante a través de la ventana de la posada, tramo que por su enigmática y etérea sobriedad recuerda a ¨Rebecca¨.
Quizás la razón sea la negativa del productor de utilizar el humor, como desea su contraparte en la dirección (de hecho, irónicamente, Hichens, en su habitual estilo, se servía de una lúcida mordacidad a la hora de analizar a sus pudientes y torturados personajes).

Sí tendremos a un arquetipo ¨hitchcockiano¨ que no puede faltar: el secundario/a que conspira, teoriza, disfruta con el morbo y la averiguación; aquí es Judy, hija de Flaquer, interpretada con traviesa vitalidad por Joan Tetzel y única fémina del elenco que no pasa por una descripción fríamente melodramática (aunque en menor medida, ello también afecta a la Gay de Ann Todd)...lo cual hace añicos el concepto que se tenía en un primer momento de la sra. Paradine, acorde al texto original.
La diva aporta su exotismo y altivez misteriosa, sin llegar a conmover ni enamorar del todo, por mucho que el abogado, quien se acaba quedando en una prudente distancia impuesta, se empeñe en que la miremos con sus ojos obsesionados.

Peck, digno, dramático, ingenuo, no encaja en el papel según Hitchcock, pero transmite muy bien esa debilidad que destruye a su letrado. La siguiente mitad, serían las últimas 200 páginas de la novela, se centra en el juicio, presidido por el reencontrado Laughton de insoportable y lascivo Horfield, y es una de las mejores cosas que aquél rodó en toda su carrera, describiendo los hechos y testimonios presentados con precisión cirujana y captando las emociones de sus personajes con la suma elegancia del ocasional plano secuencia (que el productor detestaba), en contraste con el paulatino desasosiego generado por cada confesión y sorpresa del guión.
La escena comienza con uno (magistral en su compleja ejecución) que tiene a ¨Valli¨ en primer plano, dominando la atmósfera con sus donaires gélidos y a su vez al espíritu de Andre, quien cruza la sala a sus espaldas, cual presa de su aún no confesado lazo amoroso; cuando salga de allí la cámara registrará su rostro desencajado dejando a la mujer de espaldas, un calculado movimiento inverso que alude a las ataduras por fin cortadas, a ese control que se ha esfumado y al futuro de triste soledad y olvido que a ella le espera. Como extranjera que ha roto la dignidad, el honor de la sociedad británica de su época, pocas posibilidades tiene de sobrevivir.

El guión pretende humanizarla, quizás, forzándola a confesar su crimen; en la novela el homicidio permanece oculto y la resolución ambigua, sin el morboso y poco creíble suicidio del criado/amante. De hecho hay detalles confusos acerca del deseo de varios personajes de ver su inocencia o culpabilidad declarada, pero esto es una cuestión espinosa; en el rodaje, mientras Hitchcock intenta no morir de aburrimiento, Selznick vive un frenesí constante modificando una y otra vez el guión, y estos cambios perturban a los actores, resintiendo la credibilidad de sus personajes.
Por si fuera poco Tetzel, que al principio caía en gracia, se transforma en una charlatana de mucho cuidado durante los momentos del juicio, informando a Gay (y a nosotros, como si hiciera falta) de todo lo sucedido, pretendiéndose tal vez la narradora...y sólo dan ganas de cerrarle la boca a puñetazos. Mucho mejores son los enfrentamientos mordaces entre Peck y Laughton o la gran interpretación del natural francés Louis Jourdan, otro extraño dentro del asentado marco social británico en el que tiene lugar la trama.

Ni él ni la mujer serán imprescindibles para su entorno, por lo que incluso parece aceptable que mueran, al contrario que en el libro. La película, pese a las críticas benevolentes, no es el éxito de taquilla que ansiaba Selznick, quien pagó caras sus imbecilidades.
Hitchcock se desentiende de todo esto, y más cuando su montaje inicial de unas tres horas se va reduciendo con el tiempo y con cada arreglo del anterior, suprimiéndose algunas maravillosas escenas (como las de Ethel Barrymore). Tan rápido que desaparecen las preocupaciones por este cruce entre ¨Rebecca¨, ¨Sospecha¨, ¨Recuerda¨ y ¨Asesinato¨ y corre a crear Transatlantic Pictures junto a su viejo amigo Sidney Bernstein, preparando tres proyectos que serán los más audaces y experimentales de su carrera, y también grandes fracasos...



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zamenhof

  • 9 Aug 2014

7


Hithcock se rodeó de maestros de la actuación como Peck y Laughton para firmar una historia de misterio, muerre y juicio posterior donde los personajes y sus ambiciones personales son la clave de todo, el director basó más la trama en el hacer de los personajes que no en la historia en si.
Un Pack superado por la atracción de la acusada y que le surgen las dudas continuas y un Lauhgton como siempre excepcional con su estilo dinámico e interpretando un papel perfecto para su forma de trabajar.
No le afecta la larga duración, Hitchcock supo manejar con inteligencia las historias secundarias de la trama haciendo mantener el tono en todo momento.
Una de las películas menos conocidas del gran Hitchcock que mostró que sabía contar historias más allá de sus grandes misterios conocidos.



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TANO

  • 2 Feb 2014

6



Una de las de jucios de Hitchcock, pero ni de lejos de las mejores, con un caso que parece bastante simple... y que al final resulta que lo es.
El atractivo principal de la película son las actuaciones, y el como se lleva a cabo el juicio, aunque la parte central llega a hacerse más larga de la cuenta, y en la parte final, en la que uno se espera un giro inesperado y magnífico... resulta que no lo hay. Pues bueno, pues pasable película, pero ya está.



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Críticas: 3


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