De nuevo la entonces poderosísima industria danesa se situaba en los puestos de vanguardia del cine fantástico (y allí continuó hasta bien entrados los años 20) con este largometraje de viajes espaciales y marcianos viviendo en utopías, considerado por muchos especialistas como la primera Space Opera.
Las interpretaciones no es que sean nada especialmente lucido en esa época. Simplemente cumplen, en general. Sin embargo, hay dos actor secundarios en los que se pone un foco especial y roban algunas escenas con sus mezclas de personaje cómico y trágico: el veterano Sven Korbeck como el tripulante americano David Dane, que al ser un alcohólico furioso no para de crear problemas, muy a su pesar, y el también bastante curtido Frederick Jacobsen como el muy significativamente apodado Profesor Dubius, encarnación perfecta de lo que ahora llamamos “troll de los cojones”, y, encima, un cenizo que no veas.
El guion, de dos tipos con experiencia llamados Sophus Michaëlis y Ole Olsen (este segundo es además el productor, contando con un currículum especialmente distiguido) es bastante optimista e ingenioso, adelantando en efecto ideas que se verían en películas posteriores como las naves, la estética general que llamaríamos “a lo Flash Gordon” (que sin embargo no fue creado hasta 16 años después de esto) la llamada “locura espacial” (personajes que pierden la cordura por estar demasiado tiempo en una nave) , las tripulaciones internacionales, los pueblos extraterrestres utópicos (se respira un ambiente muy proto-flower power desde que los protas ponen los pies en Marte) y, lo repito, los trolls de los cojones.
Técnicamente, pues lo típico en la época, bastante resultón y original dentro de la sencillez: estoy siendo algo redundante en esta crítica, lo sé, pero mi me da que los diseños inspiraron a Alex Raymond o a los muchos dibujantes de Buck Rogers para sus respectivos cómics. Los responsables de todo esto son unos ciertos Carlo Jacobsen y Axel Brun.
Película de gran importancia histórica, lo suficientemente entretenida y una dosis de optimismo que nos llegaba hace 100 años, con el fin de Gran Guerra (claro que de un país neutral).
bigladiesman
7
De nuevo la entonces poderosísima industria danesa se situaba en los puestos de vanguardia del cine fantástico (y allí continuó hasta bien entrados los años 20) con este largometraje de viajes espaciales y marcianos viviendo en utopías, considerado por muchos especialistas como la primera Space Opera.
Las interpretaciones no es que sean nada especialmente lucido en esa época. Simplemente cumplen, en general. Sin embargo, hay dos actor secundarios en los que se pone un foco especial y roban algunas escenas con sus mezclas de personaje cómico y trágico: el veterano Sven Korbeck como el tripulante americano David Dane, que al ser un alcohólico furioso no para de crear problemas, muy a su pesar, y el también bastante curtido Frederick Jacobsen como el muy significativamente apodado Profesor Dubius, encarnación perfecta de lo que ahora llamamos “troll de los cojones”, y, encima, un cenizo que no veas.
El guion, de dos tipos con experiencia llamados Sophus Michaëlis y Ole Olsen (este segundo es además el productor, contando con un currículum especialmente distiguido) es bastante optimista e ingenioso, adelantando en efecto ideas que se verían en películas posteriores como las naves, la estética general que llamaríamos “a lo Flash Gordon” (que sin embargo no fue creado hasta 16 años después de esto) la llamada “locura espacial” (personajes que pierden la cordura por estar demasiado tiempo en una nave) , las tripulaciones internacionales, los pueblos extraterrestres utópicos (se respira un ambiente muy proto-flower power desde que los protas ponen los pies en Marte) y, lo repito, los trolls de los cojones.
Técnicamente, pues lo típico en la época, bastante resultón y original dentro de la sencillez: estoy siendo algo redundante en esta crítica, lo sé, pero mi me da que los diseños inspiraron a Alex Raymond o a los muchos dibujantes de Buck Rogers para sus respectivos cómics. Los responsables de todo esto son unos ciertos Carlo Jacobsen y Axel Brun.
Película de gran importancia histórica, lo suficientemente entretenida y una dosis de optimismo que nos llegaba hace 100 años, con el fin de Gran Guerra (claro que de un país neutral).
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