Joan Crawford era una actriz estupenda para este tipo de roles: una chica con problemas mentales, una mujer alucinada.

“El amor que mata” es una película seminal en el tratamiento de los demonios de la obsesión amorosa, trastornando hasta la locura y la muerte. Dirigida eficientemente por Curtis Bernhardt, director alemán, que como tantos otros, debió abandonar su país natal al llegar los nazis al poder.

Los primeros 15 minutos del film son memorables, con Joan Crawford (Louise Howell) deambulando por las calles de Los Angeles, repitiendo y llamando a un tal “David”. Por medio de un flashback, que en realidad abarca todo el film, descubrimos la verdad de todo, la locura, el miedo, la tensión psicológica, a la cual puede conducir el amor.

La estupenda actuación de Joan Crawford, a la que veremos cómo se hunde en un infierno de pasión, celos, engaños y venganza, hasta convertirse en la encarnación de la maldad, le conseguiría la nominación al premio Oscar en 1947, en la categoría de mejor actriz.

Y atención al climax final, un cierre impresionante para un film que es una obra notable del cine clásico de la Warner.

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