Ficha Cara a Cara (Al Desnudo)

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Críticas de Cara a Cara (Al Desnudo) (1)




Mad Warrior

  • 25 Dec 2019

8



A veces el vacío se convierte en el espejo del rostro. Si eso sucede seguramente ya no exista salvación posible, y lo único que se puede esperar es la venida de las tinieblas, que lleguen y lo cubran todo con su negro manto: los recuerdos, la existencia presente y el impreciso futuro.
¿Qué queda después?

¨Pasión¨ significó en muchos sentidos el signo precursor de un fin de trayecto, de una preparación elegíaca del adiós en el cine de Ingmar Bergman, pues una época se acababa y otra empezaba, quizás menos fructífera y brillante, pero sin duda muy interesante para aquellos que conocían y disfrutaban del talento del veterano realizador sueco. Pero es precisamente en los 70 donde este talento, incombustible durante casi tres décadas, empieza a dar muestras de agotamiento; como Rossellini, pero sin la menor ambición ni ilusión pedagógica, Bergman rueda y rodará cada vez más para televisión...
No obstante, ahí donde la obra cinematográfica documentaba su vida interior y vicisitudes existenciales, la obra televisiva toma el relevo documentando su propio cine, que ha terminado, si no sustituyendo su vida, al menos ofreciendo una alternativa autónoma; cada trabajo remite a otro anterior y el arte del director parece estancarse, a lo que contribuye su pésima situación por la acusación de evadir impuestos. Desde este punto de vista, todo lo que logra en la década se basa en tres títulos clave: ¨Gritos y Susurros¨, ¨Sonata de Otoño¨ y ¨Secretos de un Matrimonio¨ entre medias, una producción a cargo de Dino de Laurentiis concebida en un principio para televisión que le reúne de nuevo con Liv Ullmann y Erland Josephson.

Si ¨El Rito¨ radicalizaba el tema del proceso contra el arte inaugurado por ¨El Rostro¨, ¨Cara a Cara¨ decide profundizar, una vez más, en el tema del doble, la psique y la locura desarrollado en ¨Persona¨, aunque desde un enfoque distinto. La logística del film divide cómodamente su estructura en dos actos bien diferenciados, presentándonos a Jenny Isaksson, una psiquiatra que decide instalarse con sus abuelos y atender temporalmente en un hospital mientras su esposo y su hija están de viaje en EE.UU.. Planos largos sostenidos contribuyen a la modelación de la implacable atmósfera erigida alrededor de la protagonista.
Una primera parte de ambiente espeso, agobiante, seco y agrio, de aire viciado, de tensión constante, en el que Jenny va enfrentando su máscara de frialdad e indiferencia a una extraña relación iniciada de forma involuntaria con Tomas (un doctor divorciado que parece desearla), a los cuidados de una paciente llamada Mari (quien aparentemente finge su estado desquiciado) y al retorno a un hogar devorado por la melancolía y la inminente presencia de la vejez y la muerte (encarnada en sus abuelos) al tiempo que los espectros de un pasado familiar imperdonable comienzan a acecharla desde las esquinas, vigilantes y tranquilos.

Frivolidad, hipocresía, infidelidad, depravación y hastío que van estrechando el cerco alrededor de Jenny y del espectador; dos sucesos marcan la transición hacia el segundo y más conmovedor acto: un repugnante acto de violación que desafía la indiferencia de la mujer (y la lleva a una significativa inversión de los roles con su paciente) y un cobarde intento de suicidio cuyo resultado no es el esperado. Bergman ha comprimido durante una hora todos los sentimientos y pensamientos escondidos o rechazados para hacerlos brotar desde una grieta en la pared.
La realidad entonces se quiebra, se retuerce, y nos vemos arrastrados a un mundo paralelo de sombras y fantasmas (que no es sino el inconsciente de la protagonista); la irrupción de lo espantoso en la psique, el deslizamiento hacia los pliegues más sombríos y pegajosos de la mente y el recuerdo, un viaje de interpenetración al inframundo de la consciencia. Se trata de un universo del cual Jenny saldrá y entrará con el objetivo de iniciar una importante confrontación: con su pasado y consigo misma.

Maltrato psicológico, obsesión enfermiza, rígida y severa educación, revelación de un amor incestuoso nunca admitido, de un sentimiento incomprensible de culpa, de unos celos maternales corrosivos; el odio, oculto concienzudamente en las entrañas durante tantos años, emerge con inusitada brutalidad. Desde ahora, lo peor es lo más probable y la violencia una bomba humana imposible de desactivar; asistimos a un agresivo conflicto con la esperanza de buscar la raíz del dolor y purgarlo, de borrar una marca, un origen desconocido pero real, olvidado pero vivo.
Mientras la película desfila como la estela espectral de una intermitente pesadilla, el cineasta evoca el malestar y la lucha de ¨Persona¨ (en solitario), la incurable demencia de ¨Como en un Espejo¨, el descenso a los infiernos y la simbolización del Mal de ¨La Hora del Lobo¨ (con la cual ¨Cara a Cara¨ halla su nexo más fuerte gracias al segundo acto) y la culpa y el ajuste de cuentas con la identidad de ¨Fresas Salvajes¨. La perspectiva es de una sádica fantasmagoría: si en aquélla Isak Borg se observaba a sí mismo, fascinado, saliendo del ataúd, Jenny irá más lejos cerrando el ferétro y quemándolo con ella en su interior.

De hecho todas las puertas se cerrarán impidiéndole la escapatoria, cuya única solución será lanzar profundos gritos de ahogo. Mientras permanece en este estado que la sitúa en una especie de limbo entre la vida y la muerte, otros secretos y otros personajes irán saliendo a la luz. La aparición del marido de Jenny desvela los trazos de un matrimonio anémico y fracasado y la de Anna la actuación invasiva de la frialdad y la repulsión transmitida por la madre (una incapacitada emocional que no entiende realmente el amor ni lo puede ofrecer ya que nunca lo recibió).
El director filma desde el espectro de las pulsiones más oscuras que siempre han habitado en su cine dando forma a un desasosiego el cual se filtra en todas las situaciones sin la más mínima licencia a la compasión. No deja lugar a las apariencias, a la duda, al perdón o a la redención, ni siquiera en la muerte permite que su protagonista halle una vía de escape, y la única salida es la amarga aceptación de lo inevitable. Atravesar las tinieblas de ¨Cara a Cara¨ es un esfuerzo perturbador y deja una sensación de extenuación y dolor amargo, tanto más cuanto que la aniquilación de la identidad se da en virtud de una presunción mortífera de la misma identidad, dominada por la confusión y la inestabilidad.

Volviendo a encarnar al paradigma de criatura atormentada e inquietante, Liv Ullmann nos ofrece la que podría ser su actuación más poderosa y visceral, no sólo de su colaboración conjunta con Bergman, sino de su carrera en general, acompañada nuevamente del hierático y más comedido Erland Josephson y de un envejecido Gunnar Björnstrand relegado a un papel secundario y silente (como ocurrirá en ¨Sonata de Otoño¨); el que fuera la estrella en los primeros films del sueco, Birger Malmsten, tiene la ocasión de una repugnante aparición.
Apoyada por el gran trabajo de fotografía de Sven Nykvist, ¨Cara a Cara¨, nominada a dos Oscar y estrenada en dos versiones, una para cines y otra más extensa para la televisión (medio para el que originalmente fue filmada), puede repetir los mismos patrones, obsesiones, miedos y reflexiones que muchos anteriores títulos...pero también es cierto que su tratamiento en esta ocasión resulta ser de una ferocidad inusitada y desgarradora, como si lo mostrado careciese de antecedentes.

El maestro sueco nos lanza a las retinas una obra de intensidades que por momentos raya en el terror psicólogico y que logra impregnar nuestro inconsciente.



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