Tras un concienzudo estudio de la animación japonesa en formato serie, no tardé en inmiscuirme en el rico e inagotable filón de las películas, y como muchos otros antes que yo, entré por la acción y la ciencia-ficción, y por ende a través de los 80, década-hervidero de estos géneros.

¨Ai City¨ fue así uno de los primeros films de animación que cayeron en mis ojos, estrenada en un 1.986 donde destacaron por pleno derecho otros títulos como ¨Proyecto A-Ko¨, ¨11-nin Iru!¨, ¨El Último Reino¨, ¨El Castillo en el Cielo¨ y, por encima de todos (incluso de la maravilla de Hayao Miyazaki), ¨El Puño de la Estrella del Norte¨; de ahí que muy pocos o casi nadie recuerde ya esta modesta y sin embargo visionaria obra procedente del manga de corta vida iniciado tres años antes (y finalizado dos años antes...) por el diseñador y mangaka Shuho Itahashi.
Ashi Productions encargaría su versión animada en OVA a Koichi Mashimo, uno de los responsables de la mítica ¨Yatterman¨ y posterior fundador del estudio Bee Train, cuyo libreto escribiría Hideki Sonoda, otro conocido de la industria que ya colaboró en ¨Captain Tsubasa¨ (nuestro ¨Oliver y Benji¨) y lo haría una década más tarde en ¨Pokémon¨; no obstante su versión enredaba hasta lo inimaginable el ya de por sí complicado argumento del cómic, además de cambiar o directamente eliminar ciertos personajes, lugares e información que sin duda habrían servido de ayuda al espectador...

Empezando desde una cadena de genoma en la que varios eslabones parecen ser víctimas de un virus (esto adquirirá, más o menos, un significado conforme avance la trama), Mashimo, experto en la acción, nos sumerge sin concesiones y sin más preámbulos que valgan, en una cacería trepidante y desesperada por las calles de un escenario tan propio del género y la época: gran ciudad futura de altos rascacielos y avanzada tecnología pero abundante decadencia general; sin profundizar demasiado en estos temas, uno de los puntos es la lucha entre clases, con el objetivo de hallar su ansiada posición social.
Ágiles movimientos y colores vivos gracias al diseño artístico de Torao Arai y la fotografía de Yukio Sugiyama y Kazushi Torigoe (lástima lo básico y grotesco de los trazos...) que nos atrapan en la huida de Kei y Ai, dos víctimas de la misteriosa organización Fraud, que liderada por el villano Ku Ragua Lee experimentan la capacidad de dominar grandes poderes psíquicos en humanos. De nuevo, una pareja huyendo, robots giganates, humanoides y guerreros de espectaculares dones de telequinesis, telepatía y otros términos similares enfrentados en un entorno heredado a partes iguales del imaginario de Philip K. Dick (y ¨Blade Runner¨, claro) y del de William Gibson.

De por medio, un ex-detective llamado Reiden que no se sabe muy bien cual es su función salvo la de observar toda esta intriga con socarronería y desenfado; se podría decir que está ahí asumiendo el rol del espectador, atónito al contemplar al joven Kei y a la pequeña Ai debatirse entre ráfagas de energía y peleas brutales por su supervivencia con sus perseguidores, quienes desean eliminarle y controlar el inmenso poder oculto que reside en el interior de ella. Mashimo y Sonoda sacrifican a menudo la lógica de la narrativa para centrarse plenamente en la acción salvaje y en presentarnos a personajes a cada cual más alocado y ¨freak¨.
Y en absoluto ayuda a la comprensión esos inesperados ¨flashbacks¨, aportando información que a menudo parece resultar necesaria y otras veces no, la manía de querer combinar una violencia indigesta y brutal con chistes muy infantiles y absurdísimos (porque eso es lo que son los ¨gags¨ entre el desvirtuado personaje de K2 y Reiden), y esa subtrama tan superficial y desperdiciada sobre la lucha de poder entre Lee y el empleado Lai. Unas licencias narrativas, una libertad y unas concesiones gratuitas al onirismo y la fantasía que desde luego sólo se puede encontrar en las obras de aquella década.

Pero nada de esto nos prepara (de verdad que no) para soportar un último tramo donde al guionista y al director se les dispersan las ideas hasta límites insospechados y lo que es poco a poco expuesto en el cómic nos lo vomitan encima sin la más mínima consideración, cuando Lai pasa a ser ese demonio (o váyase usted a saber qué) producto de una contaminación genética durante un antiguo experimento fallido. Posesión del inconsciente, amarga revelación de la inferioridad génetica y condición monstruosa del ser humano y un clímax excesivo y apocalíptico.
Clímax que se adelantaría en dos años a la misma conclusión de Katsuhiro Otomo para su ¨Akira¨. Extrañeza aberrante, viscoso y pertubador surrealismo...sólo Dios sabe qué se les pasó por la cabeza al realizador y su equipo para hacer culminar así su trepidante fábula fantástico-futurista...y rematarla de una manera aún más absurda (que estén hablando los personajes de ir a la playa o pasar una noche de sexo tras todo lo acontecido es que funde los plomos...).

Desde luego un adelantado a su tiempo el sr. Mashimo, porque señores, ¨Ai City¨ llegó antes que ¨Wicked City¨ y ¨Demon City¨ (ambas de Yoshiaki Kawajiri), antes que ¨Akira¨, que ¨Seijuki Cyguard¨, antes que la brutal ¨Urotsukidoji¨, y su rastro parece impregnado en todas ellas sin que muchos fans de la animación lo sepan.
No pasó a la Historia, claro, pero merece ser desenterrada por lo menos una vez (...al menos para deleitarse con su deliciosamente ochentera banda sonora, lo mejor del OVA).

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